LA DEVALUACIÓN INTERNA DE NUESTROS SALARIOS Y PENSIONES.
Desde las terminales propagandísticas del Gobierno (o a partir de envenenados artículos elogiosos, como el que nos dedicó «The Economist» hace unos días), se habla de que gracias a sus «reformas» (aparte de la laboral, ¿subir impuestos y recortar gastos son «reformas»?) se está produciendo una devaluación interna que sitúa a España en la senda competitiva emprendida por Alemania hace 10 años. ¿Ejemplos? Que, por primera vez en democracia, las rentas empresariales superan a los salarios, creando las condiciones para que el país se oriente a invertir y exportar y no tanto al consumo interno. Pero, ¿es automático ese proceso en España?
Vayamos con las exportaciones. Es evidente que la reforma laboral ha mejorado la competitividad de nuestros productos, como consecuencia de una rebaja salarial generalizada (lo que ha permitido que el ajuste no se concentrara, solo, en los despidos).
Pero la mejora de la balanza comercial se ha debido más a una caída de las importaciones (a causa de un consumo deprimido) y no tanto a un aumento de las ventas (competitivas por la rebaja de costes, no por un mejor valor añadido de lo vendido).
Dado que el peso del sector exterior es inferior al del mercado interno y que este se halla en una espiral deflacionaria (agravada por recortes y subidas de impuestos), la mejora externa es insuficiente para compensar la baja demanda interior (que solo se reactivará cuando los bancos se hayan saneado y cuando se deje caer el precio de los inmuebles acumulados -en sus balances y en la SAREB). Dado que esta ha cedido a la presión de las grandes entidades financieras para no «reventar a la baja» el precio de los pisos (hasta que no lo hagan ellas), la crisis va para largo, pese a las milongas de que «vamos camino de ser la nueva Alemania».
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