El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.
Explíquese, señor Rajoy.
El presidente no puede seguir escondiéndose detrás del silencio.
La corrupción es la principal responsable de la desafección política y, como tal, uno de los problemas más graves que tiene España. El presidente del Gobierno, máximo representante de la voluntad popular, debería estar más allá de toda duda en cuanto a su ejemplaridad y ser el principal adalid en la lucha contra una lacra de consecuencias tan demoledoras para la democracia.
No es aceptable por ello que Mariano Rajoy rehúya sistemáticamente dar explicaciones creíbles acerca de los innumerables escándalos de corrupción y financiación ilegal que protagoniza su partido. Porque frente a la insistencia en responsabilizar a algunas manzanas podridas y proclamarse a sí mismo y al PP como víctima, el principal beneficiario ha sido tanto su partido como él mismo en tanto cabeza de lista de un partido que se presentó a numerosas elecciones con la grosera ventaja que le concedió la financiación ilegal de su organización.
Sostiene Rajoy como única explicación de los lamentables casos a los que estamos asistiendo que en España “el que la hace la paga”. Y razón no le falta. Pero si los corruptos están en la cárcel no es, desde luego, debido a la cooperación de su partido con la justicia (con la excepción de Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, que puso en conocimiento de la Fiscalía las irregularidades en el Canal de Isabel II). Tampoco, parece, gracias al rigor del ministro de Justicia, el fiscal general del Estado o el fiscal Anticorrupción, cuyo proceder en todos estos casos está también lejos de la ejemplaridad deseable en instituciones tan cruciales en un Estado de derecho.
Al contrario, una y otra vez estamos comprobando cómo los dirigentes del PP han preferido desviar la atención, ignorar las denuncias internas o incluso perseguir a los que pusieron en su conocimiento las sospechas de irregularidades. Es el caso, desde luego, de Esperanza Aguirre, que pese a sus alegaciones de haber visto su confianza en Ignacio González traicionada, no solo no vigiló a su delfín sino que lo protegió, incluso delatando ante González a aquellos que le trasladaban las sospechas de irregularidades.
Las certezas sobre el encubrimiento que practicaron Aguirre y otros altos dirigentes del PP, como Carlos Floriano y Juan Carlos Vera, se convierten, a falta de pruebas directas, en graves sospechas en el caso de Rajoy. Este apartó a González de la candidatura a la presidencia de la Comunidad de Madrid por considerarlo un candidato con demasiadas sombras.
El Partido Popular está imputado como beneficiario a título lucrativo de las prácticas corruptas y de financiación ilegal puestas en marcha por sus tesoreros. Sus siglas y el buen nombre del PP están más que en entredicho: el partido incluso podría acabar siendo suspendido, disuelto o gravemente sancionado. El silencio y proceder de Rajoy daña a la democracia, a nuestra imagen internacional, a la confianza de la ciudadanía en la política y al buen nombre de miles de honrados militantes. Es crucial que respecto a los casos de corrupción y financiación de su partido Rajoy explique qué supo, cuándo lo supo y qué hizo al respecto. De lo contrario, su nombre quedará irreparablemente asociado a la peor lacra que, después del terrorismo, ha sufrido este país.
QUIEN NO SE ENTERA, DE LO QUE HACEN SUS COLABORADORES EN LA COSA PÚBLICA, TIENE QUE IRSE PARA CASA POR INCOMPETENTE.