Proteger la naturaleza como se hace hoy es el camino más rápido hacia su destrucción.
La despoblación rural, el abandono institucional y un ecologismo urbano desconectado del mundo real han convertido nuestros "paraísos naturales" en bombas de relojería.
La maleza devora la tierra: desbrozar no es un capricho, es limpiar el monte, aprovechar la leña, abrir caminos y reciclar lo que la tierra nos da. Antes era duro, sí, pero necesario. Hoy nadie lo hace. Los rastrojos se acumulan como pólvora. La quema controlada, herramienta ancestral de prevención, ha desaparecido. El resultado: montes convertidos en polvorines listos para incendiarse.
El pastoreo era el cortafuegos natural más barato y efectivo: vacas, cabras y ovejas mantenían la vegetación bajo control. Sin vida rural, los incendios se multiplican. Se protege a lobos, osos y jabalíes mientras los pueblos se vacían. Sin gente no hay protección real: solo tragedia anunciada.
Ecologismo urbano: un crimen disfrazado de buena intención. Un bosque descuidado alrededor de pueblos y casas no es conservación: es un arma de destrucción masiva. Proteger sin intervenir no salva la naturaleza, la condena a selva o desierto. Sin vida humana rural, los incendios irán a más y serán devastadores. Los urbanitas ecologistas posan para fotos mientras ponen vidas humanas en riesgo. Luego culpan al cambio climático y a los pirómanos, cuando los verdaderos pirómanos son ellos, con todas las garantías de su irresponsabilidad.
La política, espectáculo y abandono. El problema no son los pirómanos: son los gobernantes. Abandono rural, burocracia para mantener vida en el campo, ayudas pocas, leyes escritas por despachos que jamás pisaron un campo. Millones invertidos en chiringuitos ideológicos que no protegen nada, mientras quienes podrían cuidar el territorio son asfixiados: agricultores, ganaderos, pastores. Tener cabras, gallinas, ovejas, vacas... cada vez es más impedimento legal.
¿De qué nos alimentaremos entonces?
¿Leche de lobos? ¿Jamón de oso? No. Eso sirve solo para selfis y eslóganes de animalistas románticos desconectados de la realidad.
Ocupar un cargo público es responsabilidad, no solo posar y cobrar. Culpar a otros mientras se puede actuar es doble irresponsabilidad. Quien provoca muertes o pérdidas económicas graves debería responder como criminal.
Llegan prometiendo acabar con la "casta" y se convierten en lo peor de ella: del chalet al casoplón, del "jarabe democrático" al victimismo. Transforman la política en confrontación y espectáculo: hombres contra mujeres, jóvenes contra ancianos, urbanitas contra el mundo rural. Protegen huevos de cigüeña y perros babosos, mientras no hacen lo mismo con los fetos humanos, ancianos y con quienes sostienen el país.
La verdad que niegan:
Dicen que sus abuelos cobran más pensión con estudios básicos que ellos con másteres y doctorados. Olvidan que esos abuelos trabajaron desde niños, no fueron una carga hasta los 30 años como ellos; esos padres y abuelos pagaron su tiempo de inversión en prepararse. Ahora vemos que fue despilfarro. Sus mayores produjeron desde muy tierna edad, construyeron el Estado de Bienestar que ustedes ahora destruyen. Las pensiones de hoy no son una carga: son cimiento del bienestar, consumen, generan país, cotizan y sostienen a la familia. Ustedes mucho tiempo consumiendo recursos, y siguen llorando por no saber luchar por sí mismos como sus mayores reivindicaron e hicieron con mucho esfuerzo y exigencia. Ustedes solo ven imposibles a pesar de su supuesta preparación.
Conclusión:
Sin campo y sin vida en los pueblos no hay naturaleza posible, solo selva o desierto. Sin buena gestión no hay protección. Sin responsabilidad política, solo quedan humo, cenizas y desastres. Ignorar esto es firmar la sentencia de la tierra, de la vida y de nuestra supervivencia.
Quien lea esto y no actúe no solo es negligente: es cómplice de la destrucción.
Humo venden, de eso sobra.