Uno de cada tres jóvenes que toman alcohol, cannabis u otras sustancias cree que no le perjudica.
El abandono precoz de los estudios y el desempleo agravan los riesgos.
Varón, estudiante de educación superior e instalado en casa de sus padres. Así es el perfil mayoritario del joven consumidor habitual de drogas en España: personas de entre 18 y 25 años que se han emborrachado al menos dos veces en el último mes, han consumido cannabis en la última semana o han tomado cocaína, éxtasis, alucinógenos o anfetaminas en los últimos 30 días. No son un colectivo muy amplio de jóvenes, pero en ellos se concentra un consumo abusivo de alcohol y drogas ilegales, según un estudio de Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas y Obra Social Cajamadrid, que se ha presentado hoy viernes en Madrid.
La investigación —realizada con una muestra de 750 jóvenes con ese perfil de Madrid, Valencia y Bilbao— esboza tres tipos de consumidores. “Están aquellos más precavidos [el 28%], que consumen básicamente alcohol y cannabis; los experimentadores [32%], que tienen la idea de que la vida hay que comérsela a bocados y picotean de distintas sustancias; y los despreocupados [30%], más pasotas, entre los que hay una sobrerepresentación de jóvenes que ni estudian ni trabajan”, explica Eusebio Megías, director técnico de la FAD.
“Ni todos los jóvenes consumen drogas, ni lo hacen de la misma manera”, precisa Francisco Babín, delegado del Plan Nacional sobre Drogas. Pero el 34% de los que lo hacen habitualmente cree que las sustancias no le han causado ningún perjuicio. Y si han tenido problemas, afirman que son fundamentalmente económicos (el 34%) y en clase (25%). “Creen que tienen menos problemas de los que la percepción colectiva les atribuye. Y eso es porque están empezando a consumir. Viven una etapa de luna de miel”, incide Megías.
Un momento de excesos de los que los padres “o no se enteran o no se quieren enterar”, destaca el director técnico de la FAD. Porque tres de cada cuatro vive aún con sus progenitores, un dato qué, según Babín, confirma la laxitud de las familias con el consumo de sustancias —sobre todo de alcohol—.
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