Puigdemont deja caer a Torra y elige a Borràs para derrotar a ERC
Laura Borràs sería la primera presidenta de la Generalitat, pero no tiene experiencia en gestión
Sánchez quiere resolver el «problema catalán» con un nuevo encaje de Cataluña y perdonando a Puigdemont.
Como publicó ABC hace algunas semanas, Carles Puigdemont tiene tomada la decisión de prescindir de Quim Torra y de proponer a Laura Borràs como próxima presidenta de la Generalitat. Consciente de ello, Torra quiso ante el tribunal que le juzgó por desobediencia el lunes, forzar su inhabilitación autoinculpándose, para procurarse el final épico que desde que accedió a la presidencia comentó con sus colaboradores más íntimos que andaba buscando.
«No quiero pasar a la Historia como uno que no hizo nada, como un pelele o un cobarde». Se ha buscado, por su parte, un final épico. A diferencia de Junqueras y de Puigdemont, que están pagando un alto precio por la clase de «épica» que eligieron, a Torra el castigo de la inhabilitación le llegará –igualmente no iban a volverle a presentar– y se irá con el «honor» de ser el primer presidente de la Generalitat inhabilitado mientras todavía está en el cargo.
Por su horizonte judicial y por la desconfianza de Puigdemont, su debilidad y su soledad son ahora absolutas. «Si de mí depende no habrá adelanto electoral», le dijo ayer a Jordi Basté en RAC1. La única prerrogativa indiscutible del presidente de la Generalitat es precisamente convocar elecciones, y si Torra no sabe si la convocatoria dependerá de él, es que ha asumido que está fuera de combate.
Otra escenificación
Cuando la inhabilitación sea firme, Puigdemont volverá a exigir a Roger Torrent, presidente del Parlament, que vulnere la Ley para investirle «president» a distancia. Otra escenificación para desgastar a los republicanos si no le obedecen y acusarles de traidores para debilitarles en su carrera hacia la Presidencia de la Generalitat.
Pero lo cierto es que mientras ERC negocia con Sánchez su investidura y sientan las bases de lo que podría ser un nuevo tripartito en Cataluña, que incluiría también a Podemos, siempre si la suma de escaños de los tres partidos alcanza la mayoría absoluta (68); el presidente en funciones y Puigdemont mantienen su vía de comunicación abierta a la espera de que se forme Gobierno y puedan empezar a negociar un nuevo encaje de Cataluña en el Estado, que tendría que culminar con que el fugado pudiera regresar a España sin tener que pasar por la cárcel.
Si con Esquerra Sánchez quiere asegurarse su presidencia y la presencia del PSC en la Generalitat, para templar a Junqueras; con Puigdemont busca apuntarse el tanto de resolver el «problema catalán» más que contar con su apoyo parlamentario, tal como Aznar negoció con el «grupo de liberación vasco» para ser el presidente que acababa con ETA mucho más que para asegurarse con los votos de Herri Batasuna la mayoría parlamentaria. En este contexto, Pedro Sánchez tendrá que ser explícito en su ofrecimiento a Esquerra si quiere sus 13 votos para la investidura.
Los republicanos son conscientes de que ningún otro gobierno será tan propicio a sus demandas como uno integrado por socialistas y Podemos; y a Oriol Junqueras la cárcel le ha servido, entre otras cosas, para entender que no está allí «por culpa de España» sino por no haber sabido plantarse ante las trampas de los convergentes, así como por haberse dejado llevar por su complejo de inferioridad ante ellos. Pero no está aún claro que haya interiorizado emocionalmente esta comprensión perfectamente racional, ni que cuando la próxima ocasión se presente actúe en consecuencia: sería la primera vez en un asunto de verdad serio.
Por todo ello, el gran misterio de la política catalana, y de la española, es si cuando el próximo momento decisivo llegue –el de decidir si vota la investidura de Sánchez–, ERC y su líder serán capaces de defender su postura y sus intereses o se acabarán doblegando ante las amenazas de Puigdemont y los suyos de acusarles de «botiflers».
Conscientes de que su aventura terminó
En cualquier caso, el presidente del Gobierno tendrá que esforzarse en hacer una oferta lo más vistosa posible –aunque luego no la cumpla o la cumpla a medias– porque el independentismo, encerrado ya en su guerra fratricida, no está en la fase de «conseguir» sino de «hacer ver que consigue», para ir de simulacro en simulacro hasta que las próximas elecciones autonómicas determinen cuál de las dos mentiras, si la convergente o la republicana, ha resultado más creíble para un tipo de votante que, de todos modos, pide a gritos ser engañado para no tener que despertar de su ensoñación romántica, aunque la mayoría son conscientes de que su gran aventura ha terminado y de que han sido ampliamente derrotados.
Laura Borràs llega sin dificultad al votante más rural e irredento. Teniendo en cuenta la raíz carlista y selvática del independentismo que Puigdemont encarna y lidera, puede funcionarle bien como presidenta sustituta. Sería, además, la primera mujer que llega a este cargo. Pere Aragonès, más reflexivo y centrado, lidera todas la encuestas y venderá capacidad de gestión y de resolver los problemas de los catalanes. ERC confía en que su discurso sereno sea el preferido por los votantes independentistas, sobre todo frente a la crisis económica cuyos primeros efectos no tardarán en notarse.
Gestionar la crisis
El perfil de Aragonès es para gestionar con austeridad los tiempos de bonanza y con habilidad las crisis. Borràs rinde mejor en el cuerpo a cuerpo, en el contacto directo con la gente, aunque en ERC recuerdan que no tiene experiencia gestionando, que ha sido una consejera de Cultura «resultona pero más bien mediocre si miras concretamente su trabajo», y que es una «pija» por las fotografías que se ha tomado con sus coches de alta gama.
Puigdemont quería convocar elecciones en marzo, pero el juicio a Torra y sus recursos podrían demorar la fecha para tratar de aprovechar en las urnas la propaganda de la opresión de que un presidente de la Generalitat haya sido inhabilitado, aunque se dé la llamativa paradoja de que será Puigdemont, y no España, quien le inhabilitará, y no porque sea más o menos independentista sino porque le ha desobedecido. Como él ha hecho con el Estado: la historia se le repite ¿Y si le encarga a su abogado Boye que acuse a Puigdemont de fascista?
LOS TRAIDORES NO TIENEN AMIGOS.
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