EL PENSADOR
Y SE ENROCA EN LOS MISMOS ERRORES.
Llevamos veinte días de confinamiento, tal parece que los datos, muy lentamente, van mejorando la situación, aunque presentimos que por el camino van dejando un reguero de víctimas difícilmente asumibles en este Primer Mundo, en un país que decía disponer de la mejor sanidad del mundo.
Podríamos decir que nos cogió a todos en pelota y con la ropa lavada.
Muchos, esta oposición liderada por un individuo (cosecha de las juventudes del PP), un tipejo que no ha dado palo al agua en toda su vida, asesorado por otro que presume de ser campeón de escupir pepitas de aceituna, estos no están dispuestos a arrimar el hombro, tiran toda su artillería de carroñeros en contra del Gobierno por la gestión de esta crisis vírica en busca de carnaza electoral. Es lo que tenemos, difícilmente con estos mimbres lograremos cestos en condiciones.
Lo vemos en todos los países de colores diferentes, han pretendido algunos desmarcarse de las deficiencias de otros y acabaron decidiendo que era la mejor opción repetir errores ¿Por qué? Nadie sabe, nadie tiene las armas para pelear contra un enemigo que no se ve, que dispara agazapado y nosotros estamos en campo abierto sin posibilidad de defensa posible.
No tenemos mascarillas, no tenemos guantes, no tenemos respiradores, no tenemos los suficientes EPI para proteger a nuestros profesionales sanitarios (aquí un tirón de orejas a muchos de ellos), se les cogió a algunos robando mascarillas y guantes, sabemos todos que muchos de ellos surtieron las despensas de sus familiares con esos protectores llevados del puesto de trabajo, ahora están viendo que esa actitud les está llevando a situaciones límite. Me dolía, me duele, cuando vecinos, familiares y conocidos te dicen: yo tengo una caja de mascarillas que me la trajo del hospital tal médico, celador o enfermera, me duele en el alma, porque cuando tienes un hijo de altísimo riesgo y no consigues mascarillas aun pagando por ellas, que esos “profesionales” las repartieran sin límite es delictivo.
Está claro que la situación nos está sobrepasando a todos, es una pesadilla hecha realidad. Pero, así como debemos estar todos unidos para salvar la situación con el menor número de víctimas, no debemos caer en la tentación de la complacencia, debemos denunciar sin miedo, esa es la democracia, también proponer y disponer de criterio propio; no es posible que asumamos después de veinte días aislados que no sepamos de dónde salen los nuevos contagiados. ¿Se contagian en casa, en el trabajo, comprando, con la comida...? Los primeros días, eran contagios atrasados, de cuando todos estábamos por la calle. ¿Ahora, de dónde provienen? Creo que solo saben aplicar números y gráficos a la situación, sin discernir de dónde proceden para ponerles coto y remedio. Las cifras de muertos es claramente una nota muy negativa a todo nuestro sistema sanitario. Por cierto, muy aplaudidos, se les mueren a cientos y los aplaudimos; el día que salven a la mitad, les pondremos un piso. Sé de las condiciones, sé de sus carencias, sé de que hacen todo y más, pero no es tiempo de aplaudir cuando se mueren a centenares. ¿Por qué en otros países la letalidad es muy inferior? Dígannos. ¿Por qué? No es posible percibir esa diferencia y quedarse mudos. Se nos van nuestros abuelos, se nos van nuestros familiares, nuestros amigos... alguien debe dar datos y argumentos mejores y más completos.
Por ejemplo, los jóvenes sanos y con protección debieran estar trabajando; las empresas, a disposición de la situación; solo las personas de riesgo aisladas. Los perros, nada de paseos; los pueblos allí donde no llegó el virus, vida normal sin salir y entrar en ellos. No sé, se pueden hacer muchas cosas sin paralizar todo y que luego tengamos otro problema de difícil solución. Se dice que la salud primero, pero cuando vemos resultados el quedarse paralizados viendo caer personas como moscas es un poco desconcertante.
Salen a ruedas de prensa como temerosos; los presidentes, alcaldes, ministros y políticos en general están en cuarentena, se hablan y toman decisiones desde el sofá de casa. Ustedes deben estar en el frente de batalla, deben acudir al Parlamento, Senado, Ayuntamiento... y desde allí disponerse a gestionar todo con valentía. Si los mandos están acobardados, los soldados no estarán con la disposición suficiente para afrontar la batalla. ¡Porque les da vergüenza! Pero si pudieran, harían como el rey ese que fue a pasar la cuarentena con veinte concubinas a los Alpes alemanes. ¡Venga, saquen el culo del sofá y a por el toro!
Mi pretensión no es alarmar, es concienciar a los que deben liderar esta crisis, que no se acobarden y se paralicen como hasta ahora, que empiecen a tomar decisiones (las que sean, pero claras y con argumentos), que todos percibamos que están al pie del cañón; y si no saben o les puede la situación, que dimitan y se vayan.
Estoy convencido de que todo esto, en manos de gente mayor de edad (maduros, curtidos, templados, experimentados, responsables...), hubiera tenido otro recorrido y otras sensaciones. Se puede morir aceptando la muerte, pero es inaceptable morir por ineptitudes de otros.
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