el pensador
EN ESPERA DE LA ANSIADA VACUNA
La burbuja farmacéutica
¿Es posible que la cura
del covid resulte inasequible para la mayoría? No es una hipótesis tremendista:
de hecho, ocurre con fármacos innovadores como Zolgensma, una inyección que
cuesta 2,1 millones de dólares
solo un tratamiento de
un medicamento que parece solo eficaz no se sabe en qué grado puede costar unos
2000 euros como mínimo y me pregunto, no sabemos todavía quien es el culpable
del virus, muy desconocido, sus efectos secundarios a la enfermedad y ya nos
anuncian con un simple atisbo de
medicamento lo que puede costar el tratamiento una barbaridad para la mayoría
de las personas y no con gran garantía de su eficacia, este otro titular nos
sigue la idea de lo que se está cociendo a tiempo.
"Los tratamientos
contra el coronavirus con Remdesivir costarán 2.082 euros o más por paciente.
La farmacéutica estadounidense Gilead comenzará a cobrar por el
medicamento a partir de julio".
Con este panorama esta enfermedad parece diseñada para terminar con los
pobres y los más débiles, así pues EEUU
que no da puntada sin hilo ya se ha hecho dueño de esta marca para qué pasen
por caja el resto del mundo, hay una lucha feroz de búsqueda de medicamento y
vacunas contra el covid -19 asombrosa por los laboratorios farmacéuticos del mundo
y cuando vemos estas noticias nos alegramos pero no es por altruismo e inquietud
humanitaria es por el dinero ,el afán de riqueza, el ansia de lucrarse con la enfermedad,
con la muerte de los demás por supuesto que deben de ganar dinero pero no
chantajear con la muerte y dejar a los más necesitados en la orilla del camino así
que los humildes no les queda más que encomendarse a dios para los creyentes y
los demás a su naturaleza para salvar la situación porque lo que es aspirar a
un tratamiento solo va ser para los
ricos privilegiados ¿no serán los que dejaron por descuido al virus pasear fuera del laboratorio porque
si esto fuera así ya no habría palabras para calificar esta ignominia
humanitaria.
Así pues nuestra esperanza por los suelos en callejón sin salida y sigue
pintando bastos.
José Ángel Miyares Valle
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