Esquivar el Covid entre cuatro paredes
Hermanos con distinta afección, parejas o matrimonios donde uno sí enfermó y el otro no pese a vivir bajo el mismo techo: el virus no ha no en todos los entornos familiares o sociales ha actuado de la misma manera.
Pese a la velocidad de transmisión que ha demostrado tener el coronavirus, no en todos los entornos familiares o sociales ha actuado de la misma manera. En algunos casos, ha habido parejas en la que, pese a vivir en la misma casa, solo ha afectado a uno de los miembros. Precisamente este fue el caso del primer contagio que se dio en Baleares, un ciudadano británico que se infectó de Covid-19 en una estación de esquí en Francia y, una vez en España, pese a estar con su familia y dar positivo, ellos dieron negativo. «Hay diversos motivos por los que una persona puede no infectarse, y algunos aún los desconocemos», explica el doctor Javier Arranz Izquierdo, médico de familia, y miembro del grupo de enfermedades infecciosas de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc). «Por ejemplo, una persona que se va de viaje, y no está en el momento del contagio con sus allegados. Sabemos que en personas que tienen la enfermedad leve o sin síntomas la capacidad de contagio al cabo de una semana es mínima. Es una cuestión de plazos, como el caso de Baleares, que fue probablemente por el tiempo que había pasado».
Pero hay otros aspectos que pueden afectar a la hora de contagiarse o no, explica este médico, como la capacidad y la carga viral que una persona tiene para infectar, la capacidad inmunitaria de las personas que conviven con el infectado o las medidas de prevención que se sigan. En estas medidas es donde se ha puesto el mayor énfasis durante esta pandemia. «La norma que hemos estado dando a las personas infectadas es el aislamiento. Estar en una habitación y no salir de ella, que esté bien ventilada y que cualquier persona que entre ahí vaya protegida, tratar los residuos que se generen de manera adecuada, etc.», recuerda el doctor Arranz, que hace hincapié también en la higiene personal para evitar esos contagios.
Las medidas de higiene que tomaba desde principios de marzo Ana Higuera, de 26 años, propietaria de una farmacia en Madrid, no surtieron todo el efecto que deberían. Aparte de lavarse las manos continuamente, cuando llegaba a casa se quitaba la ropa de trabajo y dejaba los zapatos fuera. En la farmacia, había instalado mamparas protectoras desde finales de febrero, y tanto ella como el resto de trabajadores utilizaban protección a la hora de atender a los clientes. Pero el domingo 22 de marzo, cuando se despertó y bebió un café que no le supo a nada se percató de que estaba contagiada y de que era de las personas a las que el virus les hacía perder el gusto y el olfato.
«Entiendo que lo cogí en el trabajo. Por lo que ahora se está viendo llevamos conviviendo con el virus desde enero y en la farmacia habíamos visto muchos catarros que en realidad no lo eran…», explica. Sin embargo, pese a permanecer en casa y convivir con su marido, este no se contagió. «Él pensaba que lo habría pasado asintomático, porque en realidad solo dormimos separados la primera noche, ya que pensamos que mientras yo lo estaba incubando ya se lo podría haber transmitido. Pero cuando nos hicimos el test a él le dio negativo y a mí positivo», relata.
Bastante más duro fue el encierro de E.J.V., médico de familia en un centro de salud de Madrid, que estuvo aislada en su dormitorio casi dos meses, hasta que el último PCR le salió negativo. Comenzó con tos el 8 de marzo, pero lo relacionó con su asma, utilizó el ventolín y pasó el día con su familia. Por la tarde, al ponerse el termómetro y ver que tenía fiebre ya decidió actuar. «No mejoré, me encontraba rara. No me gustó nada, era un cuadro distinto a cuando hay gripe», explica. Así, pidió a su marido que cogiera las cosas que necesitara de la habitación para que, a partir de ese momento, solo ella entrara. “No salía del dormitorio. Me trajeron una botella de lejía y bayetas y todos los días limpiaba todo lo que había tocado. Me dejaban bandejas con comida en la puerta y después de comer lo dejaba en una esquina de la habitación. Una vez al día avisaba de que iba a salir para que se metieran en sus habitaciones, y ahí me lavaba bien las manos, me ponía la mascarilla y salía para lavar mi ropa en la lavadora a 60 grados y limpiar todo lo que había usado. Mi obsesión era que no tocaran nada de lo que yo había tocado”, cuenta.
Los primeros quince días fueron además especialmente duros, pues la preocupación sobre si habría contagiado a su familia estaba presente. Además, pasaron unos días hasta que logró que le hicieran el PCR y conoció el resultado, por lo que también hubo tiempo de incertidumbre. Pero a todo esto se sumó la «culpabilidad» por no poder estar trabajando en unos momentos en los que los profesionales sanitarios estaban desbordados, por lo que se dedicó a leer y estudiar todo lo que le llegaba y enviar aquello que fuera interesante a sus compañeros. «Fue mi salvación. Intelectualmente me encontraba bien y eso me liberaba, me hacía sentir mejor. Fue mi labor para saber que estaba participando», asegura.
También en la habitación pasaba su día a día Óscar Olivier, un joven de 27 años que contrajo el virus en una cena en casa de su novia el día antes de que se decretara el estado de alarma. Cuando empezó a tener síntomas y para no contagiar a su familia pasaba el día en su dormitorio, desde donde también teletrabajaba. Solo salía para ir al baño -que esos días usó únicamente él- o para coger comida o agua, siempre intentando tocar lo menos posible todo el mobiliario y sin acercarse a donde estaban el resto de miembros del hogar. «Lo que hacía era tener mucho cuidado. Cuando salía de la habitación me lavaba bien las manos e intentaba no tocar nada o tocar lo mínimo posible. Abría la puerta con cuidado, la nevera la abría por la parte de arriba, por donde no toca nadie… cosas tontas pero para tener cuidado», relata.
En su caso, los síntomas fueron los propios de la gripe, con fiebre, tos y malestar general, aunque no le llegaron a hacer PCR. Una vez recuperado, se hizo el test de anticuerpos y dio positivo. En su familia, en cambio, dieron todos negativo.
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