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miércoles, 24 de junio de 2020

SIN ARGUMENTOS ME MARCHO.

El estado de la nación

El representante progresista dejó del hemiciclo iracundo cuando se exigía «la verdad».

Media España asistía en vilo al debate del estado de la nación. Pero la temperatura dialéctica y gestual del toma y daca acabó sobrepasando las expectativas. La rubia representante liberal se mostró aplomada en relación a intervenciones anteriores. Con un inédito tono sosegado procedió a evaluar la actuación gubernamental ante el coronavirus. Su balance fue negativo: «El Gobierno de Pedro Sánchez no ha estado a la altura», zanjó. Ante sus palabras, el representante progresista deambulaba por el hemiciclo con mirada de fuego. Pero la mujer continuó impasible con su argumentario: «Con todo el respeto, ¿alguien me puede decir cuántos muertos ha habido en España? Cada día nos decían una cosa y yo solo pido que me digan la verdad». Su

 demanda sulfuró al representante socialista: «Tu discurso está plagado de mentiras, falsedades y manipulaciones. Ningún país estaba preparado para esto», le reprochó. Para defender al Gobierno, el hombre del PSOE recordó que en España las competencias sanitarias están en manos de las comunidades. Pero la oradora liberal lo atajó: «Eso no es así. En este caso el Gobierno estaba al mando de todo el país».
El debate se fue enconando: «Este tipo de discursos vacíos como el tuyo son muy peligrosos -le reprochó el socialista-, porque puedes enardecer a la población. Son discursos populistas basados en lo terrible». Pero la representante liberal guardaba una bala en la recámara: un testimonio de primera mano de lo sucedido, a través de «mis amigas que van en metro» y su propio marido, conductor de ambulancia. Y ahí estalló todo. Ante esa apelación a las vivencias del pueblo llano, el socialista se sintió señalado como clase alta, ajena a las vicisitudes de la gente, y con un gesto iracundo y teatral abandonó el escenario.
Así discurrió el debate, que todavía colea por las redes y en la memoria colectiva. Nos referimos, por supuesto, al que enfrentó a dos conspicuos representantes de la Generación X española. A la derecha del ring, Belén Esteban Menéndez, 46 años, criada en el madrileño cruce de Ciudad Lineal, de profesión sus televisiones, heroína posmoderna, con título de Princesa del Pueblo e hija sonada con el torero de Ubrique. A la izquierda, el badalonés Jorge Javier Vázquez Morales, 49 años, hijo de emigrantes de Albacete y Murcia, escolar de colegio del Opus y ahora divo LGTBI, licenciado en Filología, exredactor de «Pronto» y «Súperpop», presentador de éxito en lo que él denomina «fast-tv», o «neorrealismo televisivo», y otros directamente telemorralla.
El debate dejó dos conclusiones. La primera es poco sorprendente: el supuesto «progresista» se mostró mucho más intransigente que quien ejercía su legítimo derecho de crítica al Gobierno. Como si aquello fuese una purga de Grande-Marlaska, Jorge Javier llegó al drástico extremo de desposeer a Esteban de su título: «Has dejado de ser la Princesa del Pueblo para convertirte en... ¡una cayetana!». La segunda conclusión es tremenda: esta mañana vi en acción a Adriana Lastra, Irene Montero y María Jesús Montero, y la deprimente verdad es que lo de «Sálvame» casi tenía más nivel.

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