Santiago Ramón y Cajal, con sus hijos Fe, Jorge, Paula y Santiago, en Barcelona, en 1889.
Ramón y Cajal contra “la superioridad del cráneo catalán”.
El premio Nobel combatió las teorías pseudocientíficas que alimentaban el separatismo en Cataluña.
Era su primer día como alcalde de Barcelona. El médico Bartolomé Robert se dirigía a pronunciar su primera conferencia pública, ante un Ateneo Barcelonés abarrotado y expectante. El título de su intervención era llamativo: “La raza catalana”. Corría el 14 de marzo de 1899. Rodeado de grandes dibujos de cráneos, Robert comenzó a exponer la “sólida prueba del índice cefálico de las distintas razas, siguiéndolas en su camino a través de España”, según relató al día siguiente el periódico La Vanguardia.
Ante un mapa de España coloreado, el médico proclamó que los habitantes de Valencia tenían el cráneo más oval, mientras que en Asturias y Galicia predominaba un cráneo redondo, similar al de los “primitivos habitantes” llegados a la península ibérica desde el norte de África. En Cataluña, sentenció Robert, el tipo dominante era un cráneo intermedio, “siendo notable bajo estos conceptos el que sea en Aragón, de España, donde aparece más distintamente marcada la diferencia antropológica a ambos lados de la frontera”, según la crónica. “Dejó el doctor Robert para otra conferencia el ocuparse de los caracteres diferentes de la raza catalana bajo el punto de vista mental”, culminaba el periodista.
El alcalde de Barcelona en 1899, Bartolomé Robert, defendió la existencia de una "raza catalana", con diferente índice cefálico
Pero jamás llegó a producirse aquella segunda conferencia. La polémica de los cráneos se extendió enseguida por los estamentos intelectuales de España. El doctor Robert había sido compañero del neurocientífico Santiago Ramón y Cajal, profesor de la Facultad de Medicina de Barcelona durante cinco años. En sus memorias, tituladas Recuerdos de mi vida (1917), Ramón y Cajal todavía recordaba los “lazos de afecto sincero” que le ligaban a Robert: “Clínico eminente, luchador de palabra precisa e intencionada que, andando el tiempo, debía sorprendernos a todos dirigiendo el nacionalismo catalán y proclamando urbi et orbi, un poco a la ligera (no era antropólogo [...]), la tesis de la superioridad del cráneo catalán sobre el castellano”.
Con su habitual humor, el premio Nobel español señalaba que la opinión de Robert era “desinteresada, pues además de gozar de un cráneo exiguo, aunque bien amueblado, había nacido en Méjico y ostentaba un apellido francés”. Robert, efectivamente, había nacido en Tampico, hijo de una madre vasca y de un padre mexicano de origen catalán. Siete meses después de su polémica charla, el 12 de octubre de 1899, Robert presentó su dimisión, tras intentar luchar contra el caciquismo en Barcelona. Tres años después, murió.
Ramón y Cajal fue durante toda su vida un enamorado de Cataluña y un látigo del separatismo. En su libro El mundo visto a los 80 años, publicado en 1934, pocos días después de su fallecimiento, lamentaba las tensiones independentistas que surgían entonces en algunos sectores de Euskadi y Cataluña. “A pesar de todo lo dicho, esperamos que en las regiones favorecidas por los Estatutos prevalezca el buen sentido, sin llegar a situaciones de violencia y a desmembraciones fatales para todos. Estamos convencidos de la sensatez catalana, aunque no se nos oculta que, en los pueblos envenenados sistemáticamente durante treinta y cuatro años por la pasión o fascinados por prejuicios seculares, son difíciles las actitudes ecuánimes y serenas”, reflexionaba.
Ramón y Cajal, un aragonés nacido en 1852, tenía un segundo hogar en Cataluña. Su padre había estudiado Medicina en Barcelona. Y allí mismo, entre 1887 y 1892, el neurocientífico llevó a cabo los principales descubrimientos —sobre las neuronas, las “mariposas del alma”— con los que ganó el premio Nobel. También en Barcelona nacieron varios de sus hijos y murió trágicamente, por una meningitis, su pequeña hija Enriqueta.
Unos años antes, en 1873, el joven Ramón y Cajal había cumplido el servicio militar obligatorio en Lleida, enfrentado a las tropas carlistas. “Durante estas andanzas militares tuve ocasión de conocer de cerca el carácter catalán. De las gentes que traté guardo grato e imborrable recuerdo”, rememora en Recuerdos de mi vida.
"En los pueblos envenenados sistemáticamente [...] son difíciles las actitudes ecuánimes y serenas", escribió Ramón y Cajal
“En las casas donde se celebraban reuniones, y hasta en las familias más modestas, las señoritas tenían a gala hablar castellano, y se desvivían por hacer agradable nuestra estancia. Consideraban el catalán cual dialecto casero, adecuado no más a la expresión de los afectos y emociones del hogar”, asegura el neurocientífico. El sentimiento de “cariño a España” surgía “espontáneamente en todas las provincias catalanas”.
En sus textos, Ramón y Cajal sugiere que una parte de la ciudadanía catalana fue más tarde “envenenada” por caciques con mentiras pseudocientíficas. “El auge del catalanismo político también tuvo su reflejo en la tentativa de fundamentar la especificidad catalana en lo somático [un cuerpo humano diferente]”, confirma el libro Historia de la antropología en Cataluña, publicado en 1997 por el investigador Lluís Calvo.
La ignorancia fue el caldo de cultivo para el nacimiento de estas teorías, según Calvo, director de la Institución Milà i Fontanals del CSIC, en Barcelona. “El casi nulo desarrollo de las investigaciones de carácter antropobiológico en la Cataluña decimonónica, así como la escasa articulación de los trabajos en Prehistoria o en Arqueología, hicieron que, en ciertos círculos políticos catalanistas, se buscasen argumentaciones de carácter somático para justificar la referida especificidad”, argumenta en su libro.
“El auge del catalanismo político también tuvo su reflejo en la tentativa de fundamentar la especificidad catalana en lo somático [un cuerpo humano diferente]”, explica el antropólogo Lluís Calvo
Calvo también recuerda el caso del historiador José Pella y Forgas, que en sus Estudios de Etnología Catalana (1889) defendía la diferente conformación física de los catalanes. “Nuestra nacionalidad subsiste y no se confundió en la hegemonía castellana o francesa, porque tiene una base étnica propia y fundamental (revelada, entre otras cosas, por el cráneo sardo, el más numeroso en Cataluña y aún en Valencia y Mallorca)”, sostenía Pella y Forgas.
Algunos investigadores actuales quitan peso a esta componente racista del separatismo histórico. En su tesis sobre el doctor Robert, el historiador Santiago Izquierdo, de la Universidad de Barcelona, apunta que “en aquel momento el estudio de las razas humanas no tenía las connotaciones, sobre todo políticas, que tiene en la actualidad”. El propio Robert, subraya, aseguró en 1900 que él no hablaba de “cráneos privilegiados”, aunque seguía insistiendo en los diferentes índices cefálicos observables en las distintas regiones de España.
"En realidad, el doctor Robert, en su conferencia, se limitó a hacer un estudio rigurosamente científico. Si en el nordeste de la península predomina un tipo craneano diferenciado, los catalanes no vamos a deformarnos el cráneo en aras de la unidad española”, escribió Antoni Rovira i Virgili, político de Esquerra Republicana de Catalunya, en su libro El nacionalismo catalán, de 1917.
“¿No se nos tolerará a nosotros que hablemos de raza catalana, y se celebrará mientras tanto en las tierras de lengua castellana esa reciente, artificial y envarada Fiesta de la Raza?”, se preguntaba en referencia a la recién instaurada celebración del 12 de octubre, en conmemoración del descubrimiento de América.
“Aquí en Cataluña no se habla casi nunca de Ramón y Cajal. Y yo creo que es porque criticaba mucho el separatismo", opina su sobrino bisnieto
La discusión sobre “la raza catalana” parece un delirio propio de otro siglo, pero ha tenido ecos recientes. El historiador Oriol Junqueras, presidente de Esquerra Republicana de Catalunya hoy en prisión preventiva, comentaba en 2008 en el diario Avui un estudio científico sobre el mapa genético de Europa: “Hay tres Estados (¡sólo tres!), donde ha sido imposible agrupar a toda la población en un único grupo genético. En Italia, en Alemania [...] y en España, entre españoles y catalanes".
Junqueras veía una frontera genética que no aparecía en los datos. Lo que en realidad decía aquel estudio es que las diferencias genéticas eran mínimas en todo el continente e iban variando gradualmente con la distancia geográfica. Si se toman muestras de solo dos poblaciones, como se hizo en España, se aprecian esas mínimas diferencias. “Si hubiésemos analizado más, se vería el cambio gradual. No hay fronteras ni delimitaciones genéticas”, confirma uno de los autores del trabajo, el biólogo Jaume Bertranpetit, de la Universidad Pompeu Fabra, en Barcelona. “Europa es, genéticamente, muy aburrida”.
Un sobrino bisnieto del neurocientífico, también llamado Santiago Ramón y Cajal, es hoy un prestigioso patólogo en el Hospital Universitario Vall d'Hebron, en Barcelona. Y cree que allí, por razones políticas, "se ha ignorado" al hombre que ganó el premio Nobel gracias a sus investigaciones en un laboratorio barcelonés. “Aquí en Cataluña no se habla casi nunca de Ramón y Cajal. Y yo creo que es porque criticaba mucho el separatismo. Era muy antiindependentista”.
PARECE QUE EL RACISMO VIENE DE LARGO Y ADEMÁS HAY MUCUHOS SEPARATISTAS SIN APELLIDOS CATALANES COMO RUFIAN Y OTROS FURIBUNDOS SEPARATISTAS Y RENEGADOS DE SER ESPAÑOLES
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