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viernes, 27 de diciembre de 2013

EL DISCURSO DE LA MENTIRA

Discurso de Navidad de la Mentira.
Comparezco, como cada Navidad, ante vosotros los españoles: parezco encantadora como siempre pero los más avispados y los más suspicaces y los más aficionados a beber de mi cáliz podréis notar cómo mi encanto fascinante esconde rencor, y sabréis que estoy furiosa.
Yo, la Mentira, a quien tanto debéis y a quien tanto negáis, no hablaría con estas palabras de pedestal si no fuera por la situación en la que me estáis colocando. Incluso yo, lisonjera, hipócrita y endulzadora de todas las hieles, tengo que ponerme seria y afear mis facciones bellas y quitarme el maquillaje y las ropas carísimas con que acostumbro a vestir. Tengo que aparecer desnuda, como esa perra de la Verdad, por culpa de vuestra conducta desleal.
El hambre os sienta muy mal, españoles. Os vuelve honrados. Toda la ligereza con que despreciáis a la Verdad entre las risas de la opulencia, se convierte en lentisco de ceños fruncidos cuando el hambre emite su luz de prisma cortante, su luz de quirófano en los tiempos de carestía. Naturalmente no renunciáis a los favores de mi ministerio. Os servís de mi copa inagotable hasta poneros gordos de falsedad, como cerdos simpáticos. Ceno con vosotros y vuestras parejas y os protejo de la tiranía de la Verdad. Con mi hija la excusa hacéis lo que os apetece y rehusáis lo que os revienta. Os protejo con mi manto opaco de las reacciones que provocarían vuestros actos si quienes os quieren los conocieran. ¿Y qué me decís de mi hija la ilusión? Hago creer a vuestros hijos en la existencia de los reyes de Oriente que los ata a la niñez, les permito la esperanza, lana tibia que sale de mi rueca. Cuando vuestros niños os descubren tan poco ejemplares, tan humanos, tan abyectos, yo cubro sus ojos.
Y cuánto os divierto. Voy con vosotros al cine o al teatro y os permito disfrutar de las hazañas ficticias de mis hijos. Soy la luz amarilla de la lámpara sobre las páginas del libro y estoy, como mancha de café, en el periódico que leéis desayunando.
Teníamos un pacto y lo estáis estropeando. Vivís de mí y yo vivo de vosotros: cuando me negáis, cuando os llamáis sinceros, aumentan las hectáreas de mi reinado.
Nadie os quiere tan sinceramente como yo. Amo todas vuestras faltas. Celebro cada una de las ocurrencias adorables de vuestros propósitos para el año que empieza. Vosotros decís que iréis al gimnasio y al gimnasio voy yo. Juráis que comeréis más sano pero soy la única que prueba las verduras cocidas sin sal. Abjuráis de los festines y yo permanezco aburrida, sentada sobre la moribunda Verdad, mientras corréis a castigaros el hígado y a dilapidar un dinero que diréis que gastasteis en otra cosa.
En este 2014 que comienza, perseguid a quienes pongan la tinta a husmear en busca de la Verdad. Nada os ha hecho más daño, españoles, que la Verdad. Dejadme daros buenas noticias. Volved a mí y todo irá mejorSé que nuestra relación corre pareja a la relación que tenéis con uno de mis hijos pródigos: el Comercio, que tanto os enriquecía. Ya sabéis que mi marido, don Dinero, sabía cómo disfrutar de una noche de bodas. Ebrios de bebercio concebimos al Comercio, que nació con los ojos abiertos. Tenía lo mejor de nosotros dos y echó a correr por el mundo, frenético como un niño de negocios. A su paso florecían rascacielos, urbanizaciones, civilización. Donde Comercio ponía un pie aparecía un adoquín, un kilómetro de vía, una tubería. Comercio sabía tirar de mi manto y del manto de su padre cuando correspondía. Era mucho más equilibrado que yo y más frío que su padre.
Pero los hijos no pueden evitar su herencia. Comercio perdió los papeles y os dejó empobrecidos. Todo el mundo dijo que se parecía más a su madre que a su padre.
¡Quizás tenían razón! Sin mis dones, Comercio no hubiera sido tan pródigo. Su padre es brillante, es gracioso, pero no tiene cerebro, es todo fiesta, es todo diversión. Toda la inteligencia de Comercio la pongo yo, pues su padre es simple energía. De manera que yo he sido la base de vuestro bienestar y he permitido correr a mi marido de una cuenta corriente a otra. ¿Alguien puede imaginarse a un banquero que no mienta? ¿A un trabajador que no mienta? Yo estaba con el albañil que cobraba el paro y hacía facturas en negro para sus chapuzas, y con el tiburón de fondo de inversión que trataba a los números como si tuviera un circo de pulgas. ¿O hay un cliente y un comprador que no mientan? Comercio se las arreglaba para que yo abriera campo a su padre, el Dinero, y los tres juntos nos fuimos a vivir a la Costa del Sol.
Dinero se cansó de la playa. Se ha ido y nadie sabe dónde está, y a quien lo sabe yo lo encubro. Entretanto, mi hijo Comercio pasa hambre. Cuando no pasa hambre, yo lo encubro también. Vuestro país, que tanto me debe, recibe ahora un ciclón de ventosa Verdad. Me despeina, me echa abajo el tejado, me quiere exterminar. Y mientras tanto, vosotros seguís ordeñándome como siempre. Somos los mismos y decís que me la tenéis jurada. Vuestros rasgos españoles, que eran tan redondos y tan brillantes, se han endurecido. Antes teníais los ojos cegados de alegría y ahora me perseguís con la mirada. ¿Queréis ser noruegos? ¿De verdad? ¿Queréis vivir sometidos al clima helado de la honradez? Estáis jugando con fuego.
Acudís a los periódicos, que tanto han favorecido mis negocios, para que os digan la Verdad. ¡Lo que me faltaba por oír! Si queréis saber la Verdad, enfermad de cáncer y visitad un médico. ¡Ese es el reinado de la Verdad! Y tranquilos, que yo os daré consuelo y os diré que hay posibilidades de salir de adelante.
Comparezco ante vosotros, españoles, para recordaros todo lo que os he dado. Permitid a vuestros políticos que mientan como mentís vosotros. Dejadme volver a ver a mi hijo el Comercio, y juntos invocaremos al Dinero. Vuestra riqueza será duradera. Os lo digo yo, la Mentira, vuestra amiga. En este 2014 que comienza, perseguid a quienes pongan la tinta a husmear en busca de la Verdad. Nada os ha hecho más daño, españoles, que la Verdad. Dejadme daros buenas noticias. Volved a mí y todo irá mejor.

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