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domingo, 3 de octubre de 2021

"YO YA NO QUIERO VIVIR"

 «Yo ya no quiero vivir»

Las familias afectadas por el paso de la lava reciben, además de acompañamiento psicológico, comida y productos de higiene y limpieza.

Aunque tiene dos hijas y un marido con el que comparte su destino, a Carmen -nombre ficticio- se le cayó el mundo encima el mismo día que salió de su casa tras la erupción del Cumbre Vieja. «Yo ya no quiero vivir», les dijo a los miembros del equipo de Servicios Sociales que el ayuntamiento de El Paso tiene instaurado en el Centro de Día. Es uno de los tres puntos neurálgicos en los que se recibe y reparte la ayuda en este municipio y en el que las familias reciben tanto acompañamiento psicológico como fisioterapéutico además de comida y productos de higiene y limpieza.

Ayer, el grupo de voluntarios que se releva desde hace ya dos semanas, estaba compuesto por personas de todas las edades. Desde estudiantes que vienen desde la Universidad de La Laguna, en Tenerife, para pasar apenas dos días, hasta amas de casa que han atravesado la isla desde la capital para ordenar las estanterías del que parece un supermercado en toda regla. De momento, según cuenta Ángeles Fernández, concejal de Servicios Sociales de El Paso, la ola de solidaridad les ha abrumado, y ya piden más espacios para acomodar los enseres que no caben en las dependencias municipales.

Pillaje y reventa

Aunque en un principio pidieron ayuda de todo tipo, ya no necesitan más ropa, por ejemplo, y muchas veces la solidaridad ha llegado incluso a confundirse. «Ayer filtramos en torno a un 40% de lo recibido», de lo que se encargará el consejero de Residuos del Cabildo, incide la concejal. Dos semanas después ya han detectado incluso el pillaje y reventa de productos que en un principio estaban encaminados a ayudar a los desalojados. «Ahora lo que agradecemos es que las empresas que quieren donar emitan cheques, para así controlar que realmente van a parar a quienes así lo necesitan», zanja.

Entre las paredes de ese edificio, que es un trasiego de afectados, medios de comunicación y voluntarios, a veces ríen, a veces lloran, y otras muchas hasta temen los bramidos del volcán que no descansa, y que se resienten en muchas de las paredes y puertas del edificio. Lo que más temen desde el consistorio es que a los vecinos les cueste superar este duro golpe. «Si ya con la pandemia lo pasaron mal y aumentó el índice de suicidios, ahora nuestros esfuerzos deben centrarse en la salud mental de estas personas», dice Fernández.

Para ello, un grupo de psicólogos especiales, desplazados desde todas partes de España, acompañan a estas familias en su duelo. «El peor de todos los escenarios es la incertidumbre, hacerle frente a ella», apunta a ABC Cristina García, coordinadora provincial del Grupo de Intervención en Emergencias y Catástrofes y uno de los principales apoyos para estas familias. En esta crisis, que no deja de ser una gran catástrofe, la manera de abordar cada caso particular cambia, y es aquí donde toma especial relevancia el apoyo y la unión que entre los mismos afectados se están aportando día tras día.

Dos calles más abajo, otra concejal, Teresa Hernández, responsable de Educación y Participación Ciudadana, pasa el día doblando ropa, organizando sillas de bebé e incluso soñando con dedicar una sala del recinto ferial para crear una gran juguetería. De momento, la mayor parte de la ayuda que han recibido procede de las propias islas, aunque les consta que toda la Península y el archipiélago balear se han volcado con su ‘isla bonita’. «No nos ha dado tiempo a pararnos a pensar ni siquiera en todo lo que ha ocurrido, pero nuestros vecinos necesitan saber, por lo menos a medio plazo, que tendrán todo lo que necesiten», explica. Al principio, reticentes a recibir ayuda, eran pocos los que se acercaban. Ahora «ya son más, y para eso mismo estamos», dice mientras dobla un pequeño pantalón con talla de bebé.

Mientras, fuera del epicentro solidario en que se ha convertido el recinto ferial, aunque los voluntarios se afanan en mantener la acera libre de los restos que llegan, el viento incesante y su rugido no deja de recordarles que «esto solo parará cuando él quiera».

VAYA DESGRACIA MAS ENORME,POBRE GENTE

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