Portugal y España, las dos caras de la moneda en los rebrotes del coronavirus
La explosión del turismo cercano en plena pandemia inunda el país vecino de españoles, sorprendidos al ver que no se requiere mascarilla en las playas portuguesas o que Lisboa y Oporto no han cancelado sus ferias del libro.
Portugal ha pasado el umbral de los 1.800 muertos por coronavirus y deja atrás los rebrotes con una eficacia que supera en un 250% a las acciones descoordinadas y a destiempo vigentes en España, donde los contagios se cuentan por miles, mientras al otro lado de la frontera permanecen alrededor de los 300 casos al día. De hecho, el archipiélago de Madeira (con la isla homónima y la de Porto Santo) no ha registrado ni un solo muerto desde el estallido de la pandemia.
Cierto que, hace poco más de un mes, repuntó la situación en las regiones de Lisboa y del Alentejo… hasta el punto de que fallecieron 18 personas en una residencia de Reguengos de Monsaraz, a 100 kilómetros de Badajoz. Una circunstancia que ha levantado ampollas, pero que ha dado paso a una reactivación de los radares de la Sanidad pública, cada vez más dispuesta a potenciar los seguimientos en los domicilios.
Nada que ver con la desidia institucional palpable en suelo español, donde el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparece para colocar la pelota de la responsabilidad en el tejado de las comunidades autónomas y apenas se inmuta pese a la gravedad y la progresión de las cifras. En vista de que el panorama no mejora y de que Aragón, Cataluña, Madrid o País Vasco encabezan las zonas del continente europeo con mayor incidencia de la nueva enfermedad en las últimas semanas, la época de vacaciones por excelencia ha sido testigo de unos desplazamientos más cercanos que otros años.
Destino «amigo»
El miedo a eventuales complicaciones repentinas, la experiencia del pasado cierre fronterizo y la prudencia de limitar los gastos han llevado a cientos de españoles a quedarse en territorio nacional o, como mucho, cruzar a la cuna del fado, una vez comprobado que su buen comportamiento generalizado durante la pandemia se ha unido a su proximidad geográfica para convertir Portugal en un destino más «amigo» que nunca. «No conviene ir más lejos», se cuestionan algunos. El Gobierno del país vecino recuerda en sus indicaciones oficiales que «en territorio portugués y en fronteras terrestres con España, no existen restricciones a la movilidad, debiendo ser siempre respetadas las normas de distanciamiento social y la utilización de mascarilla». También subraya: «Los pasajeros de los vuelos a Madeira deberán presentar un test de Covid-19 con resultado negativo y realizado dentro de las 72 horas previas al embarque, o bien podrán efectuarlo a su llegada».
En las playas lusas no se exige el uso de mascarilla, como sucede en las de Andalucía o Galicia, donde si uno camina por la orilla debe portarla y solo se la puede quitar en el momento en que se tumba o se sienta para leer, charlar o relajarse contemplando las olas.
Así pues, un simple paseo por cualquier arenal portugués transmite una sensación mucho más tranquilizadora y no se experimenta la sorpresa de hallar a veraneantes con parte del rostro cubierto. «El número de bañistas ha aumentado sustancialmente en los meses de julio y agosto, sobre todo en el Algarve gracias a la llegada de españoles y alemanes [que compensaron mínimamente la falta de británicos, motivada por la declaración oficial de Londres a la hora de desaconsejar los viajes a Portugal a causa de los rebrotes un mes atrás]. Es pronto aún para disponer de estadísticas, pero la tasa de ocupación va mejorando», explica Joao Carreira, presidente de la Federación Portuguesa de Concesionarios de Playa. Y añade: “La playa es un lugar seguro. Es ocio, es salud y animo a la gente que venga. Pueden hacerlo con todas las garantías».
Otra clara diferencia entre la alarma reinstalada en España y el mayor optimismo que se observa en Portugal está relacionada con la cancelación de la Feria del Libro de Madrid, convocada inicialmente para la primera quincena de octubre. En cambio, se inauguró la Feria del Libro de Lisboa este jueves 27 de agosto y la de Oporto el viernes 28. Ambas con la presencia del presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, para dar el pistoletazo de salida y ambas extendiéndose hasta el 13 de septiembre.
Las normas de seguridad se han acrecentado, pero volverán a ser protagonistas las firmas de autores, tal cual demostrará el mismísimo Antonio Lobo Antunes atendiendo a sus lectores los sábados 5 y 12 de septiembre a las 16.30 horas en el parque Eduardo VII de la capital portuguesa. Con distancia social y mascarilla obligatoria, eso sí. Igualmente, se colocarán puntos con dispensadores de gel desinfectante y se facilitará la circulación de las personas habilitando vías de entrada y salida a la caja central, así como simplificando el acceso a las casetas y pabellones. Objetivo: evitar que se crucen los que suben y los que bajan.
En Oporto, la cita gana más espacio con el fin de evitar aglomeraciones. Así, a los Jardines del Palacio de Cristal se sumarán la Casa do Roseiral y el Super Bock Arena.
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