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sábado, 22 de febrero de 2020

SANIDAD PÚBLICA ¿QUE ES ESO?

EL PENSADOR
 
ENGAÑO TOTAL.
Cuando un foráneo me pregunta por la sanidad asturiana, le contesto invariablemente que en Asturias no tenemos sanidad.
Desde que en el año 2002 el Principado decidió hacerse con la competencia sanitaria, lo que era una sanidad de calidad que empezaba a saturarse, se ha desplomado hasta convertirse en esto que tenemos hoy, al tiempo que se disparaba el gasto sanitario por habitante; lo que constituye un caso singular de incompetencia.
El día en que hace diecinueve años contraté un seguro médico que eludiera listas de espera demasiado prolongadas en las distintas especialidades y pruebas diagnósticas no podía imaginar ni remotamente que llegaríamos a esto. Certifico que en los consultorios privados éramos cuatro en esa época. Ahora somos legión, en un desborde tan aparatoso, que a veces hay que esperar semanas para ver a un especialista; lo que pone el contraste a la estampida que el ciudadano ha protagonizado desde la sanidad pública en esta región.
En los últimos años y de modo crecientemente progresivo, esta cobertura privada me ha permitido capear mis problemas cervicales, vigilar mi colon, revisar mi vista o manejar mi tendencia a las bronquitis invernales sin esperar meses, y ha constituido un eficaz complemento a la laxitud de nuestra sanidad. Ahora es ya mi única sanidad, con excepción del médico de familia.
Sale también de mi peculio cuanto mi modesta póliza no cubre. Así, se han llevado mis dineros escáners, TACS, sesiones fisioterapéuticas, ecografías... y todo aquello que esperas impropias de un país civilizado dejaban únicamente en mis manos, mientras mes tras mes cercenaban de mi nómina el coste de una sanidad que no existe.
Para constatar aún más lo evidente y por si hiciera la falta que no hace, hoy, 21 de febrero, tras ver una placa del hombro, mi médico de cabecera ha dictaminado que mi dolorosa tendinitis no puede esperar más en manos de los fisioterapeutas que me pago yo, y ha cursado volante preferente para el traumatólogo. Volante preferente: consulta para el 25 de noviembre. De este año. Ni que decir que ya he vuelto a solicitar cita traumatológica con mi seguro, a la que seguirá con seguridad una ecografía con mi seguro, y un tratamiento y rehabilitación con mi bolsillo.
Llegados a este punto alguien tiene que empezar a decir lo que todos sabemos: que con menos dinero del que ha costado ese monstruo del HUCA se habrían acabado las listas de espera en Asturias. Así de contundente; así de monstruoso. Sé que eso no cifra, no se generan megacontratos, ni sobrecostes, ni plusvalías, ni comisiones... Qué triste, ¿verdad? No necesitábamos el monstruo, claro que no; solo medios diagnósticos y personal para ellos, así de sencillo. Algo más barato, más transparente y mucho, mucho más eficiente.
Tenemos, sí, un buen servicio de urgencias. Muy caro, dado que lo pagamos como si fuera la sanidad que no es. Pero puesto que solo sirve si te atropellan, te da un infarto o un ictus o te descubren un cáncer, asuntos todos que te remiten a la hospitalización inmediata, habremos de convenir que se trata de eso: un servicio de urgencias.
No pretende ser esto una encendida defensa de la medicina privada; todo lo contrario. Un seguro que cubra de manera total cuesta dinero y no está al alcance de todos; por no hablar del incremento de precios en la ancianidad, o los problemas para renovar una póliza cuando se tiene una enfermedad crónica. Este escrito es, pues, una encendida e indignada defensa de nuestra sanidad pública; la misma que nuestros políticos con su desidia, su ineptitud y su corrupción han destrozado.
No recuerdo qué autor clásico (¿medieval?) legitimaba incluso el regicidio para el monarca que abaratara el peso o la aleación en la acuñación de moneda, por ser ello una esquilmación al pobre. Mejor no digo a qué legitima el destrozo nada menos que de la sanidad pública en un Estado moderno, dado que todo lo que se me ocurre se contempla en el Código Penal.
Asturias no tiene sanidad y alguien debería hacer algo; alguna instancia no sé si judicial o de defensa ciudadana (lo que sea que eso signifique hoy día) debería decir y hacer algo. Asturias no tiene sanidad, pero se dilapidan ingentes dineros en obras monstruosas de dudosa necesidad, mientras la gente huye a la privada con la sola esperanza de ser atendida.
Es ello, sin duda, nuestra vergüenza, la vergüenza de un ciudadano demasiado proclive a comentar "¡ay, qué guapo!" cada vez que derrochan su dinero en obras y remociones que nadie ha pedido, mientras la cobertura social de nuestra región languidece de abandono e intereses creados.
Y mientras, Asturias no tiene sanidad pública digna del nombre, pero tiene grandes y vistosos hospitales. Y alguien debería hacer algo.

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