foto José Ángel Miyares Valle
Me
crucé con una mamá que llevaba en una mano el carricoche del niño y con la otra
iba en caminando por la acera mirando la
pantalla del teléfono y de pronto le salió a su encuentro una farola y se cayó
del golpe que se dio, por un lado salió el niño en el cochecito sin control y por
el otro el teléfono se golpeo con el suelo,
la tuve que ayudar a levantarse y tan sólo se había hecho un chinchón en
la cabeza y me decía que no se había percatado
de la farola a lo qué le contesté que no necesitaba de que me lo jurara, pues lo había visto pero no
me dio tiempo a avisarla para que la librara.
Estos
accidentes tontos se dan con mucha frecuencia por estar demasiado pendientes del
teléfono y parece que se ha convertido
en un peligro, pues no somos capaces de apartar la mirada de la pantalla ni cuando
vamos por la calle ni conduciendo un cochecito de un bebé. Algo malo nos está
acorriendo que la droga de teléfono domina nuestra voluntad, seguridad y la del que tenemos a nuestro cargo, tengamos mucho cuidado, que
vida sólo hay una.
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