Una carrera política fugaz y marcada en cierta forma por la casualidad hasta otorgar la primera victoria electoral de la historia del partido.
A comienzos de 2015 Ciudadanos ni siquiera había decidido si se presentaba a las elecciones andaluzas. La expansión nacional del partido era un edificio a medio construir. Pero se decidió apostar todo a ese ciclo electoral. El desembarco de Albert Rivera en Madrid para presentarse a las elecciones generales obligaba a un recambio de urgencia en Cataluña. El partido jugó incluso la carta de mantener a Rivera en Cataluña ya que las elecciones catalanas se esperaban antes que las generales. Pronto se desechó la idea. Pero la opinión pública y la clase política catalana barajaron esa opción hasta el final. Ante lo que entendían un vacío insalvable. Ciudadanos era Rivera y punto. Algo que en parte sigue sucediendo. Pero desde ayer un poco menos.
Arrimadas estaba allí en el momento justo. Pero no fue candidata por descarte. Había alternativas que el partido despejó al decidir que Juan Carlos Girauta debía acompañar a Rivera al Congreso de los Diputados o Carina Mejías ser la candidata al Ayuntamiento de Barcelona. Un año antes había sucedido un acontecimiento clave que provocó un rápido corrimiento del escalafón. La obligada renuncia de Jordi Cañas de su escaño y de la portavocía por una imputación derivada de una cuestión fiscal en su actividad privada.
Rivera y Villegas vieron en ella las mejores cualidades para dar continuidad a lo que representaba el líder del partido. Durante mucho tiempo ese ha sido su gran virtud y su gran defecto: parecerse demasiado a él. Poco a poco ha ido imprimiendo su propio estilo: «Menos killer, pero igual de contundente», resume un dirigente.
Dos años muy intensos
No es que pasase de la segunda a la primera fila. Es que pasó del banquillo a la capitanía. Era diputada desde 2012, se había afiliado al partido en 2011 y llevaba apenas siete años en Cataluña cuando tomó el testigo de Rivera y se convirtió en líder de la oposición. Natural de Jerez de la Frontera, de familia salmantina y con estudios en Derecho en Sevilla, Inés Arrimadas es desde ayer la única candidata de Ciudadanos que ha ganado unas elecciones. Algo que no es baladí en un partido de carácter eminentemente presidencialista.
Su matrimonio con Xavier Cima, exdiputado de CiU en el Parlament hasta 2015, ha sido uno de los asuntos más controvertidos de su todavía corta carrera. La cuestión trascendió rápidamente el ámbito personal y levantó suspicacias. Alguna interna, siempre expresada en privado, pero que fueron recogidas por alguno de los fundadores del partido en sus tribunas mediáticas. Algunos sectores de dentro y de fuera del partido vincularon su relación sentimental con un discurso más laxo con el nacionalismo.
Durante mucho tiempo esta relación se mantuvo en un estricto plano privado, pero en esta campaña Arrimadas ha querido que el tema dejase de ser un tabú apostando por su normalización. Lo que ha llevado a Cima a tener una amplia presencia en la campaña. Se le pudo ver en los dos actos más importantes y acompañando a Arrimadas tanto en la jornada de reflexión como el día de la votación.
Esas críticas de supuesta laxitud las borró Arrimadas de un plumazo con sus intervenciones en el Parlament. Eso sí, en su equipo siempre han defendido que la condición de jefa de la oposición y la voluntad de ampliar la base de votantes del partido obligaban a un discurso más coral que el que practicaba el partido cuando eran primero tres y luego nuevo diputados en el Parlament. Aquel era un discurso «de resistencia», centrado exclusivamente en la confrontación con el nacionalismo. Ahora, Arrimadas no deja de hablar de políticas sociales o de impuestos, en la obsesión del partido por fidelizar un electorado que en gran medida en alguna ocasión ha votado al PSC. Tampoco ha dudado en enarbolar la bandera del seny catalán. En el influyente Cercle de Economía expresó durante esta campaña esas dos ambiciones en un discurso que casi en su totalidad pronunció en catalán, lo que sorprendió y agradecieron algunos asistentes de confesa trayectoria convergente.
Domina el catalán
El dominio del catalán, que es total y mejor que el de muchos autóctonos según se admite en la política catalana, ha sido uno de los motivos que le han valido el respeto de unos rivales para los que el hecho identitario es fundamental. En la clase política y en los medios de comunicación catalanes se ha extendido la sensación de que Arrimadas tiene más cintura política que Rivera para alcanzar acuerdos y para el trato personal con sus oponentes. Al líder del partido todavía le pesan los tiempos de sus inicios en los que el partido carecía de una propuesta de gobierno y su discurso era en clave de oposición. Esa sensación se extiende por ejemplo entre los dirigentes del PSC, donde la imagen de Arrimadas es mejor que la de Rivera. «Si a Inés la dejan ser Inés...», decían durante esta campaña destacados dirigentes socialistas respecto a la posibilidad de pactos entre ambas formaciones.
Si en 2015 pocos dudaban que el resultado de Ciudadanos era solo atribuible a Rivera, pocos dudan ahora que este triunfo es de Arrimadas.
Una catalana de adopción
Ni charnega
Su condición de andaluza de origen salmantino fue cuestionada al principio pero ella la ha convertido en su seña de identidad. Ella ironiza con que no llega ni a ser «charnega» porque no nació en Cataluña.
Guardiola
Cuando era joven jugaba al fútbol en el colegio y su ídolo era Pep Guardiola. Culé desde pequeña, empezó a estudiar catalán desde joven.
C1 de idioma catalán
Esas nociones de catalán no eran suficientes para tabajar en Cataluña, a donde llegó en 2008 por motivos laborales. Estudió un curso de catalán para lograr el nivel c1 que se exige en la Administración. Además habla inglés y francés.
La tele manda
A comienzos de año Rivera la nombró portavoz de la Ejecutiva nacional. Uno de los motivos era multiplicar su presencia en medios nacionales, que son las cadenas que sus electores ven también en Cataluña.
Metódica
Arrimadas destaca por ser muy ordenada. Prepara sus intervenciones escrupulosamente y lo que considera importante lo destaca con subrayados de todos los colores.
ES MUY COHERENTE Y PARECE MUY VÁLIDA. SI NO SE CONVIERTE EN UNA POLÍTICA DE DECIR MENTIRAS COMO NOS TIENEN ACOSTUMBRADOS.
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