Ángel de Andrés, en 'Manos a la obra'
Muere el actor Ángel de Andrés
Curtido en el teatro, secundario del cine con '¿Qué he hecho yo para merecer esto?' o 'Baton Rouge', logró la popularidad con la serie 'Manos a la obra'
Era uno de esos rostros populares que probablemente el público no sabía cómo se llamaba, pero que ha estado presente en la memoria audiovisual española. Ángel de Andrés López (Madrid, 1951) ha fallecido hoy en Miraflores, según ha anunciado la Unión de Actores. Su última aparición en televisión fue en la serie Carlos, Rey Emperador, dando vida al papa Clemente VII, pero sobre todo se hizo conocido por la serie Manos a la obra (1998-2001), en donde dio vida a Manolo Jumilla Pandero, un grande de las chapuzas. Vestido de albañil, gritaba aquello de '¡¡¡Benito!!!' al personaje de Carlos Iglesias. Aquella serie se prolongó en Manolo & Benito Corporeision (2006-2007).
Curiosamente, De Andrés e Iglesias procedían del teatro. De niño Ángel de Andrés ya actuó en televisión junto a su tío, el también actor Ángel de Andrés Miquel (1918-2006), un histórico de los escenarios españoles, como intérprete y empresario. Su sobrino se licenció en Derecho, pero lo dejó para incorporarse al grupo Tábano.
Del teatro independiente pasó al cine, con películas como las dos en las que trabajó con Pedro Almodóvar: encarnó al marido de Carmen Maura en ¿Qué he hecho yo para merecer esto? y daba vida a un policía en Mujeres al borde de un ataque de nervios. De Andrés también actuó en Las cosas del querer, de Jaime Chávarri; ¡Oh, cielos!, de Ricardo Franco; Taxi, de Carlos Saura; El perro del hortelano y Tu nombre envenena mis sueños, ambas de Pilar Miró; ¿De qué se ríen las mujeres?, de Joaquín Oristrell; 800 balas, de Alex de la Iglesia; Me llamo Sara, de Dolores Payás; Antártida, de Manuel Huerga, o La Celestina, de Gerardo Vera. Fue candidato al Goya a mejor actor secundario con Baton Rouge (1985), de Rafael Monleón. Entre sus últimos trabajos de cine estaban 99.9, En brazos de la mujer madura, Platillos volantes (donde Óscar Aibar supo exprimirle como un currito que pensaba que los marcianos iban a llevárselo con ellos en la España de inicios de los setenta), Sexykiller, morirás por ella o El kaserón.
En televisión participó en series como Platos rotos, Lorca, muerte de un poeta, Contigo, pan y cebolla, Villarriba y Villabajo, Diez en Ibiza y Cuéntame cómo pasó.
En teatro su último gran trabajo fue en la adaptación de Wilt, la novela surrealista de Tom Sharpe, ácida crítica a la familia, a la educación, y los poderes fácticos con la que subió a los escenarios junto a Fernando Guillén Cuervo y Ana Milán.
Pero quienes de verdad supieron sacarle partido fueron José Corbacho y Juan Cruz. Primero como dueño del bar de Tapas; y después como presidente del club de fútbol -un hombre a la vieja usanza al que la vida no paraba de darle sorpresas y lecciones- sobre el que giraba la serie Pelotas (2009-2010). Corbacho ha recordado para este diario la figura del actor, tras su colaboración en ambos rodajes: "No me gustaría caer en tópicos, pero quiero dejar claro que tuve la suerte de conocerle como actor y como persona. No ha logrado el suficiente reconocimiento al igual que otros tantos cómicos españoles, por cómo es este país; si hubiera nacido en Estados Unidos le consideraríamos a la altura de Gandolfini". De su trabajo interpretativo, Corbacho destaca "su gran verdad". "Era de otra época en cómo hablaba y vivía su profesión. Recuerdo que dormía entre toma y toma, le decías: 'Ángel, al plató', y lo daba todo. Juan y yo aprendíamos de él cada vez que abría la boca. Y en montaje descubríamos la verdad, los detalles, la humanidad que aportaba a sus personajes, pequeñas notas que no veías en el rodaje".
MUERE UN GRAN ACTOR, DESCANSE EN PAZ
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