«Nadie sabe qué queremos y es un peligro, presidente. Imponte ya»
Sánchez no cometió un error negociando con Bildu. Fue deliberado, y se dejó utilizar por Iglesias para fulminar a Calviño y a «la derecha de Moncloa».
La crisis interna más profunda vivida en el Gobierno, sobre cuyo alcance definitivo aún nadie se atreve a sacar conclusiones, se produjo el miércoles por la noche. Tras la votación que Pedro Sánchez sacó adelante para su quinta prórroga del estado de alarma junto al PNV y Ciudadanos, se hizo público el acuerdo por el que el PSOE y Podemos suscribían con Bildu la derogación total de la reforma laboral del PP. El precio era la abstención del partido de Arnaldo Otegi, pero se trataba de un acuerdo no solo desconocido por el 80 por ciento de los ministros, sino que demostraba la irrelevancia del equipo económico del Ejecutivo ante las alianzas parlamentarias para ganar votaciones.
El estallido de Calviño y la amenaza del rescate
Aquella noche, la
vicepresidenta Nadia Calviño estalló. Primero por el gesto de desprecio personal cometido por Sánchez al apartarla de la toma de decisiones esenciales que afectan a las finanzas del Estado. Segundo, por la irresponsabilidad que suponía comprometer al Gobierno en la derogación de esa reforma laboral, dinamitar la mesa del diálogo social e indignar a Europa, donde La Moncloa sopesa solicitar hasta 300.000 millones de euros simulando que no es un rescate.
En esos minutos de ira, lo de menos para Calviño era la significación política que pudiera tener para el Ejecutivo sellar un acuerdo con Bildu, o indignar al PNV, ajeno a la operación y engañado por Sánchez. Lo de menos era la estética de una operación diseñada desde una semana antes en la reducidísima reunión de «maitines» en La Moncloa, en la que Sánchez ordenó expresamente que Adriana Lastra sondeara a Bildu para recabar apoyos. Lo crucial para la vicepresidenta económica era exponer la irresponsabilidad de abofetear a los empresarios y lamentar el nulo cálculo de riesgos que se había hecho con ello.
No tolerar más ataques, "por responsabilidad y por prestigio"
Nadia Calviño apenas mantiene contacto alguno con Pablo Iglesias. El control mutuo entre PSOE y Podemos lo realizan desde hace semanas Sánchez e Iglesias en una comida fija de «coordinación e intercambio», cada jueves y a solas. Pero Calviño tuvo claro que Podemos se había apuntado el enésimo tanto en su objetivo de desactivar el equipo económico de La Moncloa para desmontar a María Jesús Montero, José Luis Ecrivá o al propio José Luis Ábalos. Por eso Calviño se plantó en una tensa conversación con Sánchez que concluyó antes de la medianoche: «Nadie sabe qué queremos y es un peligro, presidente. Imponte porque no es posible seguir así», vino a decirle Calviño como ultimátum frente al ataque de Iglesias a lo que Podemos considera la «derecha de Moncloa».
Nadie confirma ni desmiente que Calviño dimitiese. Pero la bronca surtió efecto, hasta el punto de que el Gobierno y el PSOE quedaron en shock la mañana del jueves. Más aún cuando escucharon a Otegui y a Iglesias redoblar su pulso y ningunear a Ábalos y a Lastra, que trataron de capear el temporal con más titubeos que éxito. La imagen de caos desconcertó además al grupo parlamentario y a las estructuras orgánicas del partido, pero sobre todo indignó al socialismo vasco, socio del Gobierno del PNV, y a quien Sánchez ha triturado en plena precampaña blanqueando a Bildu mientras reductos batasunos acosan a dirigentes socialistas en sus propios domicilios.
Calviño tuvo que recordar a Sánches que "somos el Tesoro"
La cúpula del empresariado español sabe desde hace tiempo que Iglesias está empujando a Sánchez a prescindir de su equipo económico. Y también que Calviño vive al límite, que su capacidad de aguante, por puro prestigio personal, no se volverá a poner a prueba, y que no habrá más maniobras tan despectivas contra ella. «Nadia tiene carácter, que nadie se engañe. Ella tiene la responsabilidad del Tesoro y de España en Europa. Quien no entienda lo que eso significa -sostiene un dirigente empresarial amigo de Calviño- no debería tener mando en ningún Gobierno. Ella es la única responsable de traer dinero, y todo esto afecta a su responsabilidad y a su prestigio. Su equipo es muy bueno, pero está muy molesto… Si dimitiese, sería muy mala señal para España». Con todo, lo más grave sigue siendo el mensaje implícito de Calviño a Sánchez: la amenaza de una intervención europea supondría el final del Gobierno de coalición.
El aldabonazo para Europa de la "inseguridad jurídica" española
La «técnica Sánchez» del «doble gobierno» -el selecto de maitines, y el de la mesa del Consejo de Ministros, donde una veintena de ellos se limitan a suscribir decisiones predeterminadas- quedará desde ahora en riesgo porque es una exigencia de Calviño. Y si su reacción esconde una alambicada operación para que Podemos salga del Gobierno y Sánchez intentase gobernar en minoría liberado de Iglesias, se verá en los próximos meses. Pero ese no es el deseo de Sánchez, lo que aún garantizará durante un tiempo el cisma, el descontrol de gobernabilidad y la bicefalia interna.
En cualquier caso, aún retumba en el despacho de Sánchez la advertencia de Calviño sobre la «inseguridad jurídica» que está generando el Gobierno con sus pugnas internas de poder y sus conspiraciones. El hartazgo de algunos ministros relevantes con los modos de Sánchez para marginarlos ha dejado de ser sordo. Es Moncloa en pura combustión.
Temor creciente a no aprobar los presupuestos generales
En el PSOE hay quien atribuye a Sánchez una maniobra a largo plazo sustentada en una nueva estrategia para aprobar los Presupuestos Generales del Estado. Sin ellos, la legislatura estaría agotada y habría elecciones generales. Y en estos momentos, ERC, el PdeCat, e incluso el PNV, cuyas relaciones con el PSOE se han deteriorado seriamente en las últimas semanas, no aseguran la protección de Sánchez ni siquiera a medio plazo.
Bildu, en cambio, tiene cinco escaños que podrían ser cruciales en una negociación presupuestaria. Por eso, además de la concesión a Otegui para que rentabilice en la precampaña vasca la supuesta derogación de la reforma laboral, Moncloa atribuye a Bildu la capacidad real de negociar la cesión de competencias autonómicas y locales, algo que hasta ahora era coto exclusivo del PNV. Es un detalle relevante que está pasando inadvertido en la letra pequeña pactada con el PSOE y Podemos.
Iglesias fuerza la coartada de Podemos para salir del Gobierno
En el análisis de situación, hay en el PSOE quien intuye que Iglesias ha alcanzado un punto de no retorno porque percibe a Sánchez tan «política y anímicamente dañado» que estaría forzando enfrentamientos ministeriales y coartadas ideológicas para salir del Gobierno. Y que, además, estéticamente no parezca que fuese por la puerta de atrás, sino dando un portazo a Sánchez a los ojos de la izquierda electoral. Es una teoría factible, según la cual Iglesias está iniciando su proceso de divorcio de Sánchez: Podemos nunca se querrá responsabilizar del rescate económico ni de las consecuencias, en forma de recortes drásticos, que tendrá que afrontar España. Solo quedaría fabricar la coartada para poner fin a una coexistencia conflictiva que dañe a Sánchez lo más posible.
¿Tripartitos «múltiples» contra el PNV y el PdeCat?
Además, en el PSOE se atribuye a Sánchez una segunda maniobra basada en la «teoría de los múltiples tripartitos»: PSOE-Podemos-Bildu en el País Vasco frente al PNV, y ERC-Podemos-PSC en Cataluña para arrinconar al PdeCat. Una operación para el liderazgo global de la izquierda ideológica que garantizase a Sánchez estabilidad en la legislatura. Sin embargo, es todo demasiado alambicado, y los riesgos son notables. De momento, su primer órdago ha fallado: la rebelión de Calviño le ha noqueado y además ha conseguido irritar a todos. Socios y no socios.
ESTAMOS EN LA RUINA DE ESPAÑA
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