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jueves, 9 de abril de 2020

EL DÍA QUE EL REY LAVABA LOS PIES A LOS POBRES EN PALACIO.

Pobres que acudieron al Lavatorio, con las ropas y los cestos de comida que se les regaló

El día que el Rey lavaba los pies a los pobres en Palacio.

Cada Jueves Santo el monarca imitaba ante doce elegidos por sorteo el acto de Jesucristo con sus apóstoles.

Desde que Fernando III de Castilla, al que llamaban «el Santo», instituyó la ceremonia en el siglo XIII, cada Jueves Santo los reyes acostumbraban a lavar los pies a una docena de pobres, imitando el acto de Jesucristo con sus apóstoles antes de la Última Cena.
La ceremonia, con algunas variaciones, se había celebrado casi sin interrupción hasta entrado el siglo XX. Según informaba ABC en 1911, los pobres eran elegidos por sorteo y sus nombres se publicaban en los periódicos de la época. Para «tan señalada merced», debían reunir varias condiciones, como ser mayores de 60 años, pobres de solemnidad y no sufrir ninguna enfermedad contagiosa.
Tras ser reconocidos minuciosamente por un médico de cámara, si se les declaraba aptos para asistir al acto se les proveía de una indumentaria adecuada. «A los hombres se les viste con un chaquetón de paño color café obscuro, así como el chaleco, pantalón de igual tela y una amplia capa con embozos del color del traje. Sombrero de copa, camisa de hilo blanco, medias blancas, corbata blanca, pañuelo de bolsillo blanco y zapatos de becerro negros. Las mujeres se visten de estameña negra, mantilla de franela negra con franja de terciopelo, camisa de hiló, medias blancas, pañuelo blanco para el cuello,. otro para la mano., un mantón negro de lana, con cenefa y zapatones de becerro negros», describía este periódico.
Una vez habían sido equipados, el primer farmacéutico de cámara junto con sus ayudantes se encargaba de lavar y perfumar los pies y las piernas de los pobres.
Sentados en amplios sillones, los mendigos, muchos de ellos ciegos, aguardaban en el salón de Columnas del Palacio Real a que la Corte llegara de los oficios de Jueves Santo que se celebraban en la capilla. A los lados de la tribuna regia se hallaba la del Gobierno y la del Cuerpo diplomático y enfrente se la del público, que solía estar atestada de concurrencia.
ABC contaba cómo al decir el diácono "ponsit vestimenta sua", el Rey entregaba al sumiller de Corps el kalpak, los guantes y la espada, y al cantar "caepit lavare" el monarca hincaba la rodilla ante el primero de los pobres; el nuncio de Su Santidad vertía el agua sobre el pie desnudo, y el Rey lo secaba y lo besaba, siguiendo el mismo ritual con todos los demás.
Algunos Grandes de España auxiliaban al monarca, descalzando y calzando a los pobres y cuando terminaba el lavatorio se procedía a servir una copiosa comida a los mendigos.
En aquel año de 1911 consistió en: «tortilla de escabeche, salmón, mero, merluza, congrio con arroz, empanadas de sardinas; besugo en escabeche, alcachofas rellenas, coliflor frita, salmonetes asados, pajeles fritos, lenguados fritos, aceitunas, tarta de hojaldre, arroz con leche, queso de bola, camuesas, naranjas cidradas, limas, orejones, ciruelas, pastas, nueces, avellanas y anises. Vino de Mudela».
El Rey servía a los hombres en una mesa y la Reina, en otra, a las mujeres, pero los humildes comensales no disfrutaban allí los manjares. La comida era retirada intacta en los platos y los nobles y las damas la sacaban del salón para que después les fuera entregada en unas grandes cestas, junto con algún donativo en metálico.
Los mismos Reyes recogían a continuación los manteles y se daba por terminada la ceremonia. Los monarcas se retiraban a sus habitaciones y los asistentes desalojaban el salón de Columnas.
El acto debía de suscitar gran curiosidad porque la aglomeración de público hizo que en 1910 algunas personas se retiraran medio asfixiadas y en 1912 se rompió la barandilla que limitaba su estancia.
AHORA ES IMPENSABLE

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