A LA RUINA DE ESPAÑA.
Los españoles llevamos muchos días confinados físicamente en nuestros hogares, pero no podemos permitir que, debido a este hecho excepcional, nos confinen también nuestras opiniones.
Son muchos los interrogantes que me asaltan durante este peculiar período de “arresto domiciliario”: ¿por qué España es uno de los países con más fallecidos y, sin embargo, el Gobierno se vanagloria de su respuesta frente a la crisis?, posteriormente pienso: ¿es tan difícil asumir los errores cometidos? ¿Por qué el Gobierno no da el nombre de los proveedores e intermediarios de los que se ha servido para la compra de test defectuosos y del material sanitario?, ¿por qué en los telediarios solo hay imágenes de familias felices?, ¿por qué se ocultan las imágenes de las morgues y se silencian los testimonios de las víctimas?, ¿por qué, después de 20.000 muertos (según los datos oficiales), no se ha decretado aún el luto nacional?, ¿por qué se filtraban las preguntas de los periodistas en las ruedas de prensa?, ¿por qué el secretario de Estado de Comunicación vetó las preguntas al Jefe de Estado Mayor de la Guardia Civil después de confesar lo inconfesable?
Todas estas preguntas se podrían responder en cualquier democracia del siglo XXI, pero en España... ¡Ojo con lo que se responde! Como la respuesta se salga de los cánones de opinión impuestos desde Moncloa...
Es tal la gravedad de la situación que cada vez son menos las voces críticas que se alzan contra el Gobierno, y estas son silenciadas o marginadas de nuestra oferta informativa. En algunos casos, directamente, las empresas verificadoras subvencionadas por el Gobierno tachan sus opiniones de bulo e impiden su publicación y difusión.
El punto más álgido de la voluntad censora de este Gobierno, pensé, ahora sé que erróneamente, había tenido lugar con la siniestra pregunta del CIS de Tezanos que decía así: “¿Cree usted que en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas por las redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener la libertad total para la difusión de noticias e informaciones?”. Estremecedor, quieren volver a los tiempos del Nodo.
Pero su misión de monopolizar y manipular la información la están llevando a cabo con suma eficacia. Este objetivo lo están logrando mediante las millonarias subvenciones que conceden a determinados medios de comunicación privados, directas e indirectas, a través de la publicidad. Por no hablar de la televisión pública de todos los españoles, que han convertido en una plataforma de manipulación y censura al servicio del Gobierno. Pero no se queda ahí la cosa, sino que también la utilizan para atacar a ciertos gobiernos autonómicos, digo ciertos sí, que no son de su agrado. Qué decir de la comedia que emite sobre el confinamiento, relatando lo felices que son los españoles en sus casas, haciendo bizcochos y aplaudiendo a las ocho de la tarde por sus balcones, riéndose a carcajada limpia. ¡Qué falta de respeto a las víctimas! Entre risas, cancioncitas y aplausos ya van 20.000 muertos (según datos oficiales).
A todo esto, se suma ahora la censura directamente promovida por el Gobierno. Como bien afirmó el Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, una de las líneas de trabajo del instituto armado es “minimizar el clima contrario a la gestión de la crisis por parte del Gobierno”. Esta orden, clamorosamente ilegal, vulnera, o, mejor dicho, liquida de facto el artículo 20 de nuestra Constitución, en el que se reconoce y protege el derecho a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción. ¿Qué nos ha pasado? ¿En que están convirtiendo España? Creo que estas peguntas las dejaré en el aire, para que los lectores las respondan ellos mismos.
En definitiva, considero que la deriva totalitaria de este Gobierno es muy perjudicial para nuestra preciada democracia y atenta directamente contra los pilares básicos de nuestro Estado de derecho. Nuestra Constitución, que nos trajo el mayor periodo de prosperidad y libertad, nunca fue santo de la devoción de algunos de nuestros gobernantes, pero ahora, en estos tiempos de crisis y pandemia, se aprovechan, sin ningún tipo de doblez ni disimulo, para vulnerarla y aplicarla a su antojo, privando así a los españoles de uno de sus derechos más elementales.
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