Entradas populares

domingo, 26 de abril de 2020

CUANDO UN GOBIERNO ENGAÑA.

UN PAIS SE DESCOMPONE.
 
Rodríguez Zapatero, primero, y Pedro Sánchez, después, abrieron la brecha de sentimientos enemigos que con esfuerzo había conseguido cerrar la generación que está muriendo. Y los que aún están en pie ven cómo el actual Frente Popular, fiel a su genealogía, mira aquella paz conseguida como un ridículo monumento arqueológico en el museo del Estado, como antigualla estéril y carcomida.
Sánchez, socialista de nacimiento y adventiciamente comunista, tenía el plan de retomar la república, como si no se hubiera librado la guerra, como si no la hubieran perdido, y al efecto, ya había comenzado a socavar la libertad de pensamiento, la autoridad en sus vertientes más privadas (la de los padres sobre sus hijos, la de los propietarios sobre sus bienes inmuebles, la de los empresarios sobre sus negocios...), la fe y la confianza en Dios.
Pero en medio de ese proyecto ha estallado de improviso una bomba de gran alcance que de muchas maneras puede llamarse muerte y que ha infeccionado todos sus propósitos.
Dos partes tiene la misión de todo gobierno: la activa y la reactiva; la primera, destinada a mantener el orden, y la segunda, a restaurarlo cuando ha sido alterado. El coronavirus llegó a España, vio y venció, mientras el Gobierno hacía dejación de funciones activas y reactivas, y la consecuencia es la catástrofe.
La trayectoria del PSOE nos dice que, en este género de círculos, busca siempre una tangente por donde escaparse. Pero esta vez, el que ocupa el sillón presidencial (por un cúmulo de artificios de la ley Electoral que burlan la legítima sanción de la mayoría más uno) es un enfermo al que le importa más que nada residir en un palacio magnífico rodeado de una corte espléndida y conservar su asiento en el escenario de vanidades llamado tribuna parlamentaria. No se va. Cree que ha ganado la guerra y se erige en "reconstructor", permaneciendo sobre su Gobierno pirámide al que sostienen los ángulos del poliedro confluentes a él, y estos son los separatistas y los comunistas, los cobardes que tomaron las armas del terror y del hambre, los que quieren mal a España, los que la odian porque la temen.
Y tras el fracaso total en la gestión de la crisis, tras utilizar al virus como pasaporte para llegar a la perversión de ideas y conculcación de derechos, tras los errores de gestión y de conducta, tras haber untado con dinero público a los folicularios que rigen algunas televisiones para que echen tierra sobre los hechos, como sobre los muertos, cuando se atisba la exigencia de responsabilidad, cargado con la indigesta estadística de fallecidos (y fallecidas), de contagiados (y contagiadas), ante el espectáculo de penuria económica que se avecina, Sánchez brinda un abrazo a la oposición, que no es sino el abrazo del que se ahoga en aguas ponzoñosas, el intento de contagiar con el virus de anemia intelectual y neuralgia moral al Congreso.
Como todo culpable, el Gobierno busca cómplices que carguen con el peso de su responsabilidad y con el de su culpa. Pero que ose tentar a la maltratada derecha y la invite nada menos que a formar parte de la "conspiración de silencio" para encerrar la verdad como una especie de secreto de familia en el hogar doméstico es extremo de temeridad que raya en locura y que únicamente atiende a su conveniencia política.
Las conspiraciones de silencio siempre han salido mal y esta no busca ni traerá la paz, porque este tesoro solo se anuncia en la Tierra para los hombres de buena voluntad, y no hay ninguno en el actual Gobierno.

No hay comentarios: