La España vaciada sale a la venta en busca de una segunda vida
En torno al 70-80% de los compradores de pueblos y aldeas son extranjeros jubilados o que buscan explotar el turismo rural
Mientras hace años podía adquirirse estos activos desde 20.000 euros, ahora viven una «burbuja» ante el aumento de la demanda.
Alejados del mundanal ruido de las grandes ciudades, sin problemas de aparcamiento, sin la histeria colectiva de quien va a una cita y no llega. Los pueblos y aldeas son la vía de escape en tiempos de estrés, de conexiones telefónicas instantáneas y continuas. Sin embargo, esa España está cada vez más vacía -o vaciada- en favor de unas grandes urbes colapsadas ya de población. Las oportunidades en el mundo rural escasean y sus gentes terminan por incluso abandonar unos parajes que vivieron tiempos mejores que será difícil que vuelvan. Cientos de pueblos y aldeas quedan a merced de la vegetación y fauna salvaje con una única solución para ser recuperados: la venta.
De unos años a esta parte ha proliferado un nuevo segmento de negocio inmobiliario para con el rural. Decenas de propietarios de un municipio casi en ruinas se ponen de acuerdo para vender, en conjunto, todo un pueblo o aldea. Quieren desprenderse de la tierra en que sus abuelos nacieron para dejar paso a otros más interesados en sacar partido a algo que parece aparentemente muerto. «El interés está creciendo y también el tipo de persona que quiere acceder a este tipo de propiedades, convirtiéndolas en un negocio», dice Rosa Costoya, propietaria de Galician Country House, una de las escasas inmobiliarias que se dedican a este segmento.
Cada vez más propietarios se decantan por vender, hasta el punto de que a las inmobiliarias ya no les hace falta ni siquiera salir a la carretera ellos mismos a buscar. Es más, necesitan seleccionar cuáles aceptan para su catálogo. «Nosotros no llamamos al cliente para buscar. Nos llaman», sostiene Elvira Fafián, gerente de Aldeas Abandonadas Real Estate.
Con la demanda ocurre algo similar. No para de crecer, según sostienen estas inmobiliarias, pero también los clientes son cada vez más exigentes. Ya no buscan un terreno yermo sin más, sino que tienen claro cuál es su objetivo. Los empresarios han empezado a entrar en esta rama del mundo rural para dar vida a la España vaciada. «Los empresarios han puesto los ojos en este tipo de edificaciones: pueblos, bodegas, aldeas, cortijos... Ahora piensan mucho el enfoque de comprar algo en el mundo rural, o cerca de la gran ciudad. La mitad de las compras ya son empresariales», comenta Fafián. Asimismo, la gerente de la inmobiliaria Aldeas Abandonadas destaca que en nuestro país están todas las posibilidades abiertas a comprar. Lo que quieras, lo vas a encontrar, a día de hoy. Aun así, recomienda a los interesados cerciorarse de que es lo que quieren. Mudarse de la ciudad al pueblo es un paso que no todos soportan: « El mundo rural es duro y, si quieres implantarte ahí, debes tenerlo muy claro. Hay mucha gente que no se adapta; no todo el mundo vale».
Esos clientes que están optando por comprar pueblos y aldeas tienen una particularidad: la mayoría son extranjeros. Las dos inmobiliarias especializadas en esta rama coinciden en que ahora el cliente foráneo está en torno al 70-80%, dejando el resto para el nacional. Los españoles todavía no han decidido lanzarse a invertir en estos parajes. Hasta hace dos años era prácticamente inexistente el español que acudía a ellos y ahora empiezan a ser una realidad, aunque todavía minoritaria.
Prueba de ello son algunos de los inversores a los que han asesorado las inmobiliarias consultadas: británicos, canadienses, australianos, holandeses... Todos ellos están en una larga lista de empresarios -también algunas personas o colectivos con otros objetivos que escapan de la rentabilidad- que ven en los pueblos y aldeas una oportunidad de negocio. «Es muy rentable», asegura Costoya. Además, muchos de ellos actúan en nuestro país a través de intermediarios, tal como ha podido confirmar ABC con varios compradores.
Ahora te exigen mucho, y saben lo que quieren comprar. El mercado foráneo está poniendo los ojos en toda España: americanos, chinos... No es el típico francés o alemán, que sería nuestro público objetivo, sino que ya tenemos de todo; el asiático está entrando a nivel empresarial y se está fijando en hoteles, bodegas, pueblos... Activos ya con un nivel alto de precio», desgrana Fafián. Para los extranjeros no es tanto el dinero el problema sino tener que acudir a un país que no es el suyo y realizar todos los trámites. Por ello suelen fiarse de los consejos de estas inmobiliarias; pueden empezar pensando en comprar un terreno en Andalucía y terminar en los pastos de Galicia. Suelen venir con una región concreta pero, con el tiempo, se dan cuenta de que para su objetivo vital y empresarial es mejor otra región. Incluso, suelen pasar 15 días pateándose España en busca del sitio ideal.
El coste de comprar
Para encontrar el pueblo o aldea de ensueño, hay que rebuscar en los archivos. Y a menudo rascarse de más el bolsillo. «Empezamos hace años con aldeas de 20.000 euros y eso ya no existe porque los precios se han incrementado bastante», comenta Fafián, de Aldeas Abandonadas. Una especie de «burbuja» alimentada por esa demanda creciente. Un mercado competitivo en el que si aumentan los interesados, también el dinero a desembolsar. Es más, quienes lo piden son los mismos propietarios, que quieren sacar partido hasta de la última piedra. Pese a todo, Ivan Azinovic, socio de EY responsable de Real Estate, cree que «España sigue siendo un mercado muy atractivo por los precios», a lo que hay que añadir «las ventajas de comprar entero un pueblo o aldea desde el punto de vista regulatorio y urbanístico». Los precios ahora pueden ir desde los 30.000-40.000 euros hasta varios millones de euros, en función de las necesidades de obra que necesite el pueblo o aldea, su ubicación, historia y extensión.
El socio de esta consultora incide en que «viene el capital extranjero en busca de productos alternativos para sacar una rentabilidad montando residencias de ancianos, residencias de estudiantes... y ahora también este tipo de propiedades». Son la última «moda», aunque de momento los niveles de inversión en pueblos o aldeas son residuales en comparación con otros segmentos como oficinas, logística, etc. En el lado contrario se encuentra Óscar Larrea, director general de Engel & Völkers Madrid, quien opina que «es un segmento totalmente residual. Se le da poca publicidad y todos tenemos un gran desconocimiento de ello. Nosotros no nos metemos de lleno porque no vemos movimiento y no es nuestro campo. No hay una demanda alta». A corto plazo no le ve margen para ser un negocio fructífero para las inmobiliarias, aunque duda al hablar del medio-largo plazo.
En cuanto al uso más habitual una vez adquirido un pueblo o una aldea, no puede hablarse de un negocio en concreto. Los objetivos de compra son tan variados como el tipo de propietarios. Muchos extranjeros, algunos nacionales, jóvenes pero especialmente mayores, jubilados, empresarios... Cada uno tiene su meta: desde crear una serie de apartamentos para turismo rural para altos ejecutivos, hasta lugares para el mindfulness, pasando por centros de fomento de profesiones artesanales o, simplemente, para tener algo que dejar en herencia a los hijos. E irrumpe con fuerza el llamado «coliving».
Esto último consiste en que un grupo de personas, de avanzada edad y jubilados, escogen un pueblo o aldea para comprarlo, rehabilitarlo y vivir todos ellos en una especie de comunidad. Habitualmente son amigos de toda la vida. «Lo consideramos ya un fenómeno social», destaca Costoya, de Galician Country House. Recientemente un grupo de jubilados adquirió una pequeña aldea en Lugo por 140.000 euros precisamente para llevar esto a cabo. Lo que más les importa en estos casos es estar cerca de hospitales, farmacias y suministros; quieren la tranquilidad del mundo rural, pero no tener que desplazarse grandes distancias para comprar pan. «Son tantas las posibilidades que tenemos como la creatividad de las personas que quieren acceder a ellos», dice Costoya. Todo vale y todo suma para tratar de repoblar y dar una segunda vida a la España vaciada. Aunque sea a costa de «vender» nuestro país al extranjero, mayoritario en este segmento por el momento.
Operaciones difíciles
Aun así, no siempre las operaciones son sencillas. Lo más complicado es poner de acuerdo a todos los propietarios para vender, las condiciones... e incluso hay algunos que exigen conocer de antemano qué camino tomará su pueblo o aldea; para evitar, por ejemplo, a fondos de inversión que busquen darles un uso con el que no comulguen los dueños. «Son muy complicados de vender, difíciles de valorar, necesitan rehabilitación, a veces son zonas sin agua ni luz...», comenta Larrea.
La venta es la única opción ante unos propietarios que se desentienden de sus propiedades. No quieren ciertos terrenos, por la razón que sea, y deciden ponerlos en una inmobiliaria para sacarlos al mercado. Una opción que, en el futuro, puede dar riqueza y trabajo a esas regiones donde se instalen las empresas. «Existe el típico empresario español que traslada su compañía porque los costes son mucho menores», sostiene Fafián. Y eso, por inercia, atrae todo lo demás. «Tiene interés desde el punto de vista rural. Si viene un empresario a montar un negocio en determinada zona, creas un producto o servicio y, entonces, al mismo tiempo, generas una necesidad de más servicios y empleos. Es positivo», defiende Azinovic, de EY.
La España vaciada, así, tiene una solución en el horizonte en lugar de dejar morir y secar unas tierras que en sus tiempos eran la despensa de nuestro país. Los pueblos y aldeas, en el escaparate.
ESPAÑA ESTA DE SALDO O REGALADA LO MALO SON LOS IMPUESTOS.
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