La derecha española, representada preferentemente por el PP, está afrontando un proceso inédito en su historia de designación de una nueva presidencia a través de una suerte de «primarias» mixtas. Siete candidatos han presentado su candidatura, lo que aventura un riesgo de fractura interna y una sucesión convulsa. Sin embargo, no es solo el liderazgo de la derecha lo que está dirimiéndose. En el fondo subyace la reinvención de la derecha en el actual escenario de fragmentación política, de consolidación del populismo extremista y de Ciudadanos, y en un clima de incertidumbre política, aventurerismos separatistas y vertiginosidad en la acción política.
La derecha española, como concepto político basado en una mezcla de valores y principios clásicos de la derecha liberal y conservadora europea, se ha ido desdibujando al albur de las prisas de la nueva política. Ocurre en toda Europa, y el PP está obligado ahora a una refundación de su proyecto, y a determinar qué sesgo y variables ideológicas de futuro maneja para reencontrarse con votantes críticos por la difuminación de valores que siempre defendió.
ABC abre un debate público en el que expertos universitarios y politólogos aportan su diagnóstico respecto hacia dónde debe avanzar la derecha moderada española, una vez que el PP ha sucumbido ante la moción de censura de Pedro Sánchez y que Mariano Rajoy ha dado manos libres al partido para tomar un nuevo camino. Y en él, el rearme ideológico será relevante. Estas serán algunas claves determinantes en la autocrítica que haga la derecha y en la renovación de principios y valores.
Orgullosa de pertenencia y sin complejos
Ángel Rivero, profesor de Pensamiento Político de la Universidad Autónoma, sostiene que «se añora un orgullo legítimo de pertenencia a la derecha. La izquierda padece una seria crisis de referentes intelectuales, y la derecha no aprovecha lo que debería ser un discurso más sólido y convincente. Las sociedades más prósperas son las que disponen de un sistema mixto de capitalismo moderado y liberalismo que da notables frutos a sus sociedades. Eso -continúa- lo sabe rentabilizar la izquierda con un relato: la derecha es capitalista e insolidaria, y todo lo social es válido y prevalece frente al poderoso de la derecha. No es posible mantener silencio cuando se caricaturiza el neoliberalismo frente a una izquierda libertaria».
Según Rivero, «la derecha ha abandonado, por desistimiento o por pereza, la reivindicación de los valores de la familia tradicional como valor social y como factor de integración en el día a día de la ciudadanía. Al final, se incurre en un discurso acomplejado, como adaptándose con un absurdo buenismo al devenir de los tiempos, al punto de que se defiende el papel de la familia tradicional como algo negativo para la construcción de la nueva sociedad».
Lucha contra la demagogia
Guillermo Graiño, profesor de Teoría Política de la Universidad Francisco de Vitoria, cree que «cuando se habla de derecha conservadora y nacional, no debe pensarse en un retorno al espacio de Alianza Popular: esa derecha ha muerto para no volver. Al contrario, la renovación tendría que ser absoluta. El conservadurismo está dejando de ser una opción de conformismo más o menos acrítico o tradicional para convertirse en una opción más consciente e inteligente.
Así, la derecha debe huir, si se me permite la expresión, de parecer un club del Barrio de Salamanca. La base social a la que podrían representar hoy es más amplia y transversal que la que ocupan ahora, pero a una parte de España le separan del PP una barrera estética y un escepticismo respecto a su mecanismo de selección de élites».
Para Graiño, «vivimos tiempos peligrosos en los que las lentas conquistas de la civilización occidental parecen insuficientes y superficiales. El moralismo de hoy, que se refleja en la indignación de la calle y las redes, no entiende la grandeza y al mismo tiempo la fragilidad de lo que hemos conseguido hasta ahora. Estamos ante una suerte de inconsciencia civilizacional que hace que mucha gente esté dispuesta a destruir los mecanismos con los que hemos protegido nuestra convivencia. El centro-derecha tiene hoy a este respecto una misión urgente: proporcionar perspectiva histórica, defender las mediaciones políticas frente a la inmediatez moralista, proponer una modulación y una gradación de prioridades razonable para un mundo imperfecto. En esa incómoda lucha contra la deslegitimación de todo, la derecha tendrá siempre enfrente a los demagogos».
Reivindicación del espíritu liberal
Miguel Ángel Quintanilla, doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Complutense, cree que buena parte del error cometido por la derecha y el PP parten de su congreso de Valencia. «Allí -sostiene- se asimiló que la imagen del PP crispador era cierta. Y se asimiló también que esa imagen le impedía ganar, porque le penalizaba especialmente en Cataluña y en el País Vasco. El congreso de Valencia obedeció a esta convicción de que se quería un partido sin liberales y sin conservadores. Es decir, sin dos de las tres patas sobre las que se sostenía el PP».
Quintanilla cree que la crisis económica influyó también en la dispersión ideológica de la derecha, pese a la paradoja de que le sirvió para lograr una mayoría absoluta en 2011. «Llegada la crisis y obtenido por ello el Gobierno -opina-, no se disponía de una propuesta capaz de abordar la ineludible restricción presupuestaria forzada, no por los excesos del liberalismo antipático, sino por los de la posmodernidad simpática. Nada con lo que ayudar a que la vida social esquivara el miedo, la anomia y la corrupción, precisamente porque disponer de esa propuesta se consideraba ahora algo inapropiado, antiguo o carca». «Se abandonó el liberalismo», añade.
Según Quintanilla, «el partido ha perdido en estos años muchos votos y muchas referencias muy reconocibles. Es un partido mucho más débil y desunido, simplemente porque no es posible mantener unido al centro- derecha español -ni a ninguno- alrededor del nuevo liberalismo paradójico, que contradice sus pulsiones más elementales y sus experiencias más exitosas. Y es un partido más extremista en la percepción pública».
Nuevo lenguaje político
Manuel Álvarez Tardío, profesor titular de Historia del Pensamiento Político de la Universidad Rey Juan Carlos, apela a una nueva relación entre el Estado y los ciudadanos con un nuevo lenguaje político en la derecha. «El centro-derecha -argumenta- tiene la oportunidad de explotar la grave crisis que atraviesa la socialdemocracia, proponiendo una actualización de la relación entre el Estado y los ciudadanos. Debería ser ambicioso y reflejar esto en un nuevo lenguaje político: el bienestar debe volver a ser, en primer lugar, una responsabilidad individual; el Estado ampara, protege y promociona, pero no puede actuar como un perpetuo padre protector que priva a los individuos de las consecuencias de sus decisiones». «Es necesario -añade- armar ideológicamente la crítica pública de un Estado enormemente endeudado, con el que las generaciones venideras estarán condenadas a la desprotección».
Para Álvarez Tardío, «el pragmatismo y el sentido de la realidad son factores primordiales de una renovación ideológica del centro-derecha. No deben confundirse con el reino de la tecnocracia y el desprecio de las ideas. El sentido de la realidad se refiere a una posición radicalmente contraria a la ingeniería social que motiva y mueve a las izquierdas, y que tantas veces contagia a la derecha de raíz democristiana».
Un proyecto nacional atractivo
Florentino Portero, fundador del Grupo de Estudios Estratégicos y director del Grado de Relaciones Internacionales de la Universidad Francisco de Vitoria, apela a recuperar los principios propios de un partido liberal-conservador y «acomodarlos a la sociedad actual». Así, opina que «sobre esos cimientos se establece una visión de un proyecto, de un proyecto nacional atractivo en el que realmente se reconocen millones de españoles. Se trata de afrontar el futuro desde unas señas de identidad bien definidas y arraigadas en la Historia. Esa visión de la que hablo supone describir retos y amenazas, asumirlos y plantear una estrategia para afrontarlos».
LA LUCHA POR EL PODER DEJA SIEMPRE SECUELAS Y ODIOS ENTRE LOS PERDEDORES.
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