Palencia, la zona cero de la sequía.
Los campos de Mazariegos (Palencia) se han convertido en un secarral por la escasez de agua, que mantiene en alerta a todo el noroeste del país.
«Esto es sequía», señala Suceso Aguado, con la mirada resignada fija en el suelo al bajar del coche. A los pies, la tierra cuarteada por la deshidratación acumulada, los restos de la anterior cosecha de girasol aún visibles y unos consumidos y muertos tallos de lo que a día de hoy debería ser un trigal repleto de espigas apurando los días para llenar el grano y ser segado. Hay que agudizar la vista para comprobar que el terreno está sembrado. Lo está, «y tratado con mineral de primavera», señala este veterano agricultor de Mazariegos (Palencia), la «zona cero» de la sequía en la cuenca del Duero. «Tiene todos los parámetros para haberse cosechado...», apunta. «Todos menos uno, el agua», apostilla Ricardo Botegón, otro agricultor. «Todo lo que cuesta. 65.000 pesetas –unos 390 euros, pues en el campo todavía se calcula en la antigua moneda–», añade. Señala que fue a finales de marzo y principios de abril cuando la esperanza se empezó a truncar. Y es que recuerda con precisión que desde los «25 litros» de agua que cayeron en febrero allí no volvió a descargar una nube hasta mayo. «Cuando ya no había remedio».
«Este año no se cosecha. Y si se cosecha, lo justo para pagar la máquina, y se acabó». El comentario se repite entre los profesionales del campo y quienes durante años vivieron de su labor y recuerdan otros años duros, en los que la sequía también hizo mella. «1981 fue malo. Y 1982, peor», rememora Francisco Vega, un jubilado que habla con pasión del campo y asume con resignación el negro panorama . El paisaje yermo se repite a un lado y otro de los caminos. «Ésta es una tierra de las afortunadas», comentan Suceso y Ricardo al ver una parcela de secano que parece que podrá sacar algo. «Aunque las espigas engañan», matizan, pues no tienen grano o está vacío. «Pero 150 ó 200 kilos», cuando lo normal son unos 2.500 por hectárea. En la mayoría, «cero». En eso lo ha peritado ya el seguro para quienes lo tienen. No son todos. Comentan las pegas que supone, aunque reconocen que en años duros como éste «sirve para que no te quedes sin dientes» y tener algún ingreso garantizado, pues los pagos no cesan.
Con la experiencia de los años, y que «sabemos sufrir», tienen asumido que en este oficio «hay que hacer la media a diez años» para compensar unas cosechas con otras, y así no echarse a llorar, aunque más de un día las lágrimas asomen a sus rostros a ver con impotencia que su trabajo no ha servido de nada. Después de invertir en semillas, abonos, herbicidas, gasóleo... no tendrán rendimientos. De las aproximadamente 2.200 hectáreas cultivables en Mazariegos, únicamente en unas 150 de regadío «se cosechará algo». En el resto, a la espera de que las máquinas entren donde puedan y sus dueños lo decidan, «puede haber algo si tiene frescura». «Pero el seguro dice cero», recalcan.
Y es que tampoco para las 900 hectáreas regables ha habido líquido suficiente. El panorama es algo mejor que en las que no se han podido irrigar y unas enquencles espigas como mucho aguantan el tirón y el sofocón de los últimos días. Pero no todas. «Ha habido que sacrificar algunas», pues no tenían garantía de agua, señalan Suceso y Ricardo en la visita a las tierras, con una echada a perder a un lado, otra convertida en barbecho después de haber estado preparada para cereal, unos girasoles que no logran nacer... «Ésta espero que me dé unos 4.000 kilos por hectárea», apunta Suceso mientras observa con emoción la niña de sus ojos, una parcela que ha podido regar, cercana a otra con unas espigas que apenas superan los quince centímetros cuando tenían que superar los setenta.
«Y esto trae cola», advierten. Pues su mal año redunda también negativamente en el otras actividades como el transporte, unas cosechadoras que apenas tendrán trabajo, los concesionarios de maquinaria e incluso en el bar, donde la conversación de la sequía es recurrente. Hay menos parroquianos, pero al otro lado de la barra, Fernando también nota que falta la actividad de otros años de esos trabajadores asociados a la cosecha que este años no llegan.
«No han contado con nosotros»
Las escasas aguas que corren por Castilla-La Mancha bajan revueltas, ya que a la pertinaz sequía que afecta a todo el país, se suman unas decisiones políticas que, lejos de sofocar sus efectos, están enfangándolo todo. Al sempiterno dilema del trasvase Tajo-Segura, se ha añadido en la última semana el Real Decreto-ley aprobado el 9 de junio por el Gobierno para poner en marcha medidas urgentes tendentes a paliar los efectos de la falta de lluvias en determinadas cuencas hidrográficas.
Esta decisión del Gobierno ha caído como un jarro de agua fría, nunca mejor dicho, en el Ejecutivo de Castilla-La Mancha. El presidente Emiliano García-Page lamenta que el Real Decreto no incluya, entre las cuencas hidrográficas afectadas, la del Tajo y la del Guadiana, los dos ríos más importantes que transcurren por la región y que no pasan por sus mejores momentos.
Fue el consejero de Agricultura, Medio Ambiente y Desarrollo Rural, Francisco Martínez Arroyo, el que criticó la decisión adoptada por el Consejo de Ministros de la pasada semana. «Es lamentable que el Ministerio de Agricultura no haya contado con nosotros», manifestaba Martínez Arroyo, quien reivindicaba que Castilla-La Mancha, y más concretamente las cuencas del Tajo y del Guadiana, necesita de planificación sectorial siempre, pero «sobre todo en períodos de sequía, cuando hay que adelantarse a los acontecimientos y queremos participar».
Menos agua en los embalses
Paradigmático, en este sentido, es el caso de los embalses de cabecera del río Tajo –Entrepeñas y Buendía–, que esta semana han descendido 6,46 hectómetros cúbicos más y almacenan actualmente un total de 348,18 (el 14,07 por ciento de su capacidad), según los datos aportados por la Confederación Hidrográfica del Tajo. Con esta situación, a 20 hectómetros cúbicos del mínimo legal marcado por el Memorándum sobre el Trasvase Tajo-Segura –fijado en 368–, no puede llegar más agua al Levante.
Es por ello, que desde el Gobierno de Castilla-La Mancha siguen reivindicando el «trasvase cero» y, sin ir más lejos, el propio presidente García-Page fue quien anunció el pasado lunes que presentarán en otoño una iniciativa legislativa, para que se contemple el uso de las desaladoras de agua en Levante, «como solución permanente y de futuro para todos, ante la escasez de recursos hídricos».
Peligra el 60% de la cosecha de cítricos
En la Comunidad valenciana, un 60% de la cosecha de cítricos peligra en la zona del Bajo Segura por falta de agua, según cálculos de Javier Gómez, de Jóvenes Agricultores Asaja-Alicante, quien explica que, en caso de no regar, «el fruto no engordará y no tendrá su tamaño para poder venderlo».
Además de este cultivo, la otra actividad predominante en esta zona del sur de la provincia de Alicante, la horticultura, se perderá por completo en plena campaña de verano. «Tenemos asegurada el agua de un mes, nada más, por lo que tampoco se puede programar a más largo plazo y los productores no se arriesgan», relata. Un poco más al norte, en el Vinalopó, serían las uvas que luego se comen en toda España en Nochevieja, las afectadas, además de los frutales.
Sin trasvases
Todo depende de los trasvases del Tajo al Segura, que en lo que va de año se han mantenido hasta abril, en virtud del decreto de sequía prorrogado desde 2016. Unas transferencias de mínimos, con apenas 12 hectómetros cúbicos para riego, porque otros ocho se destinan a abastecimiento urbano.
Pero desde mayo, las reservas en los dos pantanos que abastecen el Tajo-Segura, los de Entrepeñas y Buendía, con 348 hectómetros en estos momentos, se encuentran por debajo del caudal mínimo de garantía pactado en el Memorando firmado por cinco autonomías en 2013. Por lo tanto, la perspectiva apunta a que no se autoricen más trasvases en los próximos meses por parte del Ministerio de Agricultura.
La otra cara de la moneda está a poca distancia, sin salir de Alicante, a apenas un centenar de kilómetros, donde los hoteleros de Benidorm y las comarcas de las Marinas tienen«agua para dos o tres años», gracias a los temporales de fuertes lluvias e incluso nieve en la playa que se registraron el pasado invierno, tal como recordó el presidente de la agrupación empresarial del sector Hosbec, Toni Mayor.
«Somos una excepción en Alicante, ya que no vamos a tener problemas», resume el dirigente hotelero, que recuerda cómo a finales del verano pasado incluso se cortó el agua en el municipio cercano de Tárbena durante un día tras semanas de restricciones, aunque en este caso no cuentan con las «conducciones» adecuadas para asegurarse el suministro desde fuera.
El pujante sector hotelero benidormense hace años que hizo los «deberes» y ya no se lleva sustos, entre otras razones, porque cuenta con tres depuradoras a pleno rendimiento en este municipio, en Altea y en Villajoyosa, así como una conexión desde Alicante para emergencias.
Si además las tormentas de enero llenaron a rebosar el pantano del Amadorio, el agua no se cuenta entre las inquietudes para esta campaña turística de verano. Aunque las necesidades en el medio urbano y el agrario no son comparables. El pantano de más capacidad de la provincia para los regantes, el de la Pedrera, está al 34,55% de su volumen posible.
NO ES UN CUENTO, ES LA REALIDAD. VEAN PORTUGAL CÓMO ARDE, ARDE ESPAÑA Y EL SUELO SE DESERTIZA ,LAS COSECHAS NO NACEN Y LOS ALIMENTOS SE VAN ENCARECER MUCHO PARA LOS BOLSILLOS EXHASUTOS.¿ALGUIEN DUDADABA DEL CAMBIO CLIMÁTICO?¿QUÉ VAN A DECIR LOS ESPECULADORES Y EXPLOTADORES DE LA INDUSTRIA CONTAMINANTE QUE MATA LA VIDA EN LA TIERRA ?VAMOS A TERMINAR COMO EL PLANETA MARTE.
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