Es lunes, 10 de diciembre de 2007, y nuestro hombre conduce tranquilo un Renault 19 por el Camino Viejo de Nules y Moncofar, en Castellón. Son las 7.50 horas y ya lleva dos horas despierto. Se ha tomado un café en un bar cercano a su casa y luego ha parado en una gasolinera para comprar una bolsa de gasolina de unos cinco litros para una motosierra con la que pretende cortar leña. El hombre coloca la bolsa bajo el asiento del copiloto. No hay nadie a esa hora en la carretera. El coche circula a unos 40 kilómetros por hora.
En el paso por un puente, algo se cruza en su camino, no sabe si un animal o un ciclista. El sol le deslumbra y el conductor da un volantazo a la izquierda, pierde el control y se precipita por la pendiente del talud de tierra. Un objeto metálico incrustado en el terreno entra por el parabrisas. El hombre trata de protegerse con el brazo derecho y el hierro le secciona la mano. El coche rueda por la pendiente y va a parar a una acequia. Aturdido, se quita el cinturón de seguridad, sale del vehículo, coge un chándal del asiento derecho y se hace un torniquete. Luego trata de buscar la mano pero la explosión del coche le hace caer hacia atrás. Minutos después llegan la Guardia Civil, la policía local y los bomberos. Se encuentran al hombre tumbado en el suelo, con un torniquete en el brazo y fumando un cigarrillo. Una hora después hallan la mano quemada bajo el asiento derecho.
Salvo lo que vieron los agentes cuando llegaron al lugar del siniestro, casi todo en este relato es mentira. Ni animal, ni volantazo, ni accidente, ni objeto metálico fortuito atravesando el cristal. Solo el burdo engaño de Miguel Blázquez, un jornalero que entonces tenía 34 años, para cobrar varias pólizas de seguro. El juicio se ha celebrado esta semana en la Audiencia Provincial de Castellón y ha quedado visto para sentencia. La Fiscalía pide seis años de cárcel, lo mismo que ya pidió en 2013 en el juzgado de lo penal.
Todas las alertas saltan cuando se conoce que Blázquez había contratado hasta 11 pólizas distintas entre 2006 y 2007 por 1.897.000 euros
Cualquiera que no esté familiarizado con este tipo de fraudes, podría dar el relato por bueno. Pero afortunadamente los expertos de las aseguradoras son tipos con muchas horas de vuelo que han leído muchos partes y han desarrollado una extraordinaria capacidad para detectar qué hechos no cuadran en la narración de un atestado. Todas las alertas saltan cuando se conoce que Blázquez había contratado hasta 11 pólizas entre marzo de 2006 y noviembre de 2007 en siete compañías distintas por un importe total de 1.897.000 euros. Las compañías recurrieron entonces a investigadores privados para reconstruir las causas del siniestro y probar el fraude en caso de que lo hubiera.
El caso cayó en el Grupo Gesterec, una empresa de consultoría y análisis de Inteligencia conocida, entre otras cosas, por sus 20 años de experiencia en la investigación de siniestros. Lo primero que llamó la atención fue el perfil del asegurado. Cualquiera es libre de contratar tantas pólizas de seguro como quiera, pero Blázquez no tenía trabajo ni ingresos conocidos. Tampoco tenía una profesión de riesgo que le hiciera correr un peligro inminente ni comunicó a ninguna de las compañías que ya había firmado otras pólizas. Lo que sí tenía Blázquez era la amenza de embargo sobre algunos de sus bienes, entre ellos su coche y su vivienda.
Los investigadores se reunieron entonces con los agentes de las compañías que habían atendido a Blázquez. Dos cuestiones les sorprendieron mucho. Para empezar, el jornalero había solicitado aumentar la cobertura de algunas pólizas poco antes del accidente. La otra era el extraño comportamiento en alguien que acaba de quedarse manco. Según el relato de uno de los agentes, días después del siniestro, Blázquez se dirigió a la oficina para comunicar lo sucedido. Levantando el muñón, le dijo: "Mira lo que me ha pasado, no tengo mano. A pagar, a pagar. No tendré mano pero tendré dinero".
“Mira lo que me ha pasado, no tengo mano... A pagar, a pagar. No tendré mano pero tendré dinero“, le dijo Blázquez a un agente del seguro
Lo siguiente era reconstruir el accidente. Los investigadores de Gesterec se reunieron con varios expertos, analizaron los atestados de la Guardia Civil y recorrieron el lugar de los hechos varias veces. Hicieron mediciones y fotografías del terreno y pusieron todas las matemáticas al servicio de un único objetivo: demostrar que Blázquez se lo había inventado todo. Las conclusiones eran demoledoras y desmentían punto por punto todo el relato con el que empezaba este reportaje. El vehículo no se había salido de la vía tras la aparición de una animal, sino que había sido colocado en el borde del terraplén para dejarlo caer. No había huellas de un derrape brusco. Es más, en caso de una maniobra brusca el vehículo tendría que haber volcado y dejado a su paso unas marcas muy evidentes de desplazamiento de tierra. Pero no había nada de eso. En su lugar, lo que había quedado en el terreno de tierra suelta eran las huellas de un coche desplazándose a poca velocidad. Otro informe realizado por profesores de la Universidad Politécnica de Valencia avalaba las conclusiones de Gesterec.
Y luego la barra metálica. Ese extraño objeto que supuestamente había atravesado el parabrisas y había seccionado la mano de Blázquez. Era imposible que a la velocidad que circulaba el coche (entre 40 y 50 kilómetros por hora, según la declaración de Blázquez) el objeto entrase por la luna delantera, la partiera y luego chocara con tal violencia como para cortar limpiamente la mano del jornalero. Se trataba de un regle como los que se usan en albañilería para nivelar. Los investigadores hicieron nuevos cálculos. Si la barra había entrado perpendicularmente es porque debía estar suspendida en algún sitio. Pero la versión poco clara de Blázquez decía que estaba incrustada en el terreno.
Todo falso. El minucioso informe médico del Doctor Cobo, un neurocirujano experto en daños corporales, dejaba claro lo que había ocurrido, o más bien lo que no había ocurrido. Hay mucha literatura médica sobre cortes, secciones, manos amputadas y miembros desgarrados. Cobo se puso manos a la obra y sacó sus conclusiones. El corte era demasiado limpio y perpendicular al hueso. Pero cuando un punto no está fijo, el corte con un objeto cortante produce amputaciones parciales, ya que al vencer la resistencia de rigidez que ofrece el hueso, el miembro afectado se dobla y no ofrece resistencia para continuar el corte. Dicho de otro modo, e incluso aceptando por un momento el improbable hecho de que el hierro hubiera atravesado el parabrisas y cortado la mano de Blázquez, a este le habría quedado un colgajo.
El corte solo podría haberse hecho si la mano estaba apoyada sobre un punto fijo. Alguien había ayudado a Blázquez a cortársela con un hacha horas antes
Además, el médico sacaba otra conclusión. El corte solo podría haberse hecho si la mano estaba apoyada sobre un punto fijo. Esto es, alguien había ayudado a cortársela con un hacha o una herramienta similar horas antes de que tirase su coche por el terraplén.
Todos estos hechos han servido para que varias compañías no desembolsaran a Blázquez la millonaria cantidad que pedía por perder la mano. Las pruebas se han oído estos días en el juicio en la Audiencia Provincial y por allí han pasado los protagonistas.
José Luis Nieto, presidente del grupo Gesterec y responsable de la investigación de las aseguradoras, distingue entre tres tipos de defraudadores. "Está el picaresco, que suele recurrir a un goteo de pequeños fraudes. Siempre le roban, siempre tiene pequeños siniestros. Las cantidades no suelen ser muy altas. Luego está el tipo medio. Suelen magnificar siniestros que sí han ocurrido pero que no son tan graves. Suelen tener conocimientos del seguro y de cómo preparar el siniestro. Por último", prosigue Nieto, "tenemos el fraude organizado. Por decirlo de alguna manera, han hecho un máster en seguros, tienen abogados propios, peritos de parte, entramados de empresas".
A pesar de algunos matices, Nieto incluye a Blázquez en este último tipo. "Por la forma en que solicitó las pólizas, la premeditación y toda la preparación del siniestro para hacerlo creíble...", concluye. Los investigadores creen además que Blázquez tuvo ayuda de terceros.
Pero las cosas les salieron mal. Muy mal a tenor de todas las pruebas y de la condena que pide el fiscal. No ayudó nada la mala interpretación de su personaje tras el accidente, fumando un cigarrillo mientras aguantaba el torniquete que se había hecho en el brazo. Aún así, Blázquez ya ha cobrado casi 400.000 euros de algunas aseguradoras que ahora demandan que les devuelva esa cantidad.
Blázquez se cortó la mano para cobrar el dinero. No es el primero que intenta una salvajada de ese calibre. En los últimos años hay decenas de casos de personas que han recurrido a los métodos más drásticos para defraudar al seguro. No fue algo que pensara en tres días, ni en un momento de desesperación por las deudas contraídas. Lo meditó, acudió a varias localidades lejos de la suya para contratar pólizas, se cortó la mano con ayuda de alguien, tiró su coche por un terraplén y luego le prendió fuego para dejar la mano totalmente chamuscada. En una de esas agencias a las que acudió meses antes del accidente se produjo una conversación que el responsable de la aseguradora recordaría después. Al hombre le llamó la atención que Blázquez se manejara bien con la izquierda para firmar y se lo comentó. Blázquez le dijo que de pequeño se había roto el brazo derecho y que había estado dos o tres meses utilizando la mano izquierda.
El jornalero no ha querido declarar. Su defensor ni siquiera trata ya de rebatir los hechos. Sus últimos argumentos tratan de explicar de alguna forma que, antes de perder la mano, el recolector de frutas había perdido la cabeza, que tenía una enfermedad psiquiátrica antes del accidente y que hacía cosas compulsivamente: fumar, por ejemplo, y también contratar pólizas de seguro.
Un fraude al seguro cada 1,16 minutos
El estudio anual de la patronal del sector de las aseguradoras, Unespa, señala que el año pasado hubo unos 413.000 fraudes. Eso suponen unos 1.600 millones de euros y sale a un fraude cada minuto y 16 segundos. "La gente es honesta", señala un portavoz de Unespa, "pero es verdad que existe un problema de tolerancia con este tipo de fraudes. Defraudar al seguro no es algo reprobado socialmente y debería serlo porque las pérdidas por este tipo de fraudes inciden en el coste de las pólizas".
Los tramitadores de seguros son una especie de escritores con un especial olfato para detectar errores en las ficciones que inventan quienes tratan de defraudar a las compañías. No es solo una metáfora. Unespa y la consultora Icea, organizan cada año un concurso de detección de fraudes en el que se premian las mejores investigaciones en tres categorías: automóviles, daños personales y diversos. El resultado es en realidad un concurso de relatos de no ficción en el que ganan los más llamativos.
A modo de ejemplo, reproducimos tres sinopsis de algunos de los premiados en el año 2014.
Tercer premio en la categoría de automóviles
Un asegurado presenta un parte de accidente por lesiones graves al ocupante que le acompañaba en su moto. El asegurado cuenta que iba circulando por la carretera y al pasar por un badén, el ocupante cayó hacia atrás. Hay cosas que rechinan. Además de algunas incongruencias en el relato, las heridas son demasiado graves para los hechos que se narran. La entidad aseguradora investiga más a fondo y descubre que el acompañante es un piloto de carreras profesional y que las heridas se las había hecho compitiendo. Ni el asegurado ni el piloto vieron un duro. Eso sí, se recuperó y ha vuelto a competir.
Primer premio en la categoría de diversos
Se recibe un parte por la rotura de una vitrocerámica. Los tramitadores comprueban la concordancia de la factura que presenta el cristalero con los daños de las fotos aportadas. Hay cosas que no cuadran y se ponen a investigar. Descubren que las fotos han salido de Internet. Contactan con el asegurado pero este dice que lleva años sin dar parte al seguro. Los investigadores comprueban que hay otros casos en los que las indemizaciones de otros siniestros van a parar a una misma cuenta corriente. La titular es una empleada de una correduría de seguros. Los investigadores contactan entonces con el director de la empresa. El jefe descubre que su trabajadora había presentado 37 partes falsos a espaldas de él.
Tercer premio en daños personales
Fiestas del pueblo en honor a la patrona. Se organiza una capea. Los mozos hacen pases sin muleta a las vaquillas. Un tipo llama por teléfono a su seguro para dar el parte de un accidente. Cuenta que estaba viendo la capea como espectador, que un astado ha embestido hacia el lugar en el que él se encontraba y que ha caído de una de las vallas que delimitaban el recinto. Dice que se ha partido las piernas. No cuela. Los investigadores comprueban que su póliza no cubre los accidentes en deportes de riesgo o encierros. Entonces se ponen a buscar en redes sociales hasta que encuentran un vídeo de la capea. Y allí ven al tipo dándolo todo en el centro de la plaza. Un maestro del requiebro.
COMENTARIO:
El no pagar los siniestros, por parte de las aseguradoras, es parte de su negocio. Por lo tanto, intentan ahorrarse todo lo que pueden y luego se felicitan: ¡que bien lo hemos hecho! Se echa de menos un buen reportaje de cómo defraudan y abusan las aseguradoras del desconocimiento de la gente imponiendo cláusulas abusivas y otras cosas. Ahora, el medio de comunicación que se meta en ese jardín no vuelve a pillar un anuncio. Así que, mejor seguir haciéndoles la pelota con publirreportajes anecdóticos como éste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario