Sectarios
El peligro de ser fanático de un partido, de una idea o de un líder.
A raíz de la visita de don Joaquín Leguina a nuestro Principado, invitado por la Asociación Ciudadanos Por Asturias, me comentó un amigo mío la entrevista que tuvo con una alcaldesa asturiana del PSOE. En un momento de la misma, ella le dijo que no entendía cómo Leguina se prestaba a venir convocado por una asociación presidida por Raimundo Abando. A lo que mi amigo le contestó: "Mira, Alcaldesa, es fácil de entender. Tú eres una socialista sectaria, mientras que él es un socialista antisectario. Tú tienes carné porque vives del socialismo, mientras que él tiene carné porque cree en el socialismo". Magnífica respuesta de mi amigo a una persona que, solo con pensar lo que dijo, quedó plenamente descalificada.
Durante la visita de don Joaquín tuve la oportunidad de charlar con él durante todo un día. Me encontré con una persona afable, cordial, culta y con una gran formación. La verdad es que no me sorprendió, pues le sigo día a día y es como me lo imaginaba. Hablamos de muchos asuntos. Y al final le decía yo que, al margen de las teorías económicas que nos diferenciaban, las de él socialistas y las mías liberales, prácticamente pensábamos en todo lo mismo. Es más, llegué a decirle que cuando hubiera listas abiertas, si se presentara, le votaría de los primeros de la mía.
Pero de lo que más hablamos fue del sectarismo y de nuestras posiciones al respecto. Coincidíamos los dos en que lo peor que hay en la vida es ser sectario de cualquier tema, y por supuesto también en política. El ser fanático de un partido, de una idea o de un líder hace que la persona pierda la ecuanimidad y se convierta en un extremista.
Dice sobre los sectarios Pepe Rodríguez en "Esclavos de un Mesías" que "todos ellos presentan rasgos psicopatológicos más o menos acusados; rasgos que cabalgan hacia el delirio paranoico". Y qué razón tiene. Sus relaciones se fundamentan en el paradigma sumisión/dominación, no en la solidaridad y el respeto hacia el otro. No permiten la desobediencia; ni tan siquiera la diferencia de opinión o la honrada disconformidad.
Pero el sectario político todavía es mucho peor. Cuando hay un fracaso se debe a un hecho exterior, nunca a un fallo personal o del grupo. El sectario político siempre está defendiéndose, siempre está vigilando para que alguien no actúe en contra de su partido. Se dedican tontamente a consumir una energía que podrían emplear mucho mejor en otros menesteres. No comprenden que ser sectario es fracasar antes de empezar.
Preparando la entrevista con don Joaquín estuve viendo un programa de televisión donde el Sr. Leguina coincidió con la periodista doña María Antonia Iglesias. Don Joaquín defendía lo que la mayoría de los ciudadanos pensamos sobre la época de Zapatero, la corrupción, las juventudes de los partidos, la memoria histórica, la separación de poderes, la democratización de los partidos políticos, etc. Cuando le tocaba el turno a la Sra. Iglesias lo único que le dijo es que era "un resentido que bailaba el agua a la derecha". ¿Podría haber un comentario más sectario?. Ni un argumento en contra; simplemente el recurso de la descalificación a la persona. Como me dijo don Joaquín, no hay nada peor que el sectario que critica a un compañero de partido porque piensa de otra manera.
Recordando ese programa, le contaba yo al Sr. Leguina la triste anécdota que me ocurrió cuando estaba en Foro. Después de mis diferencias con Álvarez-Cascos, y cansado de llamarle sin tener respuesta, intenté hablar con un viejo amigo al que conocía desde hacía veinticinco años. Fundador de Foro, diputado regional y "guardador de los tesoros del partido", pensé que era la persona adecuada para intermediar y tratar de solucionar la situación. Llamé, hablé con él y quedé para almorzar. Pero al final fue imposible. Nunca más me volvió a llamar. Me supuse había "recibido órdenes". Ni apelando a la educación fui capaz de contactar con él; nunca me cogió el teléfono, prefirió ser un fanático maleducado antes que continuar como amigo.
Y es que se puede ser de uno u otro pensamiento, se puede defender una u otra idea, pero hay que huir del sectarismo como de la peste. Tenemos que ser abiertos y generosos con todas las personas, pero sobre todo con aquellas que compartamos objetivos fundamentales, aunque tengamos diferencias. Para fastidiar ya tenemos a esos enemigos irreconciliables de todo ser humano normal.
A todos los fanáticos que hay en los partidos políticos me gustaría recomendarles que lean "El Hombre de los Bosques" de Herman Hesse y que si, una vez leído, siguen siendo sectarios, se queden en el bosque de sus partidos para siempre. Los demás, y los que abandonen el sectarismo, nos iremos con Kubu a donde viven los seres limpios, liberados y donde nadie está sometido, sino al sol.
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