Está ocurriendo algo asombroso: economistas y periodistas que antes fueron fuentes creíbles contra todas las injusticias y despropósitos de Sánchez, ahora parecen potenciarlo. Sacan datos sobre la supuesta imposibilidad de sostener las pensiones, pero todo lo hacen desde un relato de números gruesos, sin mirar lo que hay detrás. Y lo que hay detrás es bondad, generosidad y dedicación.
Las personas pensionistas se merecen gastar sus pensiones en sí mismas, en disfrutar de esos últimos años después de décadas de trabajo duro, de sacrificio, de precariedad, de riesgo y de cotizaciones constantes. No se trata de un lujo: se trata de derechos ganados con esfuerzo. Y además, muchos de ellos dedican buena parte de sus pensiones a hijos y nietos, cuidando de ellos con amor y alegría, y evitando así que el Estado tenga que asumir costes de guarderías, transporte o servicios sociales. Ellos lo hacen con placer y responsabilidad, y nadie lo valora como se merece.
Y, sin embargo, esos mismos economistas y periodistas que en su momento fiscalizaron al Gobierno de Sánchez, ahora, cuando estaba en mínimos, le dan aire con aquello de que con las derechas peligran las pensiones. Ahora hacen el cuento de la lechera: presentan a los pensionistas como una carga social. Sí, lo son, pero después de haber trabajado toda una vida, de haber cotizado, pagado impuestos, consumido y sido piezas esenciales de la economía que ahora, de repente, no les cuadra. Les diré algo: esos pensionistas empezaron a trabajar y producir casi desde niños; quienes estudiaron tuvieron que compaginarlo con jornadas de trabajo, día y noche, enfrentándose a empleos duros, sin que nadie los considerase una carga. Se ganaron todo por ellos, sin llorar como ahora hacen ustedes.
Muchos jóvenes de hoy no luchan por un salario digno, por un empleo estable, por una vivienda asequible, ni por poder emanciparse y conseguir un futuro no tan negro como lo ven; estos jóvenes sí fueron y son una carga hasta casi los 30 años, recibiendo apoyo económico constante para estudios, transporte, ropa, manutención, e incluso vacaciones y lujos que los pensionistas actuales jamás pudieron permitirse a su edad. Ellos vivieron austeramente, luchando y trabajando desde jóvenes, y nunca fueron considerados una carga.
Los pensionistas actuales no solo trabajaron y cotizaron, sino que continúan siendo pilares de la sociedad: cuidan de nietos, ayudan en la familia, participan en la economía y transmiten valores de esfuerzo y responsabilidad que los jóvenes de hoy muchas veces desconocen. Su contribución no termina con la jubilación; sigue activa y es esencial para el consumo, pagar impuestos, mantener empleo en temporadas bajas, y para la cohesión social.
Por todo ello, ruego a esos economistas y periodistas que sean serios y que dejen de caer en la demagogia barata: las pensiones no son un gasto, no son una carga; son un derecho justo, merecido y ganado con esfuerzo, sacrificio y generosidad. Negarlo es desconocer la realidad, la historia y el valor de toda una vida de trabajo.
Además, en un país, una sociedad con problemas, no vale quitárselo a quien mejor vive, es elevar el nivel de los de abajo. Pero, ¿qué vamos a esperar de las generaciones de la igualdad, no la igualdad ante la ley y mismas oportunidades, sino esa igualdad de techos de cristal donde para conseguirla, se coloca arriba, no por mérito, sino por cuotas y cremalleras? ¿Qué puede salir bien? Nada.
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