Entre los hijos de Adán y Eva ya estaba presente el odio. Caín, teniendo todos los privilegios del primogénito, o por ello, decidió matar a su hermano Abel porque quería ejercer su poder. La resaca posterior de aquel acto metafórico y bíblico nos ahoga, sin haber recobrado aún la fraternidad.
En la actualidad estamos asistiendo a la destrucción sistemática de grupos de población sin ningún reparo ni compasión, usando métodos como asedios y hambrunas. Hace 50 años creíamos que nunca volverían a aplicarse las abusivas leyes a las que se enfrentan hoy en día mujeres y personas de diversidad sexual en algunos países islámicos que desean extirpar del mundo la llamada cultura occidental de libertad y democracia; pero en la resaca actual las aplican castigando con penas medievales usando tecnología moderna. Por otra parte, aunque mi generación fue horrorizada con los campos de exterminio nazi; e informada de que el terrorismo era la peor de las enfermedades; e inclinada a perdonar pasando página y a no olvidar; e imaginó, deslumbrada por movimientos culturales de no violencia, un mundo con la gente viviendo en paz... la resaca que estamos padeciendo en la actualidad supera la peor distopía que se imaginó como promesa de futuro. Promesa fue la que hizo Netanyahu antes de ser primer ministro de Israel ante una cámara que aún estaba grabando tras una entrevista, en la que informó a la periodista de que, siendo él primer ministro, si Hamás cometía un acto terrorista, arrasaría Gaza. Y la está cumpliendo de forma horrible, sin discriminación ni reparo alguno; está acabando con todos los gazatíes: o por las armas, o por asedio, o por hambruna. La persistencia del odio hacia alguien puede provocar en él la perniciosa locura de querer destruir ese odio, exterminando totalmente a quien le odia, sin importar justos e inocentes (como en Sodoma y Gomorra). Luego, asolada la zona, el poder del dinero, que todo lo rentabiliza, construiría Sodoma y Gomorra.
Ni Irán, ni Israel, ni Sudán, ni el Estado Islámico, ni Rusia, ni Netanyahu, ni Hamás, ni Hezbolá, ni el comandante Hemeti, ni Putin... están dispuestos a un mundo en paz. El odio es usado para establecer su Nuevo Orden de hegemonía (cada uno el suyo y cada uno la suya). Nada puedo descartar ni destacar; no puedo odiar la crueldad del ser humano para no convertirme en un paranoico asesino de lo humano. Por eso grito: ¡Que paren odios y matanzas! ¡Que paren crueldades hacia grupos identitarios por serlo! Si todos estuviéramos gobernados por la cordura, el poder de los gobernantes cretinos no nos manipularía como a idiotas, para despertar al estúpido que nos exterminará a todos.
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