Las mayores tasas de suicidio por habitante en España se registran en Asturias y Galicia. Es fácil llegar a una conclusión, son de las más envejecidas, los ancianos no importan a nadie. Son números escalofriantes que no asustan a nadie.
A los viejos, enfermos, dependientes, discapacitados... a los más desesperados, indefensos y vulnerables se les puso en bandeja la ley de eutanasia para que se quitaran delante por decisión propia, así la conciencia de esta sociedad quedaba liberada de remordimiento. Sí, está hecha para esos, no para los que gozan de buena salud física y mental. Somos la alegría de la huerta, apostamos por la muerte en vez de por la vida. Así con el aborto.
Pues esa ley de eutanasia no disminuye los suicidios, los aumenta. Será por simpatía:
"Según una nueva investigación del Centro de Bioética Anscombe, las tasas de suicidio en las naciones europeas que permiten la eutanasia y el suicidio asistido son consistentemente más altas que las de los países vecinos". Con lo cual predisponemos a los viejos y desesperados a irse antes de ser una carga para depender de quienes les importan una mierda.
Los jóvenes no tienen tiempo para sus mayores. Pero es que incluso no les facilitan unas residencias decentes y asequibles. Vean que es lo más torpe que he visto jamás, aunque solo fuera pensando en ellos mismos, ahí estarán en la cola muy pronto todos ellos.
Eso sí, son complacientes con la diversidad sexual, de género, de familia... Protegen animales, son ecologistas, verdes, rojos y feministas, pero las mujeres ancianas se mueren solas sin importarles un pimiento. Protegen a los pájaros, lobos y mascotas por encima de la vida humana. Si destruyes un huevo de golondrina o cigüeña puedes hasta ir a la cárcel, pero hacen legal el aborto sin supuestos. Esa es la hipócrita sociedad que tenemos.
Esos jóvenes les dirán a sus papás y abuelos que no se puede hablar con ellos de nada, que están atrasados, todo para no tener la obligación de escucharlos, una especie de censura intrafamiliar descarnada. Es fácil deshacerse de esa carga, simple, crear una discusión, hacerse la víctima para justificarse a sí mismo culpando al papá de intransigente e inaguantable. Es muy común tamaña argucia, salva conciencias, todos conocemos casos de ese tipo.
Antes, el tener años sumaba; ahora, resta. Los jóvenes no los dejan hablar ni los escuchan siquiera, hablan por ellos y deciden por ellos. Anulan la persona por el simple hecho de tener cierta edad. Es muy común este proceder. Más de uno me decía que sus hijos e hijas no les dejaban coger el coche. Los van inutilizando poco a poco creyéndose con la potestad de anular a sus viejos, aquellos que les dieron la vida y los criaron. Eso sí, la educación, más bien pésima, de lo contrario no hablaríamos de esto.
La vejez en muchas culturas, aquí antes también, formaba parte del respeto de la familia y de la sociedad. Se tenían en cuenta, se protegían, se cuidaban y tenían un alto valor añadido por vivir lo vivido.
Ahora la vejez forma parte de un desecho familiar por parte de una generación que piensa ser joven por siempre. Prefieren pasear al perrito de cordel y llevarlo de vacaciones que hacerlo con la abuela. Arrinconan a sus viejos, no los escuchan, molestan.
Por todas las ciudades viven miles y miles de mujeres solas, viudas, sin salud, sin medios y sin memoria; cargadas de tristeza y vulnerabilidad. Forman parte de una sociedad inhumana que solo piensa en ella misma, divertirse y viajar. Dicen que el trabajo les impide visitar y cuidar a sus padres y abuelos.
Vayan a una residencia de ancianos cualquiera y párense a hablar con esos viejitos, verán sus historias y la tristeza en sus ojos, sus hijos e hijas no los visitan, al menos con la frecuencia requerida; cuando van lo hacen obligados, a cumplir el trámite.
Siempre me he sentido comprometido con los ancianos que sufren discriminación clara y palpable por parte de todas las instituciones que domina esta sociedad sin valores y principios.
Quien abandona a una madre no mereció nacer y vivir. No hace falta que sea madre biológica, cada mujer sola sin ser decisión propia es una madre de todos nosotros abandonada. Somos pura hipocresía.
El padre, por una educación más recia, acostumbrado y obligado a retos personales, a sufrir en silencio, a jugarse la vida cada día en trabajos por aquella de gran esfuerzo, avezado a superar miedos reales para ganarse el pan para esos mismos que ahora le desprecian, no se callará ante nadie, no es como la mamá, más tierna, dulce, amable y siempre disponible. El padre es otra cosa, ama a sus hijos y siempre estará para ellos si lo necesitaran, pero no perderá la dignidad siendo un trasto arrinconado sin más. Los padres no tiene esa capacidad de delicadeza para callarse todo y ser meros comparsas sin capacidad de opinar por no enfadar a los retoños, ya muy maduritos, que viven en su mundo de supremacía intelectual. De ahí que los suicidios sean mayoritariamente cosa de hombres.
Una sociedad así está encaminada a destruirse a sí misma. Es necesaria y urgente una ley de protección y dignidad para con los ancianos. Es curioso, no se enteran que lo seremos todos dentro de un ratito.
Ser viejo está pasado de moda. Por eso solo queda volver a honrar la vida, y eso pasa por defender la vida desde su concepción hasta su final.
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