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miércoles, 3 de enero de 2024

UNA INDIGNIDAD

 FALTA DE RESPETO AL JUEGO DEMOCRÁTICO.

Considero que el Congreso de los Diputados es el lugar donde se asienta nuestra democracia, es este hemiciclo donde los 350 diputados/as, elegidos democráticamente, deben legislar y ejercer las labores de control del Gobierno, es "el Capitolio" trasladado a España.

Esta labor que se encomienda a sus señorías durante cuatro años, que queda perfectamente establecida en la Constitución y en las leyes, debe ser ejercida desde dos premisas fundamentales, la educación y el respeto.

Pero me parece que en los últimos años, más que el Congreso de los Diputados, parece una "jaula de grillos". Atendiendo a no sé qué intereses partidistas, el hemiciclo se vuelve cada semana un circo difícil de entender por los ciudadanos.

Se supone que los diputados/as elegidos son gente en su mayoría con carrera universitaria, con máster, con cursos de formación, algunos ejerciendo en la Administración pública o en empresas privadas de prestigio, es decir, gente cualificada y preparada para ejercer esa labor correctamente. Pero no, se empeñan cada día en mostrarnos un espectáculo bochornoso, con insultos, con trapos sucios, con faltas de respeto constantes. ¿Cómo puede un ciudadano de a pie contemplar a una diputada dando el pecho a su bebé en el escaño, o a otro diputado llevar una impresora al escaño, o abandonar el hemiciclo cuando la intervención de un diputado en la tribuna dice cosas que no le gustan? ¿Pero qué es esto?

Cuando se señala fecha para la apertura solemne de la legislatura, en este caso la XV, resulta que una serie de diputados no asisten al Congreso porque va S. M. el Rey.

Oiga, usted está elegido por el pueblo, usted tomó posesión del cargo y tiene su acta correspondiente. Cobra 4.000 euros al mes, más dietas, vehículo, un ordenador potente y un móvil de última generación. Ustedes tienen que acudir al Congreso o de lo contrario renunciar al acta, al sueldo y marcharse para su casa. Esto es un despropósito, una falta de respeto a los ciudadanos y a las instituciones.

Se imaginan qué pensará un ciudadano de a pie que se levanta a las seis de la mañana y que llega a su casa a las tres de la tarde de su trabajo, con un sueldo pírrico con el que escasamente llega a fin de mes y se pone a comer viendo la televisión y observa el espectáculo de sus señorías en el Congreso, pues apaga la tele porque le da vergüenza.

Reflexionen, trabajen para resolver los problemas de los ciudadanos, con responsabilidad, altura de miras, educación y respeto, y si no váyanse para su casa y dejen paso a mejores gestores, que los hay.


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