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viernes, 1 de julio de 2022

EL ÉXITO ESTÁ:AHORA ,LA OBLIGACIÓN.

 El éxito está; ahora, la obligación

La cumbre de la OTAN ha reforzado mucho la imagen exterior de España, pero eso no puede ocultar que duplicar la inversión en Defensa es una exigencia de la alianza y una necesidad

ES indiscutible que la organización de la Cumbre de la OTAN en Madrid ha sido un éxito absoluto. Todo lo que tenía salir bien ha salido bien. La capital de España ha acogido con paciencia y con absoluta normalidad los cortes de tráfico, las medidas de seguridad y los controles en los accesos. No ha habido problemas de orden público, porque la extrema izquierda ha fracasado en todas y cada de sus convocatorias. La planificación de las autoridades para la movilidad de las delegaciones oficiales ha sido perfecta, y la imagen de España, y de Madrid, se han visto reforzadas en a nivel mundial en aspectos muy ajenos al significado político de la OTAN, pero muy importantes para nuestro país, como la cultura, incluso la gastronomía, y la excelencia en la organización de eventos de tanta responsabilidad.

La hospitalidad española también tiene que ver con los resultados alcanzados por los máximos responsables de la defensa atlántica. Una agenda afable facilita los contactos personales y la interlocución política. No es lo mismo pasearse entre los grandes de la pintura universal, que estar sometido a un frío protocolo administrativo. Evidentemente, esta cumbre venía orientada con buenas predisposiciones de los mandatarios aliados porque Rusia ha forzado una reactivación de la adormecida alianza occidental, a costa, eso sí, de sembrar el terror en Ucrania. Por eso hay un buen saldo de acuerdos y compromisos. La OTAN ha invitado formalmente a Suecia y Finlandia a engrosar sus filas, lo que significa para ambos países el abandono de una neutralidad tradicional, obligados a abandonarla por la amenaza constante y creciente de Rusia. Una amenaza que ayer mismo Moscú agravó con la advertencia de un «refuerzo milimétrico» a la presencia militar en suelos sueco y finlandés. Cada vez que Putin abre la boca, la Alianza Atlántica se hace más necesaria.

También es muy importante la renovación del acuerdo de colaboración entre España y EE.UU. que supondrá la incorporación de dos destructores americanos más a la base de Rota, donde ya hay cuatro. Un refuerzo significativo de la asociación entre ambos países, pero también para la economía local. Y, sin abandonar el escenario español, de esta cumbre sale el compromiso expreso de Pedro Sánchez de elevar al 2% del PIB el presupuesto de Defensa. Realmente este aumento fue convenido por Mariano Rajoy en la Cumbre de Gales, en 2014, y el plazo fijado para alcanzarlo finalizaba en 2024. Sánchez lo ha trasladado a 2029, así que el presidente del Gobierno deja su impronta con un retraso de cinco años. En todo caso, Sánchez lo ha asumido.

Moncloa ha disfrutado la cumbre como una experiencia única en este mandato. Ha tenido la proyección internacional por la que tanto se afana habitualmente; no se ha desgastado con réplicas de la oposición, ni de sus socios; y ha encadenado, uno tras otro, abrazos, sonrisas y apretones de mano con Biden, Macron, Johnson y demás líderes del mundo democrático. Ha sido como jugar en casa sin adversario. Sin embargo, la Cumbre se acabó y ahora le sigue el Gobierno cotidiano de España. Es el momento de que el presidente cumpla sus compromisos y los haga cumplir a sus socios y aliados. Porque, para aprobar la ampliación del acuerdo con Estados Unidos o elevar el presupuesto de defensa al 2 por ciento del PIB, Sánchez va a tener problemas, no con el Partido Popular, sino en el Consejo de Ministros con la extrema izquierda, y en el Parlamento, con sus aliados independentistas y proetarras. Es insólito lo que Sánchez ha conseguido: que su política exterior y de defensa dependa más de la oposición que de su propio Gobierno.

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