¿Por qué no quiero ser médico de familia?: «Mi padre es Don Enrique, el más respetado, pero no puedo vivir como él»
Los recién titulados en Medicina evitan formarse en atención primaria, la que más profesionales necesita. Algunos como Cristina Guilabert rompen con una tradición de varias generaciones
En cuatro años habrá un colapso en el primer escalón de la Sanidad que la contratación de facultativos extranjeros no evitará
Cristina Guilabert rompió hace tres años con la tradición familiar. Dejó atrás dos generaciones de médico de familia, de facultativos que entendían la profesión como una forma de vida. Esa en la que un parto te podía despertar a las 3 de la madrugada, dejar las vacaciones en suspenso con las maletas hechas por una parada cardiaca o atender un accidente de tráfico en cualquier momento. Sin respiro, con una dedicación de 24 horas, siete días a la semana y doce meses al año. Y sin poder quejarte porque así es la vida de un médico rural, quizá la plaza más vocacional de la Medicina. Su abuelo Rafael lo fue en un pueblo de Segovia llamado Cantalejo y su padre Enrique aún ejerce en la zona de Sepúlveda, en la misma provincia.
Ellos son el «mayor orgullo» de su vida», los culpables de que amara la Medicina desde niña. Sin embargo, cuando llegó el momento de elegir optó por Anestesia y Reanimación en el Ramón y Cajal, uno de los grandes hospitales de Madrid. Simplemente, eligió una vida distinta. No fue por falta de vocación, acota a la periodista con rapidez. «Tuve sentimientos encontrados. En mi pueblo mi padre es 'Don Enrique', el médico en el que todos confían y respetan; eso es difícil ver en otras especialidades. Pero también he visto lo duro que es trabajar con sus condiciones. Días en la carretera para atender a los enfermos en su coche particular. Siempre solo, sin poder compartir decisiones vitales como se hace en un hospital, mal pagado y sin apenas recursos. Hasta el desfibrilador que tiene en su consulta para atender paradas cardiacas lo consiguió gracias a la donación de un señor del pueblo... Dudé si seguir la tradición familiar, pero sabía que no podría ser tan buena como él».
La Cenicienta de la profesión
En las grandes ciudades los médicos de atención primaria tienen turnos, horarios y cuentan con el apoyo de servicios de emergencia. El trabajo es más cómodo que en el medio rural, aunque más frustrante. Lidian con agendas interminables de pacientes, se convierten en máquinas de hacer recetas y dar bajas, sin apenas tiempo para mimar a sus enfermos y hacer la medicina que les gustaría hacer. Los años de pandemia no han hecho más que empeorarlo todo.
Los que consiguen las mejores notas en el examen MIR se rifan las especialidades con más salida en la Sanidad privada y las plazas de los hospitales de las grandes ciudades. En esta última convocatoria se volvió a repetir el patrón de los últimos años. La número uno, la aspirante con la nota más alta, Sofia Haselgruberl, eligió Dermatología. Su elección no extrañó. Quien puede elegir prefiere ser dermatólogo, cirujano plástico, oftalmólogo o cardiólogo. La Dermatología, cuenta además con una ventaja añadida porque es una de las pocas en las que apenas se exige hacer guardias.
Quizá por eso nadie quiera ser médico de familia y la especialidad se ha convertido en la Cenicienta de la Medicina. En la última convocatoria MIR, el examen que da acceso a la especialidad médica, se quedaron sin adjudicar 220 plazas. No era la primera vez. Año tras año, son las plazas que se quedan sin cubrir, pese a ser los profesionales más solicitados.
Los que consiguen las mejores notas en el examen MIR se rifan las especialidades con más salida en la Sanidad privada y las plazas de los hospitales de las grandes ciudades. En esta última convocatoria se volvió a repetir el patrón de los últimos años. La número uno, la aspirante con la nota más alta, Sofia Haselgruberl, eligió Dermatología. Su elección no extrañó. Quien puede elegir prefiere ser dermatólogo, cirujano plástico, oftalmólogo o cardiólogo. La Dermatología, cuenta además con una ventaja añadida porque es una de las pocas en las que apenas se exige hacer guardias.
«Mucha corporación dermoestética»
En esta última convocatoria, las 115 vacantes para ser dermatólogo se agotaron el segundo día y el año pasado se repartieron 112 también con rapidez. Cirugía Plástica solo necesitó un día más para adjudicar sus 51 plazas. La corporación dermoestética triunfa en nuestro país, suelen bromear los médicos. Y quien no lo consigue prefiere dejar correr la convocatoria para volver a presentarse otro año. Después de seis años de carrera y, al menos otro preparándose para obtener buen puesto en el MIR, prefirieron perder el año y volver a examinarse.
La falta de atractivo para los nuevos titulados no implica que Medicina de Familia sea prescindible. La atención primaria resuelve el 90 por ciento de los problemas de los ciudadanos. Sin pediatras ni médicos generalistas, el sistema sanitario se vendría abajo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo tiene claro y recomienda que la mitad de los médicos de un sistema sanitario sean de Familia.
El Ministerio de Sanidad es consciente de la necesidad, más aún tras el golpe del Covid. Por eso, este año elevó las plazas de formación, aunque haya servido de poco. «La oferta MIR está mal distribuida, entre un 40% y un 50% de todas las plazas ofertadas deberían corresponder a Familia», sentencia Verónica Casado, una médico generalista veterana, con experiencia docente y gestión sanitaria. En 2017 fue galardonada como la mejor médico del mundo, enseña esta especialidad en la Facultad de Medicina de Valladolid y ha sido presidenta de la Comisión Nacional de Medicina de Familia, además de consejera de Sanidad en Castilla y León.
Ella vio venir el problema hace años. En 2014 advirtió al Ministerio de Sanidad de que se estaban formando menos médicos de los necesarios para responder a la tasa de reposición y que todo se agravaría con la jubilación de una generación de facultativos. Ese momento ya ha llegado. En tres o cuatro años se espera una avalancha de jubilaciones en los centros de salud y no hay recambio. «O entendemos, como otros países, que la Atención Primaria es el eje vertebrador del sistema sanitario o tendremos problemas en tres años muy, muy, importantes», dice. La formación y contratación de médicos extracomunitarios no será suficiente.
Cambiar los planes de estudio
Casado culpa a la universidad: «No te enamoras de lo que no conoces». Y se enseña poco a ser médico generalista en las facultades de Medicina, empeñadas en formar superespecialistas. «Necesitamos un cambio en los planes de estudio con más formación global, psicosocial y centrada en los problemas de las personas. Cuando un alumno en la facultad me dice que tiene claro que no se dedicará a la Atención Primaria, me chirría. Es como decir, 'soy médico pero no me gustan las personas'».
Los más buscados
Pese al escaso entusiasmo quienes eligen Familia tienen un puesto de trabajo asegurado. Estos profesionales son hoy «una joyita deseada», «quien quiere trabajar lo hace donde quiere, hay más oferta laboral que demanda», anima Casado.
La especialidad acarrea cierta mala fama por tópicos que se repiten: se cobra poco, tiene menos prestigio social y está menos considerada. Pero esta veterana lo desmiente: las encuestas de satisfacción dan siempre a la primaria las mejores puntuaciones y los médicos de ambulatorio cobran igual que los hospitalarios, argumenta. «Eso sí, no espere a ver a un médico de familia en la prensa porque ha evitado un cáncer, nunca será noticia, aunque lo haga a diario».
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