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domingo, 27 de marzo de 2022

EL PODER SINDICAL SE AHOGA EN UN ALUVIÓN DE MALESTAR SOCIAL.

 El poder sindical se ahoga en un aluvión de malestar social

Las protestas del campo y el transporte surgieron al margen de los sindicatos, sin capacidad de orientarlas y desactivarlas

El declive se produce después de que Sánchez duplicara en dos años las ayudas que reciben y las dejara en 17 millones

El 14 de marzo los pequeños transportistas comenzaban un paro indefinido que desde varios frentes se quiso desacreditar. Era la expresión del malestar social que recorre España por el impacto de la espiral inflacionista en el bolsillo y el alza desbocada de los precios. La Plataforma en Defensa del Transporte por Mercancías lograba tensionar la cadena de suministro y llegar a los supermercados con una movilización ignorada y descalificada por el Gobierno a la que finalmente se sumaron grandes patronales.

El paro del transporte ha ido de la mano del convocado por la pesca y de la marcha histórica del campo en Madrid para decir basta a la política del Ejecutivo. Todas surgieron al margen de los sindicatos y tampoco han sido capaces de desactivarlas.

Su poder en las calles se ha apagado y lo ha hecho con un Gobierno de izquierdas que en dos años ha duplicado las subvenciones que reciben. No es que el declive de los sindicatos sea nuevo, y algo que solo afecta a España, pero su imagen atraviesa uno de los peores momentos, sin capacidad de reacción y sin apoyo en las calles. Las causas de desprestigio son variadas, pero analistas y expertos destacan una sobre todas las demás: el fuerte componente ideológico de UGT y CC.OO les ha alejado de la realidad de los trabajadores.

«Los sindicatos en España han ido perdiendo paso a paso, cada vez a mayor velocidad, el pulso de la realidad económica, social y cultural. No han sabido responder a los problemas que plantea la revolución tecnológica y digital que ha transformado a las empresas de forma radical, ni atender las inquietudes de unas generaciones que se incorporan con nuevos retos y aspiraciones», asegura a ABC, Sandalio Gómez, doctor en Ciencias Económicas y profesor emérito del IESE Business School.

«Mientras los sindicatos no aclaren sus ideas, y demuestren una falta de coherencia tan evidente en sus comportamientos, el resultado no puede ser otro que la pérdida de credibilidad y de la confianza de los trabajadores que pretenden representar y de la sociedad en su conjunto, que contempla con perplejidad la falta de capacidad para dar respuestas a los problemas actuales», dice Sandalio Gómez. Explica este profesor que «la legislación laboral que existe en los países democráticos, y la nueva realidad empresarial y social, imponen un cambio drástico en su estrategia de negociación, y en el enfoque de su financiación. Si no lo hacen, habrán perdido el sentido de su existencia y entrarán en riesgo de convertirse en unos fósiles que se contemplen en los museos de historia».

¿Cómo enfrentarse a un Gobierno que dobla las subvenciones recibidas? Es lo que pueden estar preguntándose en los cuarteles generales de UGT y CC.OO. sobre los pasos a dar en un conflicto que ha tensado al máximo las costuras de la paz social. Muy difícil es hacer frente a Pedro Sánchez cuando este año ha disparado un 18,33% las subvenciones que concede anualmente a los sindicatos, hasta dejarlas en 17 millones. Y llovía sobre mojado, porque en 2020, en plena crisis del Covid, estas ayudas escalaban desde 8,9 millones hasta 13,8 millones.

Ni un millón de afiliados

La parálisis del mundo sindical se ha producido en un contexto de aumento de las ayudas y en el que ya se constata una pérdida clara de respaldo de los trabajadores. En 2014 la economía y empleo comenzaban a crecer tras la crisis financiera, pero ese año fue el último en el que la central que dirige Unai Sordo lograba mantener la cuota del millón de afiliados; a partir ahí comenzaría el descenso. Lo mismo le ocurrió a UGT, aunque en este caso el millón de afiliados desapareció antes, en 2013. En estos momentos se puede afirmar que apenas el 5% de los trabajadores que están afiliados a la Seguridad Social lo está a uno de estos sindicatos. Un declive que además se produce en un contexto de alta precariedad y salarios menguantes, una paradoja.

«Los sindicatos en España han dejado de luchar, se han apuntado a lo políticamente correcto, a lo que diga el Gobierno. Su poder está limitado por la corriente política a la que pertenecen», relata Rafael Pampillón, doctor en Ciencias Económica y Empresariales. Recuerda que los sindicatos británicos se han convertido en el principal apoyo económico del Partido Laborista y que en Norteamérica se han asociado al Partido Demócrata mientras que en España UGT es «una especie de correa de transmisión del PSOE» y CC.OO. está vinculado a Unidas Podemos. «Una de las principales razones de este tipo de asociaciones o relaciones entre los sindicatos y los partidos políticos es que comparten los mismos principios e ideales sociales. De ahí que cuando gobiernan los partidos de izquierda, como ahora ocurre en España, los sindicatos pierden fuerza reivindicativa», añade.

En opinión de este profesor «el lado positivo» es que esta buena armonía resulta provechosa para realizar políticas de consenso con el Gobierno y los empresarios, como ocurrió con la reforma laboral. Por el contrario, señala que «cuando la sociedad se pone en contra del Gobierno, como ocurre ahora, se ponen de perfil y evitan la confrontación. La consecuencia es que existe un creciente escepticismo entre los trabajadores sobre los posibles beneficios de afiliarse a un sindicato».

El escaso respaldo de la sociedad fue palpable esta semana en las calles de España. Diez días después de que los pequeños transportistas convocaran el paro, UGT y CC.OO., con el apoyo de UPTA, Uatae, Facua y CEAV, salían a las calles para protestar contra la espiral inflacionista. 'Contener los precios, proteger el empleo, hay que frenar el deterioro de nuestras condiciones de vida', fue el lema elegido para esta movilización, que apenas logró reunir en Madrid a 500 personas, según la Delegación del Gobierno. Los convocantes situaron el seguimiento entre 4.000 y 5.000 personas.

El músculo sindical se ha debilitado y ahora solo les queda reinventarse e imitar a los modelos del centro y del norte de Europa, donde permanece la cultura sindical tradicional de una doble actuación: la negociación colectiva y la oferta de servicios a los afiliados. Solo hay un camino.

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