EL PENSADOR
TAN ENFERMA COMO EL CUERPO
Ansiedad. Esa sensación que no se nos despega y que ha ido inundando cada parte de nuestro cuerpo aún más si cabe en estos días de cuarentena. Esa sensación que nos ha llevado al punto de sentirnos afortunados por tener un trabajo y un sueldo asegurado cada mes, pero, a la vez es la que nos hace plantearnos si es necesario anteponer todo eso a la salud de nuestros allegados y la nuestra propia. Ansiedad por saber que a pesar de que no perteneces a una empresa de trabajos esenciales te han tenido trabajando todo este tiempo en contacto con otros compañeros que están tan preocupados como tú porque sabéis que si os pasara cualquier cosa, no hay un plan de acción sobre el cual actuar. Ansiedad de saber que a pesar de que sois los que más estáis dando de sí, reinventando vuestra manera de trabajar, alargando la faena para que no llegue el día en el que os falte y os pidan que os tengáis que ir para casa, sabiendo que la mayoría de vuestros compañeros están en sus casas porque pueden tele trabajar y tú estás ahí peleando por ellos también, aunque luego vas a ser el primero que a pesar de estar en las duras y en las maduras, a ellos no les van a aparecer setenta y dos horas que devolver a la empresa, pero tú sí. Ansiedad por si finalmente te llega un ERTE y te tiemblan hasta los huesos de saber que aun habiéndote quedado hasta el final, eres el primero en pasar por la puerta de salida.
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