Preocupación en Bruselas porque España no apoya a sus empresas
No se explica por qué hay tanta diferencia entre Alemania y los demás países grandes con España, que no ha informado de ayudas a las empresas.
Las estadísticas de la Comisión Europea están causando cierto estupor en Bruselas: desde que el Ejecutivo comunitario decidió suavizar las reglas que prohíben las ayudas de Estado a las empresas para que los gobiernos tuviesen margen de maniobra para intentar evitar quiebras generalizadas a causa de la inactividad causada por la pandemia, se ha hecho evidente que hay un país como Alemania que copa más de la mitad de todo el volumen de ayudas autorizadas. Pero también llama la atención que haya otro país -España- que sea el único de los «grandes» que sorprendentemente no aparece en las estadísticas porque el Gobierno no ha comunicado ninguna decisión significativa en este sentido.
La desproporción es tan evidente que ha empezado a
preocupar en la capital comunitaria, porque se trata de un movimiento que sin duda va a aumentar las divergencias en la economía de unos países y otros cuando la crisis termine. Alemania ha invertido prácticamente un billón de euros en ayudas para fortalecer a sus empresas en este periodo de incertidumbre, lo que no solo les va a permitir sobrevivir a las turbulencias, sino seguramente conseguirán salir de la crisis con mucha ventaja respecto a sus competidoras de otros países. La que está causando la pandemia se planteaba como una crisis horizontal porque se suponía que afectaba a todos los países por igual, pero es evidente que no todos los países la están gestionando igual.
Ante esta situación, España, según fuentes diplomáticas, ha denunciado «el peligro de una ruptura del mercado interior» que puede conllevar esta intervención tan rotunda por parte del Gobierno alemán, pero no puede explicar por qué no ha intentado hacer algo parecido, dentro de sus limitaciones presupuestarias. Desde luego, alguien tan poco sospechoso de antipatía por las posiciones del Gobierno español como el actual alto representante Josep Borrell ha llegado a decir en público que si Alemania invierte en ayudar a sus empresas «es porque puede».
Otros dirían que Italia tiene una posición más vulnerable que España en materia de deuda y, sin embargo, en materia de ayudas de Estado ha informado de haber gastado unos 300.000 millones para ayudar a sus empresas, a la altura de Francia que ha hecho un gesto similar. Hasta Polonia ha aprovechado la ocasión para inyectar cerca de 50.000 millones en la protección de su tejido industrial. Sin embargo, la ministra de Economía, Nadia Calviño, se limita a justificarse diciendo que España ha aprobado dos esquemas de ayudas de Estado de cuya utilización no se ha informado aún a la Comisión, mientras que lo que le preocupa es «evitar que haya ventajas comparativas en la fase de recuperación» a pesar de que esas diferencias tengan que ver con lo que haya dedicado cada país en este capítulo.
Funcionarios que conocen esta situación aseguran que las razones por las que España no ha hecho uso de este mecanismo se esconden en los recovecos de la política interior española, «no es que la Comisión no les deje hacerlo, es cuestión de política nacional e ignoramos en qué vías está el proceso de decisión».
La protección de la justa competencia en el seno del mercado interior es uno de los dogmas más apreciados de la Comisión Europea y prácticamente su único poder real sobre los países. La comisaria Margreth Vestager entendió enseguida que todos los países necesitarían medidas extraordinarias para salvar el empleo en un periodo en el que la economía estaba siendo congelada virtualmente a causa de la pandemia y anunció que suavizaría todas las reglas que limitan las ayudas públicas, para permitir que los países tuvieran margen de maniobra. Incluso ha preparado un reglamento para permitir que los gobiernos entren temporalmente en el accionariado de las empresas más damnificadas, una especie de nacionalización controlada.
Muchos piensan, tal vez con razón, que Alemania ha abusado de su ventaja comparativa, porque ha entrado en esta crisis sin numeros rojos en el presupuesto, para dar un empujon a su tejido industrial que habría ido más allá de lo que hubiera podido ser un auxilio de emergencia.
Pero otros expertos piensan que la pasividad del Gobierno español es inexplicable en las circunstancias actuales, salvo por una asfixia presupuestaria más grave de lo que se puede pensar a simple vista. Por ahora, todo el esfuerzo del Gobierno español en Europa está centrándose en lograr no aumentar su deuda, pero a base de pelear para lograr que la mayor parte de las posibles ayduas que reciba no sean en forma de créditos a devolver, sino subvenciones a fondo perdido. Eso explicaría por qué tampoco quiere aprovechar la linea de créditos blandos que pone a su disposición el MEDE, el fonmdo de rescate, y que podría usar para pagar los costes sanitarios direcftos o indrectos de la pandemia. En cambio, el proyecto de renta minima vital sigue adelante y probablemente será aprobado por el Consejo de Ministros antes de que acabe el mes de mayo.
NO ME ESTRAÑA Y QUE VAYAN A PEDIR DINERO A BRUSELAS
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