Una oportunidad para España.
El eje franco-alemán necesita un aliado que refuerce la estabilidad de la Unión.
El conjunto de señales emitidas desde París y Berlín durante las últimas semanas transmite un mensaje largamente esperado en Europa: el eje franco-alemán se está revitalizando, aunque sea de manera aún incipiente. Son buenas noticias, y abren un escenario de oportunidad para España, que puede y debe postularse como el principal interlocutor de los países del Sur, contribuyendo de esa manera a estabilizar lo que parece un nuevo equilibrio entre las grandes potencias europeas.
El mundo ha cambiado profundamente durante los últimos años, y las transformaciones vividas han golpeado duramente el espíritu del proyecto comunitario. La crisis de la deuda soberana, el impacto de los movimientos de refugiados y la salida de Reino Unido de la Unión Europea han contribuido sin duda a alimentar el discurso populista de aquellas fuerzas políticas que nunca creyeron en el proyecto de una democracia europea posnacional.
A las amenazas internas de los euroescépticos se suman las de un orden internacional poco hospitalario con los valores que representa la Unión. El escenario es a la vez de oportunidad y riesgo, pues nuestra identidad como europeos, tan duramente definida en las últimas cinco décadas, se enfrenta a transformaciones políticas y cambios emocionales que pueden llevar lo peor del estilo trumpiano al corazón mismo de Europa.
La Unión Europea no puede más que perseverar y seguir avanzando en las reformas que necesita con urgencia: en materia económica, en su política de seguridad y defensa y en todo aquello relacionado con las crisis migratorias y el asilo. Y es ahí donde la reactivación del eje franco-alemán, una alianza que ha permanecido prácticamente apagada durante más de una década, se configura como uno de los cambios más esperanzadores de nuestra reciente historia común. La debilidad manifiesta de Francia y la fortaleza alemana, convertida en la principal potencia demográfica y económica del continente, inclinó la balanza incrementando una hegemonía que Alemania no buscaba y que se resistió a ejercer. Tal desequilibrio terminó por afectar a nuestra capacidad para afrontar la reciente crisis, impregnando el proyecto comunitario de una ortodoxia económica acompañada, paradójicamente, de una nueva forma de solidaridad alemana, escenificada en su ejemplar comportamiento frente a la crisis de refugiados de la guerra de Siria.
La reciente propuesta francoalemana para crear un presupuesto de la eurozona es un empujón más en el impulso que necesita la Unión, y España no solo debe apoyar esta iniciativa, sino convertirse en aliado necesario para construir una mayoría de estabilidad. Francia ha propuesto un programa, Alemania tiene el poder para impulsarlo y España la oportunidad de introducir una perspectiva propia que dé un nuevo sentido al proyecto. A los conservadores alemanes y los liberales franceses se añadiría el impulso de un Gobierno socialdemócrata que añadiría una necesaria pluralidad en el engranaje íntimo de la Unión. El vacío dejado por una Italia inmersa en aventuras populistas y una Polonia que mira hacia el Este como espacio de influencia reactiva debe ser ocupado por otros liderazgos, y el papel protagonista de España, cuarta economía de la eurozona, no debería ser desdeñado en el corazón de Europa.
El órdago de Sánchez advirtiendo a May de un posible veto al Brexit a causa de Gibraltar ha sido una llamada de atención en ese sentido. La configuración de una nueva relación de fuerzas dentro del proyecto comunitario no puede cristalizar sin que España tenga el espacio que reclama.
ASI DEBERÍA DE SER PERO NO ME FIO DE EUROPA Y PRIMERO HAY QUE CONTENTAR A ITALIA.
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