Nadal persigue una bola durante la final ante Nishikori.
Otro Nadal sobresaliente
Nueve veces campeón en Montecarlo y otras tantas en el Conde de Godó. Rafael Nadal gobierna de nuevo sobre la tierra. Su victoria ante Kei Nishikori en el Real Club de Tenis Barcelona relanza definitivamente su figura después de dos años en los que vio su hegemonía discutida. El español gana su 69º título, el 49º en arcilla, cifra con la que iguala el registro del argentino Guillermo Vilas. Vencedor en las dos últimas ediciones, y hasta hoy invicto en el torneo, Kei Nishikori hubo de plegarse al formidable vigor de un Nadal que finaliza la competición sin perder un set. El también nueve veces campeón de Roland Garros carbura a tres semanas de la cita parisina. Madrid y Roma terminarán de dar su medida en la pretensión de recuperar la copa en el templo de la arcilla. [Narración y estadísticas (6-4, 7-5)]
Pertenece Nishikori al reducido grupo de jugadores que puede incomodar en tierra al mejor Nadal. Vivaz, dinámico, agresivo, lee bien su juego y es capaz de contrarrestarlo con el temprano ataque de pelota. Planteó un partido bravo. En el primer set tuvo hasta ocho pelotas de 'break', pero sólo fue capaz de convertir una de ellas. A rebufo, obligado a mostrar sus también grandes habilidades como recuperador, Nadal sofocó el empuje del japonés y consiguió llevar el duelo al terreno emocional, ahí donde flaquea el jugador de Shimane.
La clave del octavo juego
Al campeón de las dos últimas ediciones del torneo le pesaron especialmente las tres pelotas de ruptura con las que pudo irse 5-3, un 0-40 que se quedó en nada y arrastró hasta la conclusión del primer parcial. Con la inercia de su noveno título en Montecarlo, Nadal salvó un set en el que lo pasó mal, con dificultades para encontrar el reverso de Nishikori.
Fue un partido soberbio, a la altura de uno de los torneos clásicos de la temporada de arcilla. Tres años después, la grada disfrutó nuevamente con la presencia de Nadal en la final. El ya nueve veces campeón está de vuelta, aún dispuesto a reivindicar su extraordinario poder en la superficie.
Insistió Nishikori, que empezó con 'break' favorable el segundo set. Dentro de pista, distribuyendo bien con su magnífico revés, veía a Nadal correr de uno a otro lado de la línea, pero sin conseguir definir en los intensos peloteos. Una de las noticias elocuentes que ha arrojado el manacorense en las últimas semanas es que se encuentra en un impecable estado físico. Así fue en la dura final contra Monfils el pasado domingo en el Principado y de nuevo en este encuentro de enorme exigencia. Nadal obligó siempre a Nishikori a un golpe más, hasta llevarle a momentos de desesperación.
Ejercicio de autoestima
El japonés no se resignó al resto, 4-2 abajo, y quebró en un postrero intento de seguir vivo hasta igualar a cuatro. Nadal aguantó el repunte de su adversario, decidido a resolver cuanto antes el encuentro. Ganó su saque y gozó al resto del primer 'match point', negado por el empuje de su adversario. La segunda oportunidad sería definitiva. De nuevo al resto, esta vez tras una derecha de su rival a la red.
La brillante racha de 14 victorias consecutivas de Nishikori en el torneo tocaba a su fin. Firme, coriáceo, seguro de haber reencontrado el camino, Nadal culminó otro formidable ejercicio de autoestima. Si en Montecarlo pasó por encima de Murray, número dos del mundo, y de Wawrinka, cuarto en la lista, esta vez se cobró otra pieza estimable, el sexto, el bicampeón, el hombre que había tomado coyunturalmente su relevo en el Conde de Godó.
ESTE ES ELJEMPLO QUE DEBERÍA DE ESTAR EN TODAS LAS TELEVISIONES DE GRAN PERSONA , HUMILDAD Y SACRIFICIO.
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