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miércoles, 3 de diciembre de 2014

TARDAR 20 AÑOS EN HACER UN CUADRO DE LA FAMILA REAL, ESO SÓLO SE LE PERMITE A ANTONIO LÓPEZ

El esperado retrato de la familia de Juan Carlos I, de Antonio López

El ‘Retrato de la familia de Juan Carlos I’, de Antonio López, ve la luz

El pintor manchego ha presentado hoy el cuadro que ha tardado 20 años en terminar.

Nunca el sentido de la visita a una exposición tuvo menos sentido que en el caso de la muestra El retrato en las colecciones reales. De Juan de Flandes a Antonio López. Muy pocos de los que se dirijan al Palacio Real de Madrid (desde mañana y hasta el 19 de abril) empezarán el recorrido por el principio; es invencible la tentación de caminar directo hasta el último cuadro, el muy célebre por largamente ansiado Retrato de la familia de Juan Carlos I, que Antonio López ha tardado 20 años en terminar.
Así al menos ha sucedido hoy, a eso de las 10.40, cuando, tras una multitudinaria conferencia de prensa (de las que no se recuerdan en Palacio), se abrieron las puertas de la sala en cuestión y la muchedumbre corrió desde el Salón de Mayordomía a coger sitio frente a obras de arte más esperadas de las últimas décadas en España. Y la sensación que emergió entre los codazos y los golpes de los objetivos de las cámaras fue la de estar ante la minuciosa anatomía de un instante congelado en el devenir de una familia y de un país; España en torno a 1994, un tiempo y un lugar en plena resaca del 92 y sus conmemoraciones. El punto y aparte de una historia con ecos del Retrato de Dorian Gray de la que, por suerte o por desgracia, conocemos lo que vendría después.
Ya había puesto sobre aviso el presidente de Patrimonio Nacional José Rodríguez-Spiteri al confiar a los presentes la reacción de Juan Carlos I cuando, ¡al fin!, vio el trabajo terminado: “Estamos todos como éramos hace 20 años”, exclamó. O casi. El pintor manchego ha efectuado cambios hasta el último momento entre aquel lejano encargo, hecho a partir de unas fotografías de Chema Conesa, y el día en que fue estampada la firma con lealtad a la verdad temporal: “Antonio López. 1994-2014”.
Rodríguez-Spiteri, encargado de ofrecer las explicaciones ante la ausencia del autor (“sobrepasado por tanta expectación”), pormenorizó algunas de las modificaciones producidas mientras el cuadro ya se hallaba en una de las dependencias de Palacio Real, adonde llegó hace cosa de un año. La luz, que entra por la derecha del enorme lienzo (3X3,39 metros enmarcados en gris remordimiento) es la que produjo “el reflejo del sol en uno de los focos con los que trabajaba López a una hora exacta del día. Hora que el artista apuntó para reproducir su efecto”. También se confesaron cambios en “los zapatos de una de las infantas y en el traje de chaqueta de la Reina Sofía”. “Se han pintado hasta tres cabezas distintas de algunos de los personajes”, añadió el presidente de Patrimonio, que presumió de una relación personal con el artista.
Para justificar la tardanza del gran pintor de la parsimonia, Rodríguez-Spiteri echó mano de su propia alcurnia pictórica. “Un día, en el taller de mi tío Pablo Palazuelo, artista que no se caracterizaba precisamente por su rapidez, le dijo a López: ‘Pero hombre, Antonio, no deberías terminar ese cuadro. Es de esas obras que no hace falta terminar”.
Después, cuando se hubo dispersado el gentío, el escritor Manuel Vicent, que anda metido en una novela inspirada por el retrato en cuestión, ofrecía una lectura “psicológica del cuadro”. "Fíjese en la distancia que hay entre la Reina y Felipe, es como si se quisiera remarcar la separación entre el futuro del nuevo Rey y el pasado de esta familia. Es significativo también que Juan Carlos pose la mano derecha sobre el hombro de la infanta Elena, y simplemente acerque la izquierda a su mujer en un gesto como de ayudar a la marcha. Y luego está claro que Cristina, que fue cambiada de un extremo a otro, queda apartada del núcleo central”, explicó el escritor.
En efecto, la documentación aportada en el catálogo indica que Felipe VI se hallaba más cerca de su madre en las fotografías en las que se basó López. ¿Y Cristina? Al parecer ese día estaba de viaje.
Una vez escudriñados todos los gestos y hechas todas las interpretaciones, cargadas de sentido por el pincel del pintor o por el cruel paso del tiempo (el rictus de Elena, la mirada ausente de la hermana, la figura algo disminuida del padre o el forzado optimismo de la indumentaria de Sofía), queda de nuevo remontar el paso del tiempo. Y no son veinte años, como en el poema de Gil de Biedma, sino cinco siglos.
La exposición a la que sirve de broche El retrato de la familia de Juan Carlos I, que se llamaba La familia real hasta que su protagonista abdicó, supone un viaje, financiado por la Fundación Banco Santander, a través de la representación de la monarquía desde los tiempos de los Trastámara. En total, son 114 obras de real porte, escogidas por los comisarios de Patrimonio Nacional Carmen García-Frías y Javier Jordán de Urríes. La primera se ha encargado de la casa de Austria, mientras que el segundo ha tomado el testigo a la llegada de los Borbones, límite que también marca el cambio de color en las salas: del “rojo Austria” al “azul Borbón”, según explica el museógrafo Jesús Moreno.
Hay tantas obras destacables en la lista de pinturas (muchas de ellas restauradas con ocasión de la muestra) como alargada es la sombra que sobre ellas proyectará inevitablemente el retrato de Antonio López. Una relación apresurada de algunas de ellas podría incluir la Isabel la Católica (vieja y superada por la vida) de Juan de Flandes; la canónica representación de Felipe II de Antonio Moro; Juan José de Austria, excepcional retrato ecuestre, único en su especie, de José de Ribera; una miniatura de Velázquez del Conde Duque de Olivares; el Carlos III como gran maestre de su orden, de Maella; uno de los retratos que de Carlos IV hizo Goya o la célebre pintura de Sorolla en la que Alfonso XIII sale peor parado de lo que invita a pensar su uniforme de húsares.
El colorido retrato del valenciano sirve de preludio a la última sala, que separa una pared provisional como lo hizo el paréntesis de los años de la República y la dictadura. Al otro lado aguardan el lienzo de Antonio López y la alucinada aportación de Dalí al conjunto: El príncipe de Ensueño, obra a la que esta mañana todos daban la espalda por estar colocada, ay, frente al Retrato de la familia de Juan Carlos I.
Y no, nunca un cuadro del pintor más mediático de todos los tiempos recibió menos atención de los medios.
ESTO SÓLO  SE LE PERMITE A ANTONIO LÓPEZ SEÑAL INEQUÍVOCA DE DIVISMO Y GENIALIDAD  MUY BIEN PAGADA EN UN PAÍS QUE PREMIA LA ILÓGICA DE LAS COSAS.

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