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domingo, 30 de septiembre de 2012

CONSECUENCIAS DE UNA CRISIS APOCALÍPTICA

Los Inválidos-París(foto J.A.Miyares)
CONSECUENCIAS DE UNA CRISIS APOCALÍPTICA DE VALORES ÉTICOS CREADA POR UN CAPITALISMO VORAZ Y DESCONTROLADO.

La independencia ahora empujaría a Cataluña a una quiebra inmediata.
El nuevo Estado nacería hoy ahogado en deuda y con el mercado cerrado.
Septiembre de 2012: el viejo debate sobre la financiación catalana y el tan traído y llevado déficit fiscal (la diferencia entre los ingresos fiscales que generan sus contribuyentes y lo que reciben del Estado) muta en un clamor separatista. El de la secesión catalana es otro de los tabús caídos en medio de esta interminable crisis; Cataluña plantea un referéndum sobre la autodeterminación, un proceso complicado, lento, fundamentado en la idea de que a la economía catalana le iría mejor sin España. Hubiese sido viable en 2005 y nadie sabe si podría serlo en 15 años, pero hoy por hoy la economía catalana es calificada como bono basura por los mercados, no recibe crédito de los inversores y ha necesitado el auxilio del Estado para pagar sus deudas. La mayor parte de los expertos consultados ven inviable, o al menos muy enrevesada, una independencia inmediata.

Si Cataluña mañana amaneciese independiente, España viviría una pesadilla, pero el nuevo Estado catalán tendría complicado evitar una suspensión de pagos. El retorno de este déficit fiscal (que la Generalitat cifra en 16.409 millones anuales, el 8% de su PIB) difícilmente compensaría los costes de la ruptura.

La nueva Cataluña nacería con una deuda que podría triplicar a la actual. Ahora es la comunidad más endeudada de España (42.000 millones que equivalen al 21%, o 48.000 si se suma la de sus empresas públicas) pero se llevaría la parte alícuota de la deuda del conjunto del Estado, que se puede calcular en función de su peso en el PIB español (18%), de la población (16%) o de una mezcla de ambos. El pasado junio, la deuda de la Administración central sumaba 617.731 millones, así que el nuevo Estado asumiría más de 100.000 millones. A estos se añadirían 5.000 millones de la deuda de sus Ayuntamientos y otra parte proporcional de la deuda de las empresas públicas (como Renfe, Adif oAENA); que alcanza en total los 34.000 millones; además, el montante del rescate recién solicitado (5.000 millones) y nuevos costes de la reestructuración bancaria. La deuda engordaría hasta unos 150.000 millones.

Una multitud llena Neptuno en otra protesta ante el Congreso.
Miles de manifestantes acuden a la convocatoria contra los recortes en los aledaños de las Cortes.
La policía ha desalojado a los últimos concentrados en la plaza.
La protesta se salda con dos manifestantes detenidos y 13 heridos, uno de ellos policía.
“¿Qué espera el Gobierno, que no protestemos con las decisiones que están tomando? ¿Hay que quedarse en casa callado con todos los recortes que están haciendo y cinco millones de parados?” “Es increíble que el presidente diga que a él lo que le gusta son las mayorías silenciosas. Es una frase autoritaria”. En los corrillos que se han formado en la tarde de este sábado en la manifestación de la madrileña Plaza de Neptuno -la tercera en una semana bajo el lema Rodea el Congreso- se habla de política. De recortes, de Rajoy, de los presupuestos recién presentados por el Ejecutivo español, de los Presupuestos del socialista François Hollande... Miles de personas, estudiantes, jubilados, trabajadores con niños, parados... han protestado a 200 metros del Congreso de los Diputados, cuando la Cámara no estaba reunida, por la política económica del Gobierno.

Hacia las 23.30 los convocantes dieron la marcha por terminada, pero algunos decidieron quedarse. La policía empezó a desalojar, a desplazarlos. Unos descontrolados lanzaron latas a los furgones. Se produjo algún choque, aunque menor. Los agentes empujaron a los últimos a irse. Y poco a poco, decidieron marcharse. Hubo dos detenciones y se registraron trece heridos, uno de ellos policía.

Algunos asistieron a la manifestación del día 25, que acabó con graves altercados, cargas policiales y 36 personas detenidas a las que una juez ha imputado de forma genérica delitos de atentado, resistencia y contra las altas instituciones del Estado (a todos salvo a dos, uno de ellos menor de edad). Otros no vieron lo que pasó ese día más que por las cámaras de televisión. En cualquier caso, hay una idea repetida: los manifestantes expresan indignación por la actuación policial, por las declaraciones posteriores del Gobierno afirmando que la intervención había sido “extraordinaria”, “espléndida”, “brillante” y “ejemplar”, y también se muestran ofendidos por las palabras de Mariano Rajoy en Nueva York.

El presidente del Gobierno hizo un “reconocimiento” a “la mayoría de españoles que no se manifiestan, que no salen en las portadas de la prensa y que no abren los telediarios”. “Esa inmensa mayoría está trabajando, el que puede, dando lo mejor de sí para lograr ese objetivo nacional que nos compete a todos, que es salir de la crisis”, dijo Rajoy. Muchos manifestantes aseguraban que esas frases les han hecho salir a la calle. “Me sentí insultada, y venir aquí es mi respuesta”, afirmaIsabel Martínez, una abogada de 38 años. “Considero que el sistema no funciona, que las listas cerradas no me permiten elegir a los representantes que quiero, que las promesas electorales no se cumplen, y que el Gobierno ayuda más a los bancos que a las personas. Diga lo que diga Rajoy, no me voy a callar”.

¿Quién pagará la factura? Los de siempre.
La suma por socorrer a los bancos que será casi imposible de recuperar alcanza ya los 21.000 millones de euros.
El que paga tiene derecho a saber quien se lleva su dinero y por qué lo hace. Los ciudadanos ven cómo el Estado recorta en sanidad, educación y prestaciones públicas, mientras socorre a los bancos, lo que provoca una indignación difícil de contener. Y la confusión que existe todavía enerva más.

El viernes pasado, el Gobierno dijo que pedirá a Europa 40.000 millones para el último rescate. Pero ese no es el primer dinero que se destina a la banca. La prueba es que el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, ha admitido que el Estado tiene un déficit de 16.660 millones por las facturas pagadas en el pasado a las entidades. No obstante, ha dicho que es un dinero “que se va a devolver”.

Aquí empiezan las dudas. A estas alturas de la crisis todavía es muy difícil saber cuánto va a perder el Estado (los ciudadanos) para evitar la quiebra de la banca. Pero será mucho dinero, muchísimo. Hasta ahora, el capital que se ha inyectado en Unnim y en Banca Cívica, unos 2.000 millones, se han perdido. Los 1.375 millones que tiene, como máximo, Caja España, se dan por perdidos si Unicaja cierra la compra de la entidad castellana. A la factura se suman los 1.000 millones que ya tiene el Banco de Valencia, quizá la primera entidad que se trocee y se venda, en parte para dar un escarmiento. Estos muertos suman 4.350 millones.

Otros dineros perdidos: los 400 millones por Cajasur (en manos de la BBK) y los 5.250 millones de la CAM, comprada por el Sabadell. Hasta ahora sumamos la redonda cifra de 10.000 millones.

Pero hay más: el propio Estado ha admitido que el FROB, el fondo de rescate, ha perdido 11.000 millones entre 2010 y 2011 por Bankia, Novagalicia Banco y CatalunyaCaxia, así que la suma alcanza los 21.000 millones de casi imposible recuperación. Por no decir, totalmente imposible. Del total, 5.000 millones pertenecían al Fondo de Garantía de Depósitos de la banca. Todas las comunidades autónomas han recortado 13.000 millones en Sanidad y Educación, por ejemplo. Y 21.000 millones es todo lo que se recauda por impuestos indirectos en España. Otra referencia.

¿Dónde está el límite?
¿Es esto todo? No se sabe, pero parece muy difícil que no haya más pérdidas. Bankia, CatalunyaCaixa, Novagalicia y Banco de Valencia necesitan 46.206 millones de capital, según las pruebas de Oliver Wyman, cerradas el viernes. Cuando se vendan ¿cuánto se cobrará por ellos? ¿El 50%? No se puede decir todavía. Esta es la función de los nuevos gestores, revalorizar las entidades. Como dice un experto, cuando se recapitaliza un banco, se cubren las pérdidas pasadas, pero no siempre significa que la entidad vale todo lo que se pone.

Y ahí llega la pregunta: ¿por qué no dejarlo quebrar, como se hizo con Lehman Brothers? La teoría dice que llega el pánico bancario, se colapsa el sistema de pagos y la gente acudiría a buscar su dinero en los bancos. Un dinero que no está porque se ha prestado, invertido, etc.

Hay una referencia cierta: en 1993 y 1994, en la crisis de Banesto, se perdió el 30% de lo que inyectó, unos 1.000 millones de euros. La diferencia es que ahora la economía no se recupera, como entonces, y la crisis bancaria es sistémica, no de una entidad.



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