Señores del Gobierno:
No nos salven de nuestras propias decisiones, ni pretendan salvarnos de ustedes mismos.
Los ciudadanos ya sabemos cómo actúan muchos políticos: hablan en nombre del pueblo, pero a menudo olvidan escucharlo.
Respeten la soberanía nacional, que reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado, tal como establece el artículo 1.2 de la Constitución. Cuando duden, o cuando vean que ese pueblo está indignado con sus decisiones, deben convocarlo a las urnas. Él decidirá, no ustedes. Lo contrario -lo que hoy observamos- es propio de la tiranía y de la autocracia disfrazada de democracia.
Recuerden también que el poder ejecutivo no está por encima del legislativo ni del judicial, sino que forma parte de un equilibrio institucional diseñado precisamente para evitar abusos. Abusos que estamos viendo actualmente con políticas impuestas a base de decretazos, ocurrencias y concesiones de dudosa decencia; pactos, indultos y amnistías que no harían (y luego hicieron), incumpliendo lo dicho en campaña electoral, cuyo único fin es aferrarse al poder sin consultar ni respetar al pueblo ni a los demás poderes que de él emanan. Hacen aliados a quienes deben indultar, y al mismo tiempo señalan a críticos -voz del pueblo- y a jueces por velar por la transparencia y la limpieza democrática. ¿Dónde pretenden llegar? Es tan descarado que actuar de oficio contra ustedes parece una obligación para la fiscalía y los tribunales: echarlos por indecentes y con mucho morro.
Gobernar no es mandar: es servir a los ciudadanos dentro de la ley y bajo el control democrático del Parlamento, conforme al artículo 66 de la Constitución, que otorga a las Cortes Generales la representación del pueblo y la función de controlar al Gobierno. Se gobierna respetando los derechos fundamentales, sin manipular ni pervertir la Constitución; cumpliendo la ley y exigiendo su cumplimiento a todos por igual; y respetando la separación de poderes. No pretendan -ni el señor Pedro Sánchez ni ningún otro que venga después- ser juez, parte y repartidor. Respeten esta democracia que tanto costó construir, para que ahora un dirigente sin escrúpulos pretenda salvarnos de nosotros mismos, asegurando que, si no gobierna él, si se nos devuelve la potestad que nos pertenece de elegir, elegiremos mal. Es tan propio de una adolescencia ridícula que, si no fuera real, parecería una parodia escolar escrita para divertir a los niños.
Así que no pidan fe ciega ni pretendan tutelar nuestra voluntad.
El pueblo no necesita salvadores: necesita representantes que respeten la soberanía que les ha sido prestada.
¡Váyanse! ¡Convoquen al pueblo soberano!
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