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martes, 12 de agosto de 2025

PERDÓN SIN RAZÓN

 En muchas religiones existe un curioso privilegio: el pase VIP para el "pecador arrepentido de última hora". Durante toda su vida puede comportarse como un auténtico depredador moral, pero basta una peregrinación, unas lágrimas y un "perdón" para ganarse un asiento en primera fila del cielo. Mientras tanto, quienes viven haciendo el bien no necesitan pedir perdón, pero tampoco parecen obtener ninguna ventaja.

Esto plantea una pregunta incómoda: ¿qué clase de Dios premia al abusador redimido y permite que el inocente siga sufriendo? Si un padre humano actuara así -dejar que su hijo enferme y sufra, mientras invita a cenar al matón del barrio- lo llamaríamos monstruo, no "padre amoroso". Sin embargo, aplicado a Dios, esa incoherencia se tolera con una sonrisa piadosa.

El problema del mal: Niños que mueren de cáncer, personas que perecen de hambre o en guerras ajenas, individuos buenos que padecen enfermedades crueles o accidentes absurdos. El "Dios bondadoso" parece no mover un dedo. Tal vez está demasiado ocupado otorgando salvación exprés a quienes pasaron la vida causando daño.

La trampa del consuelo post mortem: La excusa más repetida es: "En la otra vida todo se recompensará o castigará". Pero ese consuelo diferido no resuelve el sufrimiento actual ni justifica la inacción divina. Decirle a un niño hambriento que su recompensa vendrá después de morir es, como mínimo, una burla cruel.

El diseño defectuoso: Si Dios hubiera querido que llegáramos al cielo, ¿por qué nos hizo humanos cargados de envidia, egolatría, rencor, odio y violencia? Si somos así porque Él lo decidió, entonces, ¿no es lógico pensar que no quería vernos cerca? La trampa está montada de antemano.

Quizá Dios exista, pero el marketing que le han hecho supera con creces su gestión. El eslogan es impecable: "Dios es amor, Dios es justicia". La Administración, en cambio, es un caos lleno de favoritismos, incoherencias y silencios ante el dolor.

Como decía Friedrich Nietzsche: "Si Dios existe, ¿cómo soportamos el mundo que ha creado?" Esta pregunta sigue resonando, porque las respuestas convencionales no siempre son suficientes.

Mi veredicto personal: No pretendo ir al cielo. Agradezco esta vida por lo que tuvo de bueno, y si me dieran otra oportunidad, elegiría a los mismos amigos, familiares, hijos y pareja -quizás ellos piensen diferente sobre mi vida; así es la vida, no sabes si sobras, faltas o mejor no haber estado jamás-. En vaya lío me he metido. Lo único que cambiaría sería excluir a los tóxicos. El resto, el lugar, las circunstancias... eso da igual.

Si Dios quiere, que administre mejor. Si no, que al menos no nos vendan humo. Si le pusiera una nota, sería un suspenso total en la parte mental. Nos hizo muy imperfectos, nos cuesta ser felices entre tanta contradicción. Permite nacer a un niño y le hace morir o enfermar antes de vivir, y por el contrario, da vida larga, cargada de salud, amor y dinero a muchos indeseables. Un castigo y un premio sin pies ni cabeza para quien nada hace sin que Él lo sepa. Luego, a ese que vivió pecando, le dice que si pide perdón y va de peregrinación, todos sus pecados serán perdonados.

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