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domingo, 7 de junio de 2020

SALIMOS DESTROZADOS CON ESTE GOBIERNO.

Salimos menos fuertes, rescatados, a tope de enchufes y Sánchez... tocando la lira

Pero... «hemos salido más fuertes», nos dicen. Como el chiste que se hacía en los años ochenta con Felipe González y su frase: «las cosas están mejorando... por lo menos en mi casa».

Cuenta la leyenda que por el año 64 d. C., Nerón, el entonces Emperador de Roma, tocaba la lira mientras la ciudad ardía. Según una de las versiones, Nerón, motivado por un simple capricho insano –dicen algunos historiadores que para erigir su gran palacio, la Domus Aurea–, hizo incendiar la ciudad mientras observaba el desastre y la calamidad desde la torre de Mecenas en la colina del Esquilina, a la par que cantaba y tocaba la lira. Un episodio grotesco que al margen de ignorar el sufrimiento infligido a su pueblo, más bien evidenciaba su pleno disfrute. Y luego, a más, recurría a desviar las sospechas a una de las minorías religiosas llamadas entonces «sectas»: la de los seguidores de Cristo.
Pues... ya fuera casual o intencionado, dicen los historiadores, el incendio constituyó para Nerón su gran oportunidad para seguir fomentando una política orientalizante, cada vez más personalista y sobre todo, populista. Una perversa estrategia e imagen de Nerón esta que, salvando los siglos, las circunstancias históricas, y su hipotética y propia y delirante satisfacción mientras su pueblo ardía, me asalta cada vez más a menudo por la situación actual que sufrimos los españoles por esa suerte de «delirium tremens» ardiente que parece envolver siempre los discursos y mensajes del que se cree a todas luces Emperador de España.
Y como muestra, un último botón. El pasado miércoles en el Congreso, lejos una vez más de empatizar con un pueblo confinado, durmiente, desmotivado y mucho más descreído de sus políticos que nunca, con miles y miles de españoles destrozados por los fallecimientos en el seno de sus familias y amigos, sin trabajo muchos de ellos, inmersos en ERTE, y/o a la espera de subsidios y moratorias que tendrán que devolver igualmente de alguna manera, y con crecientes dudas sobre las expectativas de volver a su vieja normalidad, Sánchez lanzó «alto y claro», un «¡viva el 8 de marzo!». Una exclamación como colofón a un discurso en el que hacía un llamamiento a evitar la crispación política –¡precisamente lo pide él, hay que tener cuajo!– tras salir en defensa de Irene Montero, por la exclusiva publicada por ABC de un vídeo del día después de la manifestación feminista en el que la ministra «podemita» de Igualdad reconocía el riesgo del coronavirus.
Un discurso medido desde la primera y hasta su última letra, lanzado en un momento en el que el presidente y su partido pretenden desviar la atención de sus últimas meteduras de pata –en paralelo a los recién anunciados fichajes para el máximo regulador y controlador de las empresas estratégicas de este país, la CNMC–, por el proceso de investigación abierto sobre las manifestaciones del 8M en Madrid, polemizado más aún si cabe máxime cuando el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlasca, ha acometido ceses en la Guardia Civil presuntamente vinculados ante la negativa de ciertos mandos a informar sobre el proceso de la investigación.
Charlatanería barata toda ela con el único objetivo de seguir encandenado al poder. Un Ejecutivo de propaganda y tentetieso, que vive de perfil y haciendo oposición a la oposición, cual actual «secta» neroniana, para depurar responsabilidades y culpabilizarles de todos sus desmanes y de su ineficacia de gestión. ¿Cabe más capricho insano en sus huestes? Sí, porque crece y crece la política de «Mister enchufes», el doctor Sánchez –el presidente de Correos, la nueva dirección general de Transportes creada ex profeso para uso y disfrute de su mejor amigo de la infancia, el puesto de su esposa Begoña Gómez en el Instituto de Empresa...– en un país que quieren durmiente, donde nadie vea nada y si lo ve que no proteste, con plazas diseñadas a la medida y puertas giratorias a 150.000 euros para los suyos, en una economía hundida, previsiones de bajada del PIB entre el 10 y 15% y un crecimiento del paro hasta el 20%, y con soluciones que no pasan por reactivar el tejido productivo, ni animar a los que crean riqueza y empleo, ni bajar impuestos para reducir costes de producción. No. Si no por las subvenciones, las rentas mínimas y los subsidios, que buscan el vasallaje de la población.
Pero... «hemos salido más fuertes», nos dicen. Como el chiste que se hacía en los años ochenta con Felipe González y su frase: «las cosas están mejorando... por lo menos en mi casa». Pues ahora igual: hemos salido más fuertes. Sí. Sobre todo Sánchez y sus amigos. Y en septiembre, con el nuevo curso: rescate. Solo que están negociando con Europa aún y ahora cómo llamarlo.
Y ya el summum, el drama cada día de ver cómo los que iban a venir a invertir lo descartan y como los de aquí preparan sus maletas. Y una buena parte a Portugal, donde hay un gobierno social comunista, pero no «gilip...s». Inversores y pudientes, muchos profesionales de alto nivel que tienen movilidad y fijan su nuevo destino en el país vecino. Donde hoy es como vivir en la antigua Barcelona, centro ideal de residencia para jubilados de ingresos altos del centro norte de Europa que antes tenían por destino principal o favorito España.
Lo dicho, saldremos, pero menos fuertes y más rescatados. «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis» (San Mateo 7:15-23). Más claro... No se puede curar a un enferno que no reconoce siquiera su enfermedas. ¿Y Sánchez? Tocando su lira.
AHORA  VAMOS  A SABER LO QUE ES DESGOBERNAR Y DESTROZAR UNA DEMOCARACIA Y UN REINO

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