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miércoles, 17 de junio de 2020

LA HIPOCRESÍA ANTE LA MUERTE,

EL PENSADOR
 
CADA DÍA MÁS MATERIALISTAS
Regalamos con sumo placer medallas y reconocimiento a los muertos. Enterramos como nadie en el mundo, lo rodeamos todo de una parafernalia floral imposible de igualar. Los cementerios son ciudades con propiedades y mausoleos donde no debiera haber esa diferenciación de clase, allá donde se vaya no nos pedirán documentación, carta de presentación o estatus social. La misma Iglesia debiera oponerse firmemente a que después de muertos sigan algunos creyéndose por encima del resto.
Tenemos manías y complejos de culpabilidad por no cuidar y valorar en vida a esas personas, luego nos hacemos cruces en su recuerdo queriendo darles reconocimiento (ya tarde) enterrándolos en mausoleos, guardando sus cenizas, hablando bien de quien en vida criticábamos y hacerlos a todos buenos después de muertos; cuando en vida eran unos cabrones o los ignorábamos o abandonábamos en residencias por estorbo.
Qué pena que seamos tan crueles con los demás en vida y luego tengamos que tragarnos nuestros bajos instintos cuando llegan desgracias así o de otra manera. La muerte viene muchas veces sin previo aviso, cogiéndonos un pelín despistados cómo si no supiéramos que allí vamos a ir sin remisión todos y por ello debiéramos estar preparados. Luego ocurre lo que pasa, que se nos mueren personas que no les cuidamos lo suficiente en vida y queremos resarcirnos e indultarnos a nosotros mismos rodeándolos de luto ficticio y parafernalia imposible de tragar.
Los lutos son muy personales e íntimos, igual a los rezos y creencias, alardearlos les resta toda credibilidad. Si Dios es omnipotente y será el único sabedor de nuestros actos y sentimientos, a él debemos pedirle indulgencia y no buscarla en la misma condena que nos aflige: el aparentar y presumir por fuera lo que por dentro no somos.
Ahora vendrán todas las fuerzas políticas a hacer honor a lo que relatamos, pedirán homenajes, días de luto y un reconocimiento a todos los muertos por coronavirus. ¿Saben por qué? Por esa conciencia que remuerde, pero que solo servirá para aparentar. ¿Al tiempo? Seguiremos consintiendo esas residencias "cementerios vivientes y puro negocio con nuestros mayores", todo será igual a tiempos anteriores, el Estado, esos partidos que ahora piden luto y homenajes, primero deberían pedir que todas esas residencias se convirtieran en lugares apropiados para el cuidado y disfrute de los últimos años de esas personas a las que ahora después de muertas rodearemos de flores y honores. "Después de muertos la cebada al rabo" frase que repetía mi madre con frecuencia, cuando muera no quiero flores y reconocimiento, las flores en vida y mejor jamón del bueno. ¡Maldita sociedad!

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