El maná de Bruselas
Los manás se quedan para los tiempos bíblicos, hoy nadie da nada gratis, y lo mínimo que exige son condiciones.
Los 140.000 millones de euros que España debe obtener del Fondo de Recuperación Económica de la Unión Europea se retrasan. El viernes hubo reunión telemática para concretar los términos de dicha ayuda, que asciende a un total de 750.000 millones, y lo único que se acordó fue volver a reunirse en julio para decidirlo. «Una cosa es predicar y otra dar trigo», reza el refrán, como aquel otro, «el diablo se esconde en los detalles». En este caso, los detalles son las condiciones de esa subvención, dádiva, ayuda o préstamo, aún no decididas. Se dijo que más de la mitad iba a ser a fondo perdido, es decir, regalo, y el resto a devolver a largo plazo con bajísimo interés,
o sea, semirregalo. Una especie de maná caído del cielo para que los países más afectados por la crisis del coronavirus pudieran ponerse a flote. Pero los manás se quedan para los tiempos bíblicos, hoy nadie da nada gratis, y lo mínimo que exige son condiciones. En este caso, que ese dinero vaya íntegro a lo que se ha destinado: la recuperación económica, no a planes que nada tienen que ver con el virus. Y España tiene un gobierno decidido a desmontar la estructura económico-social heredada del PP, aunque haya mantenido los presupuestos de Rajoy, lo que ya resulta raro. Que intente eliminar la medida que más puestos de trabajo creó -la reforma del mercado laboral- no hace más que aumentar las sospechas. Del mismo modo que un banco no prestaría dinero a quien ha derrochado su capital, Bruselas no va a dárselo a un gobierno en parte prochavista. El presidente del grupo popular en la Eurocámara, el más numeroso, lo ha dicho citando nombres: «Se trata de que ese dinero no lo controle Podemos». Otros lo dejan en «impedir que se gaste en proyectos ideológicos». Y los llamados «frugales», Holanda, Austria, Hungría, Dinamarca, les apoyan plenamente. Además, ¿cree alguien que el dinero cae del cielo?
Para Pedro Sánchez, que ayer se despidió del confinamiento alardeando de «miles de vidas salvadas», sin habernos dicho cuántos muertos, soñaba con ese maná y es una mala noticia. Sin ese dinero, o sólo en parte, no podrá poner en marcha su plan de recuperación ni ningún otro. Que Angela Merkel los apoyase le animaba. Pero la cancillera alemana tiene que andarse con cuidado con sus rasgos filantrópicos. Cuando una niña iraní se agarró llorando a su falda pidiéndola que no la repatriase, abrió sus fronteras a un millón de inmigrantes, que pudieron costarle el puesto. Los cientos de miles de millones de euros que van a costar a Alemania -la mayor pagadora- el rescate de los países más endeudados puede valerle acabar su exitoso mandato con un escándalo mayor, con intervención del Tribunal Constitucional, que ha exigido el visto bueno del Bundestag. En cuanto a nosotros, lo más prudente es hacer lo mismo: impedir que Iglesias toque un céntimo de ese dinero. Si llega. O si Sánchez rompe con él. Que de no tener otro remedio, lo hará. Tal para cual.
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