Hace muy poco, figuras destacadas del PSOE como Zapatero, Pedro Sánchez, María Jesús Montero o Félix Bolaños no dudaban en poner la mano en el fuego por Santos Cerdán. Antes lo hicieron por José Luis Ábalos. ¿El motivo? Periodistas que se atrevieron a investigar y alertar sobre las sombras que rodeaban a ciertos personajes fueron primero tachados de "apestosos" o "difamadores". Poco después, los hechos les daban la razón.
Hoy, cuando los indicios ya no pueden esconderse, ese mismo partido intenta desvincularse de quien fue su secretario de organización. Santos Cerdán no es un cualquiera: fue uno de los hombres del famoso "cuarteto del Peugeot", acompañando a Sánchez, Ábalos y Koldo García en momentos clave. Fue él quien negoció con el PNV, Bildu y Puigdemont el respaldo a la moción de censura contra Rajoy y luego la investidura de Sánchez.
Si el Presidente desconocía quiénes eran y qué hacían sus principales colaboradores, no puede seguir al frente del Gobierno por simple ineptitud. Si lo sabía, la responsabilidad ya no es solo política, sino también judicial.
Vivimos bajo un Gobierno que ha sido capaz de ofrecer impunidad a corruptos, fugados y condenados a cambio de mantenerse en el poder. Que ha concedido privilegios, competencias, condonaciones de deuda y acuerdos que han socavado la igualdad ante la ley. Un Gobierno que ha pisoteado principios fundamentales como la separación de poderes o el respeto al Estado de Derecho.
Y no lo ha hecho solo. Ha contado con la complicidad de sus socios de investidura: Sumar, Podemos, ERC, PNV, Bildu... y también con la de aquellos "sociolistos" que por un cargo, un sillón o una cuota de poder han preferido mirar hacia otro lado, convirtiéndose en cómplices necesarios de las mayores indecencias de esta legislatura.
Todos tienen un precio. Y lo que más temen es al pueblo, a las urnas, a ese poder soberano que les recuerda que no todo vale. Porque el poder por el poder es, en sí mismo, la peor forma de corrupción.
Si fueran verdaderamente demócratas, no temerían someterse a la voluntad ciudadana. Pero cuando las mentiras se apilan una tras otra, cuando la verdad se convierte en una amenaza, entonces solo queda esconderse tras el aparato del Estado, blindarse en el poder... y temer que algún día la justicia o las urnas les pasen factura.
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