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domingo, 22 de marzo de 2020

ESTOP OPAS:CALVIÑO ,ÚLTIMO RECURSO DEL IBEX,COGE EL GUANTE EUROPEO.

Stop opas: Calviño, último recurso del Ibex, coge el guante europeo

Han tenido que desplomarse los mercados para que por fin España ponga en valor el incalculable papel de sus grandes compañías sin las que sería imposible mantener el orden público o defender nuestras fronteras. El estado de «alerta», vigente en la economía.

Ha tenido que llegar el coronavirus para que nos demos cuenta de lo mucho que teníamos. Y de lo mucho que aún podemos perder, quizás para siempre. El Covid-19 ha sacado las miserias de una Unión Europea mucho menos unida de lo que algunos creían, una colección de intereses contrapuestos y a distintas velocidades –¡vaya! esto me suena, y no precisamente fuera de nuestras fronteras...–. El caso es que en los últimos años, mientras unos proclamaban lo inconveniente del proteccionismo y abogaban por el final de las «golden share», acciones de oro que permiten a su poseedor vencer a todas las demás acciones y accionistas, otros comulgaban rápidamente con esas ruedas de molino y corrían a dejar su tejido empresarial estratégico al albur, paseando lirio en mano por un mundo de tiburones con piel de lobo.
Entonces, claro, los primeros aprovechaban para ir tejiendo una tupida trama burocrática con la que obstaculizar cualquier intento extranjero de poner un pie, un dedo siquiera, sobre lo más selectivo de su plantel empresarial. Y cuanto más se desgañitaban por la libertad de mercado, más blindaban sus normativas patrias. Haz lo que yo te diga y no hagas lo que yo hago. Y España, pues eso, no lo hacía... Hasta hoy.
Y es que el Covid-19 ha dejado al descubierto nuestras miserias, demostrando que algunos piensan mucho para después equivocarse en todo, mientras otros lo aciertan todo sin pensarlo antes. Ha tenido que saltar el estado de alarma y desplomarse los mercados para poner en valor el incalculable papel de compañías sin las cuales sería imposible mantener el orden público, defender nuestras fronteras o, sencillamente, realizar tareas tan básicas y fundamentales como cocinar, teletrabajar o mantenerse informado.
No se trata de nacionalizar porque sí, como algunos quieren arrimando el ascua a su sardina. No es cuestión de que el Estado se introduzca en los poros de la iniciativa privada y monitorice su actividad. Es cuestión de algo tremendamente más básico: salvaguardar las empresas críticas de la alargada sombra de otros aprovechados, que en muchos casos son únicamente vehículos de los propios Gobiernos foráneos que con tanta vehemencia reclaman la superprotección de sus posiciones más estratégicas. Sorber y soplar a la vez. Ahí queda para el olvido el conocido caso de Endesa, antaño orgullo español de la energía, hoy en manos del Estado italiano para extraer cuantiosos beneficios de su entorno competitivo más cercano. ¿Y si volviera a casa de alguna manera? Su expresidente, Borja Prado, no lo pudo conseguir por mucho empeño que puso.
Pero no hay que olvidar que también hay otros que parecen lo que no son, como Deutsche Telekom. La mayor teleco de Europa está controlada por el propio Gobierno alemán, con más de un 30% de las acciones entre participaciones directas e indirectas. Otro tanto de lo mismo sucede con las líneas aéreas. Que pregunten si no a Alitalia. Y ojo avizor en Iberia, que ya me cuentan por ahí que el Gobierno británico quiere hacerse con un paquete de control de la matriz IAG, mientras Willie Walsh no termina de retirarse (¡pues algo habrá, si no para qué!). Por no hablar ya de los colosos estadounidenses, aunque mucho más fáciles de atar en corto por su condición de extracomunitarios.
El decreto de medidas económicas extraordinarias recién aprobado por el Gobierno sólo ha puesto sobre aviso a quienes desde hace tiempo merodean sobre nuestro selectivo Ibex 35, donde no es Elliot todo lo que reluce y hay gigantes con ansiedad por lograr ficha bancaria de la noche a la mañana, y es así que ahora urge rematar lo empezado. Y hacerlo bien. Con menos márketing y más talento y decisión, porque los Google, Amazon, etc, miran ya relamiéndose a nuestros Santander, Caixa, BBVA... Y con el mismo entusiasmo con el que el Gobierno lanzó a los cuatro vientos que había que proteger los intereses españoles más sensibles, ahora toca dejarlo todo atado y bien atado, porque no faltan en el Ejecutivo de Sánchez mandamases cuya sensibilidad y voluntad son de cera: el último que llega deja su marca y borra todo lo anterior. Estas personas nunca están ganadas del todo, y se pierden con la misma facilidad. Cada uno los tiñe de su color. Que se lo digan a la presidenta del BCE, Christine Lagarde, quien un lunes dice que no puede hacer más y hunde las Bolsas y un miércoles se pone en modo Mario Draghi, su antecesor, e inunda los mercados de dinero.
Y mientras en Bruselas nadie se fía de nadie y se teme que algunos Estados miembros quieran romper el frágil juego de equilibrios políticos y corporativos lanzando a sus empresas bandera contra los competidores comunitarios más debilitados por la crisis del coronavirus. Y es que ya tienen bastante con intentar evitar opas de los gigantes estadounidenses como para estar también preocupados de las jugarretas del vecino.
Aquí, y ahora, los «chicos» del Ibex –con un Isidro Fainé callado, desaparecido, pero nunca quieto, sabedor de que la confianza es madre del descuido, a ver si algún incauto pica y termina pescando en el río revuelto– solo se fían de Nadia Calviño, como su única interlocutora. Las agarradas entre los «vices» Carmen Calvo y Pablo Iglesias por ver quién acapara más titulares en televisión, le ha forzado a tirar por la calle de en medio y erigirse en la auténtica vicepresidenta del Gobierno. Así, mientras toma decisiones responsables en pro del empresariado español, gana puntos ante Bruselas, donde están alarmados por el nivel de frivolidad de nuestro Ejecutivo en unos momentos que no admiten la técnica del ensayo-error para gobernar.
Y no olviden que los países ya no se conquistan por carretera, tampoco por mar ni por aire. Que esto es cosa de inteligencia artificial, de robótica y metadato. Y que hay que usar los medios humanos como si los divinos no existieran. El estado de «alerta», vigente en la economía.
GRACIAS CALVIÑO POR DEFENDERNOS DEL VOLIBARISMO

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