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viernes, 28 de agosto de 2020

OKUPÉ MI PROPIA CASA Y AHORA TENGO MIEDO QUE ME DENUNCIEN.

«Vi en las redes sociales que los okupas estaban en Ibiza, pateé la puerta y 'okupé' mi propia casa»

Un vecino de Mataró recupera su piso pero teme que le denuncien por allanamiento.

Después de seis años de impotencia, pleitos y dolores de cabeza, Manuel Márquez se encontró en las redes sociales con una publicación que, consideró, le ofrecía en bandeja una nueva oportunidad de recuperar de una vez por todas su piso en Mataró. Los okupas, una pareja que hacía años había dejado de pagarle los 400 euros al mes de alquiler, habían colgado una elocuente fotografía; estaban de vacaciones en las Islas Baleares, ergo, no habría nadie en la vivienda: «Pues si estáis en Ibiza, yo también puedo ser okupa... en mi propia casa», pensó en aquel momento Manuel, según explicó ayer en una conversación con ABC.
Llamó a la puerta del que había sido su «piso de soltero». Efectivamente, allí no había nadie. Manuel daba por hecho que para entrar tendría que derribar la puerta, pero se encontró con un obstáculo añadido, con el que no contaba. Los okupas habían instalado una alarma. Sí, la compañía no había tenido reparos en ponerles ese sistema de seguridad sin ni siquiera comprobar si el piso era de ellos. Antes de intentar entrar, Manuel llamó a la empresa y les explicó la situación, pero no encontró colaboración al otro lado de la línea. Los okupas pagaban religiosamente los recibos y la alarma seguía conectada. A Manuel eso no le detuvo: «Si los okupas pueden entrar en mi piso, yo también puedo entrar en mi casa», pensó, pero era consciente de lo que vendría a continuación.

El piso era una pocilga

Hizo fuerza con una palanca y con «cuatro patadas la cerradura reventó». La alarma empezó a sonar: «Y la arranqué», relataba el propietario de la vivienda a este diario. Como Manuel temía, una patrulla de los Mossos d’Esquadra se presentó allí a los pocos minutos. «Este piso es mío, y lo puedo demostrar», les explico el propietario. «Ya, pero si lo denunciaran lo tendríamos que llevar detenido, podría ser allanamiento de morada», le advirtieron los agentes, siempre según la versión de Manuel. Allanar tu propia casa.
Siguió adelante. Y comprobó que lo que había sido su «piso de soltero» ahora era una pocilga. Puertas y ventanas rotas, muchas suciedad y «un olor insoportable». Las fotografías que Manuel facilitó a ABC -y que se pueden consultar en la edición digital de este diario- así lo confirman. Pero se encontró con más sorpresas. Sus okupas no estaban, pero sí sus dos perros. Un amigo de los okupas se encargaba de sacarlos a pasear, una vez por la mañana y otra por la tarde, mientras los dueños -de los perros, que no del piso- estaban en Ibiza. Esperó fuera, pacientemente, a que ese hombre fuera, como cada día, a por los animales. «En cuanto sacó a los perros, entré rápidamente en casa y cambié la cerradura», explicaba Manuel. Cuando el hombre volvió con los dos animales, quiso entrar, pero no se lo permitió. «¿A dónde vas?», le preguntó. «Al cuarto, a dejar a los perros». «El cuarto es mi casa y aquí ya no pasa nadie».
Manuel tapió la puerta - «si quieren volver, al menos que tengan trabajo»- y luego decidió bajar en bolsas de basura al portal las pertenencias de los okupas. «Si vienen, les doy la ropa, los cuatro papeles que tienen, y que se vayan a la mierda», explicaba Manuel en una conversación telefónica con este diario, visiblemente molesto por la situación. No era su vivienda habitual, pues este vecino de Mataró de 47 años, que desde hace 15 años trabaja en una empresa de asistencia en carretera, hace tiempo que vive en otra casa con su pareja y con sus dos hijos. No es su primera vivienda, lo que habría sido un problema añadido, pero eso, como es lógico, no le resta ni un ápice a la impotencia y indignación que siente. Le había ofrecido el piso a una persona a la que consideraba su amigo, por que, según le había contado entonces, el casero no les había renovado el contrato de su piso anterior. Consensuaron una mensualidad de 400 euros y no firmaron contrato, confió en su palabra. Pero solo acabarían pagándole los dos o tres primeros meses. «Luego, empezó mi calvario», explica a este diario. Intentó solucionarlo vía judicial, pero no hubo manera.
No es único indignado con el comportamiento de esos okupas. «Todos los vecinos están muy hartos de ellos, tanto los del bloque como los de fuera del bloque», apunta el propietario. Y así es. Todos se mostraron de acuerdo cuando Manuel quiso cambiar, además la cerradura de su piso, también la del portal del edificio. El ruido, las amenazas, los robos e incluso las agresiones, eran constantes. Un antiguo vecino del bloque lo explicaba en declaraciones a Antena 3: «Era imposible vivir allí, mis hijos no podían salir a la calle». La pareja de okupas, según relataba el hombre a esta cadena, incluso había llegado a agredir a su mujer. Acabaron por mudarse.
Manuel, de momento, ha recuperado su piso, aunque teme que sus ilegales «inquilinos» acaben denunciándolo. Y el resto del vecindario, también por ahora, puede respirar tranquilo. Al menos, hasta que los okupas regresen de tostarse en Ibiza.
ESTO ES UNA VERGUENZA QUE NO PUEDAS ENTRAR EN TU PROPIA CASA Y QUE TENGA MS DERECHOS EL OKUPA QUE EL DUEÑO¿ESTO ES PAIS DONDE SE RESPETA LA PROPIEDAD PRIVADA Y EL ORDEN?

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