¿DÓNDE ESTÁ LA HUMANIDAD?.
Un recentísimo informe de Médicos Sin Fronteras ha puesto de manifiesto la penosa actuación de las administraciones en la gestión de la crisis del covid-19 y las consecuencias que esto ha tenido en las personas mayores que vivían en residencias. Muchos de ellos, claramente recuperables, han muerto por falta de atención, de cuidados y por un trato cruel y salvaje en una sociedad moderna en la que de palabra se dice que se garantizan los derechos de las personas.
Lo más terrible es que entre las causas determinantes figuran la falta de atención en los centros hospitalarios y, ¡horror!, la falta de entendimiento entre el Estado y las consejerías de Salud de las comunidades autónomas.
Me pregunto a estas alturas de la película, ¿a quién, además de a los políticos que viven de eso, favorece esta estructura autonómica que nos obliga a pagar y a pagar por duplicar y multiplicar cargos? ¿Qué pretendían esos generosos padres de la patria en 1978, cuando para dar respuesta a las reivindicaciones de dos autonomías, impusieron este sistema sacralizándolo como el único válido y democrático? ¿Pensaban en el bienestar de los españoles o quizás en el modo más fácil de vivir ellos y pagar favores? ¿De verdad que es antidemocrático no compartir este sistema de autonomías? Lo siento, no, ya es suficiente, no más bla, bla, bla.
Soy demócrata, he luchado por la democracia, estoy harta de palabras huecas, de vividores de todos los signos políticos. Todo es revisable en democracia, empezando por este sistema que nos sangra como ciudadanos y que no responde cuando es necesario porque está pensado para otros fines. Miremos alrededor, a nuestro entorno europeo al que ahora tanto exigimos, ¿cuántos países tienen un sistema similar que genere esa exigencia de pago enorme a cargos públicos?
Basta ya de palabras vacías. Fascista, sí, el intolerante que sabiendo que hay otros modos de gestión que suponen no malgastar el dinero se aprovecha en beneficio de sus intereses y en perjuicio del bienestar de los ciudadanos.
Basta de palabras huecas, basta de anacronismos. Hace 45 años que murió Franco. Las bocas hay que taparlas con hechos, con datos, no con memeces dignas de una sociedad de menores.
Lo sucedido en las residencias de ancianos podía haberse evitado, y la penosa gestión de los zánganos, también. Hagámoslo, está en nuestras manos como ciudadanos y sin miedo a las palabras.
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