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domingo, 16 de agosto de 2020
ESPAÑA QUE YA HA QUEDADO ATRÁS EN LA CRISIS DEL CORONAVIRUS.
La España que ya se ha quedado atrás en la crisis del coronavirus
ABC pone rostro a esos empresarios que no están logrando salir adelante tras desplomarse la economía un 18,5% en el segundo trimestre .
La recuperación es más bien un deseo que una realidad. Así lo constatan los empresarios y autónomos que ya se están quedando por el camino en la crisis del Covid-19. ABC da voz a esa parte de la economía a pie de calle que ve cómo los mensajes del Gobierno no se traducen en sus cuentas.
España registró en el segundo trimestre el mayor descalabro de la Unión Europea con una caída del PIB del 18,5%. Lo nunca visto en el país, pese al levantamiento paulatino entonces de las medidas de confinamiento. A la vista está el drama del turismo: en junio, último mes con cifras, apenas llegaron 205.000 visitantes extranjeros, un 97,7% menos en interanual. Sin olvidar, también, el incremento del 131,2% que hubo ese mismo periodo en cuanto a sociedades mercantiles disueltas en comparación a mayo. Es cierto que la disolución de compañías fue menor en interanual, pero eso se debe a que se han relajado los plazos para declarar el concurso de acreedores, en parte, y a que los empresarios todavía están tirando en buena medida de endeudamiento.
«Se produce una ilusión, no hay recuperación. Y agosto es el mes en que más cierres de empresas suelen producirse. Va a ser el año con más concursos, sobre todo en los meses de noviembre y diciembre», explica Fernando Santiago, presidente del Consejo General de Colegios de Gestores Administrativos. Fuentes jurídicas, por otra parte, explican que se espera un colapso de los juzgados de lo mercantil.
El escenario es desolador a ojos de la economía española y más para esos empresarios y autónomos que ya han caído o están a punto de hacerlo. «Estamos al borde de la quiebra total», dice Antonio Moreno, dueño de un supermercado en Magaluf, una de las zonas más turísticas y de ocio nocturno de Mallorca. En su caso, antes recibía unos 400 clientes diarios, principalmente británicos, y ahora «celebra» cuando entran apenas cuatro en su establecimiento. Y añade: «Ahora mi negocio vale cero euros». Alfonso Robledo, hostelero también de Baleares, vive una situación muy similar. En la época anterior al Covid abría todos los días de la semana y ahora solo tres. «Vamos a caer en picado», comenta. Los ERTE le han permitido mantener su local al ralentí, pero si no se prolongan «tendremos que cerrar».
Ya en la península, Luis Óscar Fernández Rodríguez, dueño de La Bemba Salsa Club, en Alicante, relata que ha logrado subsistir gracias a un préstamo avalado por el ICO. «No abrimos después de la cuarentena, mantenemos el local, pero aparte del parón de esas semanas hay ciertas cosas que tenemos que seguir pagando y, aunque hemos solicitado un préstamo ICO, extendieron tanto el papeleo, te dan largas y largas... y al final lo vamos a cerrar», destaca. Cuando él y su socio cogieron el negocio, reformaron el local por completo. Entraron con ilusión tiempo atrás pero el Covid y la falta de ayudas están a punto de llevárselo por delante. Dinero tirado a la basura, y con más deudas a la vista.
De deudas precisamente está ahogado Javier Gómez Pérez, un empresario madrileño con un restaurante. Más bien, exempresario, porque no le quedó otra que echar el cierre. Bajó la persiana de su establecimiento hostelero y ahora se ve rodeado de deudas por haber intentado hacer frente a la crisis los últimos meses. En cuestión de cuatro meses ha acumulado unos números rojos de 30.000 euros. Ni siquiera pensó en la reapertura porque su principal clientela provenía de los trabajadores de oficina. Unas oficinas que han permanecido desde el principio cerradas. Pidió un crédito con garantía ICO «para poder pagar a los trabajadores y no mandarles a casa sin un duro». Al otro lado del teléfono se desahoga contra las medidas adoptadas por el Ejecutivo, insuficientes a su juicio. «Estamos pagando los platos rotos de una gestión nefasta», lamenta.
Como este último, Mariano Calvo, empresario madrileño, se vio obligado a cerrar un restaurante. Por suerte le queda otro abierto pero sin perspectiva de futuro. Ha pasado de 140 comidas a apenas 50-60 en esta época. Pidió también un préstamo ICO y con eso va «tirando», y con la ayuda familiar. «Si en septiembre no recuperamos clientes, cerraremos cuando se acabe el dinero», cuenta, porque no está dispuesto a sumar deudas y más deudas para nada.
«Estamos perdiendo todo por lo que hemos trabajado», dice Rafael Gallego, dueño de la agencia de viajes canaria Viajes Océano. Su facturación es cero en estos momentos y ahora solo abre unas horas al día... para gestionar reclamaciones de clientes que quieren recuperar su dinero. Un dinero que está obligado a devolver según indica el Gobierno, pero que no está en su caja sino en la de aerolíneas, hoteles, etc. con los que contrata. «Estamos solos, el Gobierno nos ha dejado tirados. La situación es de auténtica desesperación», destaca. Como el resto de fuentes, si la cosa no remonta, a finales de año podría cerrar por completo y sus trabajadores engrosar las listas del paro. Con créditos va aguantando pero no tiene mucho más: «El último trimestre ya está perdido también. No pedimos que nos rescaten, sino que nos den herramientas para poder sobrevivir».
En suma, la luz al final del túnel es una ilusión para ellos. Sin esperanza, apelan a la responsabilidad del Ejecutivo de Sánchez. «El Gobierno ha llegado tardísimo y no creo que sean conscientes de la depresión en la que nos estamos metiendo», resume Javier Pérez Jiménez, hotelero de Grupo VP.
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