PAPEL SIN CONTENIDO REAL.
Si hace unos pocos meses alguien hubiera dicho en qué escenario íbamos a vivir, en qué escenario iba a vivir el mundo entero, no lo habríamos creído. Todos somos personajes de una película real, pero guiones como este parecían estar reservados para novelas y filmes de ciencia ficción. Si nos remontamos al pasado algo más de cien años, tampoco nadie en el mundo se hubiera creído que un 28 de junio de 1914, el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero del Imperio Austro-Húngaro, provocaría la primera Guerra Mundial y que las consecuencias de este horrible conflicto, a su vez, provocarían otro aún peor, la segunda Guerra Mundial. Y dicen que dijo el Maligno: ¿hay alguien, en su sano juicio, que se atreva a discutir que el siglo XX ha sido enteramente mío? Pues bien, cuesta trabajo imaginar lo que nos deparará el siglo XXI, menos mal que el Diablo no existe, pero nosotros solos somos perfectamente capaces, ¿alguien lo duda?, de hacernos mucho daño.
Antes de la llegada de la pandemia, hagamos algo de memoria, el mundo estaba asistiendo a tres graves problemas: una deuda estratosférica de los países occidentales, que no paraba de crecer; una crisis, la financiero-inmobiliaria, que se había cerrado en falso, y una guerra comercial que se había abierto entre los EE UU y China, entre los países económicamente más poderosos del planeta. La casi ausencia total de planificación económica de los países capitalistas (aquí no hay planes quinquenales ni nada parecido) y, como consecuencia, la sobreproducción industrial están en la raíz de estos problemas. Para Occidente la globalización fue una gran idea: abrir un mercado, el de China, de 1.400 millones de personas, por ejemplo, era maravilloso y daría salida a esa sobreproducción industrial. Pero la cosa cambió cuando China adquirió tecnología y se puso a fabricar de todo a la mitad de precio, entonces lo maravilloso se tornó en un desastre absoluto. Pero, la gran guerra que se está librando ahora en el mundo no es la guerra comercial, es la guerra monetaria, me explico: los países occidentales habrían caído en un escenario revolucionario si no hubieran decidido que sus bancos centrales imprimieran papel moneda a destajo para regalárselo a sus empresas y a sus trabajadores. En los EE UU se está dando ahora la paradoja de que, con las ayudas de esos dólares de mentira, sin respaldo de valor, el 75% de sus trabajadores ganan más que antes de la pandemia, ¡y decenas de millones de ellos sin trabajar! Seamos serios: la renta básica universal, por ejemplo, es el instrumento del capitalismo para evitar una revolución proletaria. Naturalmente, estas políticas de locura tienen consecuencias, tienen consecuencias graves. Nos encontramos en un escenario donde la pregunta ya no es cuánto va a subir el oro, sino cuánto van a bajar el dólar (todavía la moneda patrón) y otras monedas Fiat. Otra paradoja de esta crisis es que estamos abocados a un horizonte deflacionista, algo bueno para la gente, porque bajarían los precios, pero que aterroriza a los gobiernos, porque encarecería la deuda. La guerra monetaria, una guerra tremenda que no suele salir en los periódicos, se está librando ahora entre Oriente y Occidente, mientras los bancos centrales de Rusia y China no hacen más que acumular oro (el Banco Central de Rusia ha cambiado 400.000 millones de dólares por más de 500 toneladas de oro en los últimos meses) y están potenciando criptomonedas, como el bitcoin, los bancos centrales occidentales, sobre todo la Reserva Federal, siguen imprimiendo "mortadelos" como locos. Hasta un niño se daría cuenta de que nadie va a confiar en una moneda que no está respaldada por un valor real; siendo así, ¿por qué el dólar iba a seguir siendo la moneda patrón? El oro es un valor mucho más real, aunque el tiempo, en verdad, es el único valor real. ¿Acabará el oro desplazando al dólar como divisa internacional?
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